Opinión
Ver día anteriorMartes 17 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Conclusiones de Los Cabos 2015
P

rimero, las buenas noticias. En su cuarta edición, el Festival Internacional de Cine de Los Cabos mantuvo incólumes sus mejores virtudes, que son las de propiciar la producción del cine mexicano de calidad. Eso se consigue con una cantidad más que generosa en premios. Un total de 480 mil dólares se otorgó ya sea en efectivo o con servicios a las películas en las diversas modalidades de concurso.

Según se sabe, el festival de Los Cabos da especial importancia a los proyectos en desarrollo y a las películas en posproducción. Fueron ocho los premios paralelos y de industria para diferentes títulos que, ciertamente, podrán realizarse, distribuirse o terminarse, de acuerdo con su categoría. Además está el Gabriel Figueroa Film Fund, apoyado por el Instituto Mexicano de Cinematografía, que premió a otros tantos proyectos en proceso de posproducción.

Mientras, en la sección oficial, en la competencia llamada México Primero, el jurado tuvo el buen gusto –a diferencia de lo recién ocurrido en el festival de Morelia– de premiar Te prometo anarquía, la inspirada película de Julio Hernández Cordón, ganadora además del premio de la crítica (Fipresci). El premio del festival fue de 15 mil dólares.

El principal problema del festival de Los Cabos es estar situado demasiado cerca de su rival de Morelia, por lo que la repetición de títulos se vuelve inevitable. Ya vistas en el festival michoacano estaban cuatro competidoras, además de Te prometo anarquía: Almacenados, de Jack Zagha Kababie; Chronic, de Michel Franco, Las elegidas, de David Pablos, y Un monstruo de mil cabezas, de Rodrigo Pla, lo cual da al asunto un aire de dèjá vu. Tal vez sería recomendable para Los Cabos un pequeño retraso en fechas –inicios de diciembre, digamos– con el fin separar más ambos encuentros, y permitir el estreno de otras películas mexicanas, si acaso.

Por otro lado, su compacto programa de exhibición siguió ofreciendo películas atractivas de los otros dos países del TLC, Canadá y Estados Unidos. Ciertamente ofrecer muestras de cine independiente como Nasty Baby, de Sebastián Silva; James White, de Josh Mond; la ganadora Room, de Lenny Abrahmson, Sleeping Giant, de Andrew Cividino, y Tangerine, de Sean Baker, entre otras, fue quizá la única oportunidad de ver en pantalla grande dichos títulos.

Otro problema fue evidente en los estragos dejados por el huracán del recorte presupuestal. El festival acusó una reducción de su personal y el fantasma de la desorganización comenzó a asomarse. Tal vez la principal queja fue la lejanía de la mayoría de los hoteles –de primera, eso sí– en que estaban alojados los numerosos invitados. Así, el desplazamiento a Puerto Paraíso, el mall sede del festival, se hacía muy largo e impráctico. Al parecer un gran hotel céntrico no estuvo terminado a tiempo y hubo que dispersar a todos los huéspedes.

Uno no puede quejarse tantísimo al ser alojado en un hotel que quedaba a 10 minutos en coche de Puerto Paraíso. Sin embargo, fue frecuente que el transporte programado no pasaba a tiempo o, simplemente, no estaba disponible. Como ocurre con todos los festivales desperdigados –Guadalajara lleva años sufriendo ese fenómeno–, donde el uso de vehículos es imprescindible, estos resultaron escasos y la demanda rebasaba por mucho a la oferta.

Tampoco se contó con un punto de encuentro que facilitara el contacto personal. Cancelado el Hospitality Suite, el azar se volvió el único propiciador del encuentro. Digamos que el eslogan del festival no pudo cumplirse: no pudimos ver lo que hacían los vecinos porque nos quedaban demasiado lejos.

Con todo, de entre los ciento y tantos festivales que se llevan a cabo, ahora en México, el de Los Cabos sigue teniendo la ventaja de contar con un perfil distintivo que le da una especial razón de existir. Su óptimo funcionamiento es sólo cuestión de pulir ciertos detalles.

Twitter: @walyder