omo improvisado maestro, en estos últimos días la autoridad gubernamental ha enviado contundentes y (des)educativos mensajes al país y al propio sistema educativo. En el primero advierte a los maestros que la protesta y resistencia a la evaluación son ahora motivo de cárcel. Convertir a los profesores Nazariega, Picaso, Jiménez y Orozco en los primeros presos políticos del sector educativo después de largos años, sin embargo, no sólo no desalentará las protestas, sino que, como antes, crispará el ambiente y contribuirá a deslegitimar al régimen. El encarcelamiento de Vallejo y Campa durante los años sesentas y, más tarde, de los líderes del moviminto de 1968 en Lecumberri, puso en entredicho a Díaz Ordaz y al Estado mexicano. En 2000, Zedillo mandó al Reclusorio Norte varonil y femenil, a un millar de estudiantes de la UNAM. Todos acusados de terribles violaciones a las leyes, pero resultó tan patente el componente político y represivo de la acción penal que no pudieron impedir que los acontecimientos siguieran su curso. Y así, con Díaz Ordaz el régimen posrevolucionario perdió, como nunca, legitimidad frente al país y, con Zedillo, perdió la Presidencia. Hoy se agudizan los enfrentamientos, la represión (¡otra vez Ayotzinapa!) y hasta en las reuniones oficiales sobre la reforma educativa tienen presencia y lugar principal las fuerzas armadas federales ( La Jornada, 12/11/15, pp. 6 y 10).
El segundo mensaje: la concesión de la medalla Belisario Domínguez al Palacio de Hierro y las minas de oro y plata. Al mismo tiempo que los nuevos presos políticos ingresan al penal, el poderoso supermillonario cercano a Mexicanos Primero es encumbrado al salón del Olimpo nacional y ofrecido como héroe a los niños, jóvenes y como ejemplo de compromiso educativo a los maestros. En el fondo, se dice que el camino correcto es educar a los niños a ser emprendedores, competitivos, hacer dinero, mucho dinero. Esto no sólo dará poder –se agrega implícitamente–, sino la posibilidad de convertirse en un niño, joven o maestro héroe. Con esto el régimen se deslegitima frente a los maestros del país, quienes desde tiempo atrás decidieron dedicar su vida no a acumular millones, sino a la educación y la justicia. Pero también ofende a los cientos de periodistas asesinados y sus familias y amigos, precisamente los que murieron por hacer lo que hizo Belisario Domínguez –denunciar– y, más, con este mensaje la autoridad se desacredita frente a los cientos de miles de jóvenes que no pueden ingresar a Palacio, pero tampoco entrar y permanecer en una universidad. Y se desacredita el régimen frente a los padres de familia y maestros desesperados por los niños y jóvenes que ya no piensan que lo fundamental es el trabajo honesto, la ética en las relaciones, el compromiso con los suyos y con su comunidad y país, sino la ganancia. Es la educación como privatización de la conciencia.
El tercer mensaje es peor que la ley de la selva. A los maestros se les coloca hoy en el predicamento de escoger no evaluarse –y ser amenazados con el despido inmediato– o evaluarse e igual ser amenazados con el despido o expulsión diferidos, del aula y escuela. Esta es una profunda lección de cómo en el seno del propio sistema educativo el comportamiento patriótico, solidario y desinteresado está siendo desplazado no por la ley de la selva (ahí se puede escapar, vencer o perecer, pero acá, sólo morir), sino por una moral del capital que subvierte de raíz incluso la idea misma de la vida: la posibilidad de convertir a la escuela y la universidad en un proyecto civilizatorio de jóvenes y maestros. Un profundo agotamiento ético, en nombre de la calidad.
Una calidad, dice el cuarto mensaje, que en realidad no depende del maestro sino de distribución de la riqueza. Es el propio Instituto para la Evaluación de la Educación (INEE) el que confirma lo que se sabía: que las causas profundas de la situación educativa no son los maestros, sino la situación social. Que, por tanto, no hay razón para perseguir, encarcelar o despedir docentes. Los malos resultados en el examen Planea –dice el INEE– se deben a “las inequidades entre tipos de escuela y zonas donde se ubican, así como entre entidades federativas…” Y este es un impacto tan fuerte, que pasarán décadas para revertir la situación.
¿Cuántas? “Sería un ejercicio de adivinación decir un número –responden– esperemos que sean pocas” ( La Jornada, 7/11/15 p. 10). También reconoce el INEE lo que desde hace un siglo descubrieron los primeros evaluadores: que los que viven en situaciones de menor desventaja (social) son quienes obtienen mayores niveles de logro
( Ibidem).
No existirá una real mejora de la educación si se promueve un clima nacional de enfrentamiento con los maestros, si las propuestas educativas no tienen un sentido de solidaridad social y si no comienzan a hacerse cambios profundos en el estado de explotación y subordinación en que vive la mayoría de los mexicanos. Pero los de Palacio no entienden, o no quieren entender. Responsabilizan de todo al maestro, para liberarse de la culpa que tiene su propia opulencia al crear y mantener un estado de injustica permanente. Mejor liberen a los presos de Oaxaca y Ayotzinapa.
*Rector de la UACM