ace unas semanas Suecia redujo su horario laboral a seis horas diarias para que los individuos de esa sociedad fueran más productivos y felices.
¿Cómo se puede ser más productivo trabajando menos? Suena rarísimo, ¿no? Pero obviamente nosotros no sabemos. Somos, de acuerdo con la OCDE, los que más trabajan –casi 12 horas incluidas las de traslado– y los que menos producimos, esto debido a la tramitología nacional y el deseo de un sueldo estando
sin estar haciendo
. Somos raros en ese sentido. En una encuesta reciente del Inegi, 80 por ciento de los mexicanos se dicen satisfechos
con lo que ¿hacen? Chole.
Pero regresemos a eso del tiempo. En términos históricos, el desajuste en la percepción del tiempo se debe a una tendencia de la economía, esa ciencia que estudia la escasez y consecuentemente regula y determina cómo usar los recursos limitados para satisfacer las necesidades ilimitadas de nuestras vidas. Pero de todos los recursos limitados, la economía no estudia la administración del único elemento finito que nos afecta directamente, minuto con minuto: el tiempo. ¿Por qué no existen economistas de este sujeto?
En la prehistoria, cuando las cosas aún no tenían nombre, la vida se regía por la entrada y la salida del sol. Luego fue regida por ritmos agrarios, libres de urgencia y de exactitud. Este ritmo plácido se apresuró con la introducción de la religión, que comenzó a dictar, con campanas y cantos, los días de creyentes y ateos. Conforme la gente se mudó a la ciudad, estos recordatorios sonoros marcaron los horarios del trabajo, de salir del trabajo, del último trago, de asambleas, del mercado, de la comida, de las fábricas.
La necesidad por horarios más apretados y sincronizados de trabajo, transporte, devoción y placer estimuló la tecnología del tiempo. Los relojes no sólo se volvieron más exactos, sino también más pequeños y baratos. La proliferación del reloj cambió la manera en la que trabajamos, consumimos, jugamos porque nos convencimos de ser productivos, pero ya no obedeciendo al sol o a nuestros sueños, sino al látigo del tic-tac.
Este fenómeno ha acelerado nuestras vidas al punto del caos. Y aun así nadie se preocupa por la administración del tiempo. En las sociedades no existen legislaciones en favor del tiempo libre para que los individuos puedan tanto contribuir a su sociedad en horarios asignados como seguir sus propios sueños en tiempos libres.
Nos alientan con frases como sigue tu sueño
, pero en términos reales desde las 5 am hasta las 11 pm lo que se persigue es un sueldo, no el sueño. Alimentados por esa cadena de sueldos, ¿cómo podemos utilizar las limitadas horas restantes del día para pensar libremente en lo que queremos y dirigir nuestros esfuerzos para conseguirlo? ¿No es seguir tu sueño algo productivo?
El tiempo libre es la verdadera riqueza. Olvida el dinero. Fíjate en las clases sociales, que según se dividen por su capacidad de compra y ahorro. Mientras los de abajo entregan las horas de su día para obtener una remuneración, los de arriba, poseedores de enormes cantidades de tiempo, utilizan esa abundancia para pensar en cómo perpetuar su estatus. Es su libertad de tiempo lo que los hace ricos, no su capacidad de compra o de ahorro. Los de arriba suelen ver sus sueños hechos realidad porque son libres de invertir su tiempo en ellos. No como los de abajo, que lo intercambian por un sueldo.
Para ser una sociedad más próspera no es necesario atraer más trabajos que esclavicen al pueblo en una máquina alquimista que transforma el tiempo en dinero. No. Una sociedad próspera requiere de mayor tiempo libre porque es lo único que da calidad a la vida. Todos anhelamos más tiempo, desde niños hasta el ataúd. ¿Por qué se nos niega este deseo? ¿Para ser productivos? ¿En qué sentido? Nadie sabe.
Lo que sí se sabe es que las sociedades exitosas nunca se miden por el volumen de su PIB, se evalúan por la calidad de vida de sus individuos. ¿Y cómo se puede alcanzar la calidad sin tiempo libre para perseguir tus sueños? Suecia lo sabe. ¿Nosotros? 80 por ciento estamos chido con un sueldo. Chole.