El antropólogo da a conocer hoy su libro El jardín de las identidades, en Casa Lamm
Diversidad, tolerancia y pluralidad son una trilogía básica en ese proceso
, sostiene en entrevista
Para esa transformación existen herramientas teóricas y comunidades, pero falta una organización política nacional que exprese esa voluntad y ese proyecto
, subraya
Lunes 19 de octubre de 2015, p. 8
Si México no entra en un carril de transformaciones se convertirá en una sociedad prácticamente invivible, considera el antropólogo Héctor Díaz-Polanco (San Pedro de Macorís, República Dominicana, 1944).
A propósito de la publicación de su reciente libro El jardín de las identidades: la comunidad y el poder (que da a conocer el Grupo Editor Orfila Valentini), el autor insiste en que la viabilidad de nuestra sociedad está ligada a las transformaciones en cuatro terrenos básicos: economía, sociedad, política y cultura; es decir, a la construcción de la democracia, con lo cual volvemos a la tesis de Pablo González Casanova y otros teóricos que afirman que, desde que México es independiente, no la ha habido
.
En entrevista con La Jornada, el también sociólogo y profesor-investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) dice que “vivimos en una simulación de democracia, como afirma también John Ackerman en su reciente libro El mito de la transición democrática”.
Ante ese panorama, es fundamental el papel de la diversidad y de la identidad, temas que Díaz-Polanco aborda en detalle en El jardín de las identidades, porque “de la diversidad se deduce la noción de la tolerancia, un elemento valioso para la vida democrática. Diversidad, tolerancia y pluralidad son una trilogía básica en el proceso de construcción de democracia.
“Todo ello está asociado a los grandes pasos que como país se tienen que dar para comenzar a percibir siquiera que estamos viviendo en una sociedad democrática. Esa es la sana articulación que con bastante éxito se comienza a construir en Sudamerica, en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros, donde se combina lo virtuoso de la democracia representativa con las nuevas formas de la democracia directa, así como la participación de las personas en etapas claves de la vida social.
“Hay que dejar de lado esa ambición de una democracia en la que cada seis años o cada cuatro, según el país, elegimos unas autoridades y luego no tenemos nada que hacer sino aguantarnos hasta que lleguen otra vez nuestros cinco minutos de fama en la casilla electoral.
También debemos poder revocar los mandatos, claro, de manera ordenada, como establecen las constituciones de los países mencionados.
Para esa transformación que requiere el país se tienen ya las herramientas teóricas, los grupos y comunidades con similares intenciones de cambio. Pero para dar el siguiente paso, que es construir la posibilidad, falta disponer de una organización nacional de carácter político que sea la expresión de esa voluntad y ese proyecto
, continúa el antropólogo.
“Esa organización no tiene que ser sólo un partido político, sino una conjunción que nos lleve a un gran frente nacional en el que se involucre la multiplicidad, el archipiélago casi infinito de organizaciones pequeñas, medianas y grandes que siguen ahí, de los movimientos sociales que irrumpen cada cierto tiempo, pues lo que hacen es una suerte de carrera de relevos en vez de correr todos al mismo tiempo.
“No hemos tenido un tiempo en el que todos los movimientos de determinado momento coincidan en la carrera política para llegar a la meta simultáneamente; eso necesitamos ahora: una convergencia de la mayoría de movimientos y organizaciones sociales, gremiales, sectoriales, profesionales.
Hay que desterrar también la idea de que hay una incompatibilidad casi metafísica y ontológica entre movimientos sociales y partidos políticos. Por supuesto, tienen razón quienes de entrada descartan a los partidos que ahora conocemos y que tienen una naturaleza nefasta; hay que saber distinguir y mirar el horizonte.
González Casanova y Stavenhagen, referentes
El jardín de las identidades está dedicado a Pablo González Casanova y a Rodolfo Stavenhagen, “dos grandes maestros que hace medio siglo abrieron nuevos caminos con sus obras: La democracia en México y Siete tesis equivocadas sobre América Latina”, respectivamente.
“Estamos en un momento especialmente urgido de recuperar a quienes dieron forma al pensamiento social y político en América Latina en los años 60, 70 y 90. Por fortuna, tenemos vivos a estos dos maestros que han dado continuidad a sus ideas. Lo más relevante, profundo y complejo de los enfoques que manejamos hoy día es herencia de sus aportaciones; por eso me parece justo dedicarles mi trabajo, pues ellos abrieron un nuevo trecho para pensar a América Latina, en particular a México.
“Mi libro intenta recuperar eso y debe mucho a esos dos pensadores, los cito constantemente y al final incluyo un capítulo que se titula Siete mitos sobre la autonomía, dedicado en particular a Stavenhagen por su trabajo pionero”, concluyó Díaz-Polanco.
El libro El jardín de las identidades: la comunidad y el poder se presenta hoy a las 19 horas en Casa Lamm (Álvaro Obregón 99, colonia Roma); participan Héctor Vasconcelos, Katu Arkonada, Javier Guerrero y el autor.