ubes negras pasaban entre mis ojos al amanecer y en la tarde en la plaza no desaparecían. En la misma forma se instaló el aburrimiento que rumiaba toro a toro. En última instancia si Don Quijote (que en este año se cumplen 400 años de la impresión de la segunda parte del universal libro; La Jornada Semanal, 22/11/15) tuvo desbordada la fantasía y el juicio desquiciado. Acabó sus días en posesión del más cabal conocimiento, hizo famosas las palabras según las cuales en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Más los cabales más fantasiosos que el Quijote salimos del coso de Insurgentes no aburridos, sino en depresión total.

Los toros de Jaral de Peñas guapos y con trapío repitieron el común de la temporada. Desfile de toros tambaleantes, desgalichados que acaban con la suerte de varas y de repente alguno como el tercero de los corridos la tarde de ayer que “como la boda se va pa’ arriba”. Lástima que Diego Silveti que tantas esperanzas generó en los aficionados se vio por debajo del toro. Fue un milagro que saliera por su propio pie. En dos ocasiones el toro le levantó los pies del suelo y en el tendido pensamos lo peor. Afortunadamente los toreros son de chicle y regresó a despachar al toro como si nada. Algunas señoras conmovidas pidieron la oreja y el cariñoso juez se la con­cedió y los de hueso colorado protestaron.

Es por eso que don José Cervera el andaluz, cantaba.

Sangre vieja, la muleta / se duerme sobre el morrillo / y la divisa sin brillo / se rinde a quien la sujeta / ¿No vienes, toro? / yo, quieta / tengo la planta por ti / y mi seda carmesí / te cita por soleares / y vengas aquí.

El problema es cuando el toro llega aquí. Por eso decía Federico García Lorca:

Con Homero, canto / ciego. Su voz tenía / algo de mar sin luz / y naranja exprimida.

A lo que agrego, la fiesta brava en la actualidad; como a los limones, les falta el jugo. En espera de que lo ponga Diego Urdiales el próximo domingo. Al fin los aficionados somos desquiciados.

Al salir sobre el cielo negro culebrinas anaranjadas.