Declaración rendida a la PGR sobre incineraciones en Cocula
Miércoles 14 de octubre de 2015, p. 5
Convertido en uno de los principales sicarios de Guerreros unidos –según la versión oficial–, el protagonista central en la incineración de los 43 normalistas de Ayotzinapa, Jonathan Osorio Cortés, El Jona, aprendió rápido a ejecutar y desaparecer víctimas. Incorporado al cártel en mayo de 2014, meses después fue uno de los principales operarios de la incineración de estudiantes en el basurero de Cocula.
La declaración de El Jona ante la Procuraduría General de la República (PGR) es la confesión de su carrera delictiva. En la versión pública de la averiguación previa relacionada con la desaparición de los 43 estudiantes, El Jona confiesa su proceso de inserción en el crimen organizado:
‘‘Me integré a los Guerreros unidos en mayo de 2014, con un sueldo de 7 mil 500 pesos al mes. Cuando llevaba un mes en Cocula recibí un paquete de cuatro personas que habían levantado en el (río) Balsas. Lo que se nos había dicho era que estas personas eran malas.
‘‘Dos de ellos secuestraban, uno robaba niñitos a los cuales trasladaba de Cocula a Tijuana en donde los vendían. La cuarta persona era una mujer que había hecho un intercambio en el que ofreció trabajar con La familia michoacana con tal de que liberaran a su mamá.
‘‘Mi participación era llevarles comida a quienes cuidan a esas personas en el monte o basurero. A la semana de llevar a cabo esta función sé que se recibió una orden de El Cepillo (Felipe Rodríguez Salgado, quien dirigió la presunta incineración) para que se liberara a la muchacha, la cual ofreció trabajar para La familia, y al resto, es decir, la mujer que vendía niños y los sujetos que secuestraban, deberían ejecutarlos.
‘‘A mí se me encargó cuidar a la muchacha, mientras (se inserta el nombre de una persona testado en la versión pública) y (otro hombre al que se identifica con el sobrenombre de Primo) daban muerte a la mujer que vendía niños y a los secuestradores; a ellos los mataron en el basurero de Cocula, el cual está retirado de la colonia Vicente Guerrero.
‘‘En esa ocasión (el nombre está tachado en version publica) los decapitó, mientras Primo preparaba una plancha con piedras más o menos grandes, llantas que se colocaban en medio y leña; encima de esta plancha se ponían los cuerpos y se les incineraba con diésel. El cocimiento duró como ocho horas. Para eso hay que estar atizando y meneando para que se calcinen bien los cuerpos.
‘‘Cuando ya están consumidos en cenizas, se apachurran con un tronco pesado y largo machacando bien los huesos; conforme se van aplastando y meneando se van convirtiendo en cenizas tan sencillas como las de un tronco bien calcinado.’’
Más adelante, continúa, ‘‘se procedió a recoger las cenizas en bolsas y se tiraron al río Cocula. El sitio de la pira se desmontaba y luego se limpiaba con varas para esparcir la tierra quemada y luego se colocaba basura encima’’.
Aún en calidad de presunto delincuente, revela que cada vez que realizaban estas desapariciones, los encargados de incinerar a las víctimas tomaban fotografías para demostrarles a sus jefes que habían cumplido las órdenes.
Los agentes lo interrogaron sobre el pago que recibió por participar en la desaparición e incineración de los 43 normalistas. ‘‘Para entonces ya eran dos meses que no me pagaban...’’