Opinión
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Astillero

La fe mueve huracanes

Sermón de la Montaña (empresarial)

Alemán y la desmemoria

Osorio: ¿dónde y cómo los 43?

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EL 78 ANIVERSARIO DE LA SEDENA. El titular de la Sedena, Salvador Cienfuegos Zepeda (derecha), encabezó ayer la ceremonia por el 78 aniversario del cambio de denominación de la Secretaría de Guerra y Marina a la Secretaría de la Defensa Nacional. En el acto, que se desarrolló en la Plaza de la Lealtad, ubicada en las instalaciones de la dependencia, lo acompañó el general Noé Sandoval AlcázarFoto María Luisa Severiano
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así fue como las tribus políticamente errantes y divididas encontraron de pronto la señal que les dio unidad y les permitió prepararse para enfrentar los difíciles tiempos por venir: un nopal sobre un huracán devorando un país, o un discurso serpenteante sobre un fenómeno meteorológico que pasó como águila, o las mil variantes de interpretación y postulación que sólo puede permitir y proporcionar una de las virtudes teologales, la de la fe, enarbolada ayer con misticismo en busca de horario triple A por el pío varón de la protección civil excelsa y los compartidos milagros reconstructores que habrán de llegar, el Señor de Los Pinos, elevado por sí mismo a alturas proféticas luego de los prodigios un tanto o un mucho atribuibles al orador que emocionado hablaba ayer ante apóstoles empresariales en Guadalajara (la atribución de esos prodigios dependerá de la posición del analista en la nómina gubernamental o en los negocios porcentuales).

Deténgase el viajero ante una de las siete maravillas del sexenio en curso (las otras seis están programadas para entrega en fecha aún por definir): la fe mueve huracanes o, mejor dicho, los desvía. Organizados por el supremo pastor mexiquense y con una disciplina digna de amplio reconocimiento, los mexicanos demostraron en las maniobras de prevención del arribo de la esquiva Patricia que obedientes se ven más bonitos: así es como se logran las grandes cosas en la vida y así es como se puede transformar el mundo, ha de suponerse que es la moraleja desprendible de las fábulas gubernamentales.

Todo pintaba para tragedia, para el apocalipsis, y nada pasó. ¿Por qué? Pues, en verdad en verdad nos lo dice el hermano Enrique: de lo que yo estoy cierto es que ante el embate de este huracán, convocó a la unidad de todos los mexicanos. Cerramos filas, generando una gran energía positiva. Hubo, para quienes son creyentes, cadena de oración, rezos, llamados. El papa Francisco podrá pasar casi por un descreído en su próximo asomo a México, ante la desbordada vocación religiosa en público de los principales políticos locales: uno, tabasqueño, yendo a oportuna audiencia pública a regalar una medallita al pontífice y a tomarse fotos de precampaña a todo vapor; otro, mexiquense, en arrebatos propagandísticos que le hacen suponer que al fin es el Elegido, con un huracán terminado en depresión como designio.

El Sermón de la Montaña (empresarial) también incluyó este pasaje emocionante: “Yo creo –dijo la fe que mueve Peñas– que en buena medida el tener un saldo blanco ante el impacto de este huracán se debe, en mucho, a la fe del pueblo de México, a tener fe en sí mismo y haberse unido todos para convocar a esta fuerza que en mucho evitó este desastre” (¡Sopas! Que dice el exégeta Enrique que la fuerza convocada por los mexicanos unidos y con fe en sí menor o en fa mayor, en mucho evitó el desastre tan anunciado por especialistas hoy estupefactos, así que ¡meteorólogos de todo el mundo, hundíos ante el poder de la fe! y, en consecuencia, ¡secretario de gobernación Oh, Sorio, renombre a las áreas de protección civil como sacristías siempre listas para cadenas de rezos: Amén efectivo y sí oración).

Luego, unas líneas que al proferirse en primera persona revelan la adjudicación enriquista del milagro como propio, pues así gracias dio: Mi gratitud, mi reconocimiento más sentido a todo el pueblo de México, por haber logrado tal efecto sobrenatural que a tantos tiene buscando las razones: Si la orografía, si la velocidad, si la altura, corresponderá a los expertos y a los científicos determinar qué fue lo que afortunadamente evitó que tuviera este efecto devastador. Pero, para él, lo cierto es lo arriba apuntado, en un elogio de la fe colectiva que pretende convertir en prueba de fe en sus políticas, sus reformas, su capacidad como conductor de masas en peligro: Yo mi de mí, en variantes que a fin desembocan en la pretensión desesperada de convertir en épico el episodio de Patricia, en una presunta refundación nacional, los caminantes que parecían sin esperanza (ni fe ni caridad) y de pronto se topan con la escena prometida, con la imagen fundacional: un nopal trepado en un huracán devorando un país.

Así hablaba Peña Nieto en la capital tapatía, reunido con hombres de negocios a los que su convocante, Miguel Alemán Velasco, mencionaba que un problema de México es que se ha perdido mucho tiempo buscando culpables, cuando lo que resuelve problemas es que todos se hagan responsables de enfrentarlos (nota de Roberto González Amador en La Jornada del lunes). Tal vez sería mejor que todos se hicieran partícipes (de ser posible, en términos accionarios, con distribución de utilidades) de los negocios realizados por tantos políticos metidos a empresarios (sobre todo, presidentes de la República y gobernadores), cuyas ganancias estratosféricas mantienen a México en tantos problemas sin resolver de los cuales sí hace falta señalar responsables y no sólo promover una cómoda desmemoria.

Otro declarante estrella fue el secretario de gobernación tunelera, Miguel Ángel Osorio Chong, quien lanzó un ¡ya basta! a los señalamientos de que la administración peñista tiene corresponsabilidad en los sucesos de Iguala. Engallado, el hidalguense que despacha en Bucareli emplazó al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes a decir dónde están los 43 normalistas desaparecidos: lo que queremos es que también entonces si ellos dicen que no sucedió ahí (en el basurero de Cocula), que nos digan dónde y cómo; en eso consta su ayuda, su apoyo y su respaldo. No nada más en señalar que existió o no, sino también hacia dónde deben dirigirse las investigaciones. En esa entrevista radiofónica con Ciro Gómez Leyva, Osorio no anunció que renunciaría a su puesto para entregarlo a alguno de los expertos independientes (lo cual habría sido congruente con el encargo de indagaciones a fondo que les estaba haciendo), sino incluso les fijó como límite seis meses de prórroga para que demuestren sus teorías e hipótesis. ¡Hasta mañana!

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