os terribles sucesos de los ataques terroristas coordinados contra París, además de provocar una enorme rabia, tristeza y desaliento, nos obligan a reflexionar sobre lo que verdaderamente está sucediendo en el mundo de hoy y las consecuencias que han acarreado las condiciones previas a esos lamentables sucesos. Independientemente del éxito o fracaso de las medidas de seguridad que existen en Europa o en determinados países, las situaciones que están atrás de los hechos y sus manifestaciones a través de la violencia, es quizá lo más importante de analizar para evitar o prevenir estos actos que cada vez suceden con más frecuencia.
El dolor de las familias ha sido indescriptible y conmovedor, a tal grado que no ha sido posible analizar detalladamente la motivación de aquellos desesperados que provocaron y generaron esta complicada situación. No es la primera vez que ocurre en el transcurso del 2015, ni en Francia ni en otros lugares del mundo. El 7 de enero del presente año ocurrió el golpe mortal contra la revista de crítica y corte sarcástico llamada Charlie Hebdo, en el mismo París, con la pérdida de vidas humanas de colaboradores y editores de esa publicación, así como los dramáticos hechos violentos en Turquía, Líbano, concretamente en Beirut, y otros más que han sacudido al planeta y que han sido difundidos por todos los medios de comunicación.
Simultáneamente ha ocurrido un deterioro constante en la situación del Medio Oriente, que ha generado una desesperada emigración de personas y familias completas de Siria y otras naciones, al grado que ya suman millones los casos que representan un enorme sacrificio y riesgo personal, pero también un grave problema para los países europeos que es hacia donde se dirige ese increíble flujo de niños, jóvenes, ancianos, mujeres y hombres que por falta de esperanza y oportunidades están buscando cómo proteger su vida de los ataques sistemáticos de las fuerzas militares del gobierno de Siria, apoyado por grupos de poder y algunos de los presidentes y primeros ministros de Europa.
Desde hace muchos años los países árabes se volvieron el centro del interés y la lucha por el dominio político y económico para el control de los vastos recursos naturales, principalmente petróleo y gas, así como por la posición estratégica para la defensa o el dominio militar y el manejo del mercado de las drogas de una amplia zona. Esa estrategia propició el surgimiento de muchos gobiernos corruptos y dictatoriales en esos países, que se cobijaron y fueron protegidos o sostenidos por las grandes economías mundiales, sin ninguna consideración o respeto a los derechos humanos y sociales de la población.
Por ningún motivo es de justificarse la violencia terrorista como la que hemos visto en estos recientes meses y años, pero tampoco la pérdida de vidas inocentes de niños y familias que ha sido un producto claro de la ambición de poder y la avaricia de políticos sin principios ni valores humanos. El mundo tiene que ponerse por encima de los intereses mezquinos de gente sin sentimientos y sin alma que lo único que les importa es el poder y el dinero. Al amparo de esos objetivos que han degradado y ofendido al ser humano no puede estar prevaleciendo un pequeño grupo, pequeño en todos los sentidos, amparado en la impunidad y el anonimato, ni sentirse inmunes o iluminados. Nadie puede o debe disponer de la vida de personas inocentes, nadie debería cometer los abusos y hechos de sangre que permanentemente estamos atestiguando.
Acaso la explotación indiscriminada de los recursos naturales, minerales, energéticos, de bosques, mares y praderas justifican para esos intereses la depredación no sólo de la naturaleza, sino de la vida y la conciencia de los individuos. Estas visiones enfermizas han degenerado la vida moral e intelectual de los seres humanos, han provocado una enorme desigualdad económica y social, una pobreza extrema y la desesperación y el abandono de muchos. Este camino que el mundo ha seguido va al fracaso, porque polarizará seguramente en mayor medida y destruirá las condiciones para una vida justa y digna.
Ni los que se sienten poderosos jamás agotan sus fortunas ni en generaciones completas, ni tampoco hay la suficiente paciencia e inactividad contra esos hechos. Es necesario analizar con seriedad y profundidad lo que nos está pasando con esa evolución deformada de las relaciones humanas. Nadie es o debe considerarse intocable, ni nadie puede pasar por encima o pisotear a los demás, sólo por la obsesión y la vanidad enfermas de poder y de un reconocimiento que normalmente no llegan a alcanzar.
Todos tenemos conocimiento de los hechos violentos y el levantamiento de los pueblos de los países árabes en los recientes años, en contra de la explotación cruel y las dictaduras de países como Túnez, Libia, Egipto, Siria, entre otros. Esas rebeliones no ocurrieron espontáneamente de la noche a la mañana, sino que fueron producto de 30, 40 o 50 años de sometimiento y explotación de esos pueblos, hasta que se cansaron y se levantaron en rebeldía.
Al mismo tiempo, las fotos y videos de los niños tirados en la playa y adultos que se ahogaron o perecieron en un intento de migración ilegal y desesperado para proteger su libertad y su vida, recorrieron y conmovieron al mundo. Parece que ya olvidamos el llanto que derramamos por ellos. Pero esas tragedias tienen una explicación y un origen, tienen culpables por mucho que éstos pretendan esconderse o permanecer en el anonimato. Por ello, el título de este artículo es la palabra más mencionada en los días pasados en las redes sociales: #rezar por París, (#pray for Paris, como se dice en las redes sociales del mundo) pero también es tiempo de revisar con sensibilidad y mucho cuidado, para entender mejor esta terrible y dramática historia, la otra expresión que es #rezar por Siria (#pray for Siria).