Música para una estrella moribunda surgió en el observatorio ALMA
Desde el desierto de Atacama, en Chile, 66 gigantes antenas parabólicas registran las ondas de la esfera celeste R Sculptoris, que fallece lentamente
Lunes 23 de noviembre de 2015, p. 9
Once melodías fueron creadas a partir de las frecuencias emitidas por un astro agonizante. Música para una estrella moribunda es el título del disco que surgió desde el ALMA, el observatorio astronómico más grande del mundo. Las ondas de radio del objeto celeste, a mil 500 años luz de la Tierra, forman la partitura de una canción cósmica.
Desde el desierto de Atacama, en el norte de Chile, a 5 mil metros de altura, un ejército de 66 gigantescas antenas parabólicas perciben y registran las frecuencias de esta esfera luminosa que fallece lentamente. Una excesiva liberación de energía y un intenso brillo han anunciado su extinción.
Los logros de la investigación científica deben ser propiedad de la humanidad. Nos gustaría compartir un formato tan familiar como la música y crear obras de arte en colaboración con el universo
, se anuncian las piezas sonoras.
Si Maurice Ravel escribió Pavana para una infanta difunta, y Wolfgang Amadeus Mozart y Giuseppe Verdi regalaron a la humanidad un inmortal Réquiem, el ALMA (Atacama Large Millimeter/submillimeter Array) observó el titilante morir de la estrella R Sculptoris, detectó las débiles ondas de radio emanadas del distante astro y las convirtió en una fúnebre canción.
Florecer cerca del ocaso, Pensamientos de colores, Limbo y Las olas de frecuencia son algunos títulos de las 11 canciones creadas por artistas internacionales como Taeji Sawai, Takagi Masakatsu, Throwing a Spoon y Christian Fennesz. Notas dulces de metal navegan y se expanden por el cosmos. Estoy aquí, es un milagro, nadie ha venido tan lejos
, se oye entre los tañidos de piano y chelo.
Los cánticos moribundos pertenecen a R Sculptoris, una estrella gigante roja en la constelación del Escultor. En su último aliento expide al espacio grandes cantidades de gas a medida que se agota su reserva de combustible. La gran masa, en su mayoría de hidrógeno y helio, puede observarse fácilmente con un telescopio de aficionado de tamaño medio y percibir sus lentas variaciones de brillo.
El observatorio astronómico de Atacama, en cambio, no usa lentes para mirar hacia la bóveda celeste: las antenas parabólicas en conjunto son un ojo de 27 kilómetros de diámetro que captura la luz en forma de ondas de radio.
Los datos recibidos fueron transformados en la música para el astro en etapa terminal. Basados en las observaciones, las imágenes de 70 frecuencias de radio fueron trasladadas a 70 discos musicales especialmente diseñados para rotar sobre la caja de música del ALMA. Como una metáfora de las antiguas cajas de música, los discos tienen orificios que corresponden a los puntos de intensidad de la emisión.
Las melodías de la Caja de Música del ALMA se encuentran disponibles desde el 27 de octubre en la tienda iTunes, en la compilación titulada Music for a dying star (Música para una estrella moribunda).
El proyecto surgió en una colaboración del Observatorio Astronómico Nacional de Japón, el laboratorio creativo y tecnológico Party NY y Qosmo, estudio especializado en sonido, datos e interacción.
Actualmente, el proyecto de la Caja de Música del ALMA se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo del Siglo XXI, en Kanazawa, Japón. Una antena en miniatura, como las de 12 metros de diámetro que se encuentran en el llano de Chajnantor, en el desierto de Atacama, se integra en la muestra, además de varios de los receptores que captan las ondas de radio.
Además de estar disponible en la tienda de Apple, también se puede adquirir y conocer más de estos sonidos que nacen de la muerte a millones de años luz en el sitio www.almadyingstar.jp/