El encuentro en Jalisco entregó al autor catalán el premio en Lenguas Romances
Ante un auditorio abarrotado el novelista reflexionó sobre sus libros, difíciles, que llevaba hasta sus límites
, los cuales, tras ser publicados, se convertían en callejones sin salida
Criticó el triunfo actual de los novelistas con tendencia obtusa al desfile cinematográfico de las cosas
Domingo 29 de noviembre de 2015, p. 2
Guadalajara, Jal.
Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) conserva una ilusión: que la literatura sea una obra de arte por sí misma, no por lo que describe. Alrededor de esa idea giró el discurso que ofreció el escritor durante la ceremonia inaugural de la 29 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara 2015, a la que asistió el premio Cervantes, Fernando del Paso.
“He venido a hablarles del futuro. Supongo que del futuro de la novela, aunque quizá sólo del futuro de este discurso. Voy a contarles cómo, durante años, imaginé que se presentaba el futuro. Sitúense en 1948, el año en que nací, en la tarde de agosto en la que un disco extraño y casi silencioso comenzó a sonar en las emisoras de música de Maryland, y pronto se fue extendiendo por la costa Este, dejando una estela de perplejidad en sus casuales oyentes. ¿Qué era aquello? No se había oído nunca nada igual y, por tanto, aún no tenía nombre, pero era –ahora lo sabemos– la primera canción de rocanrol de la historia. Quienes la oían entraban de golpe en el futuro.” Así comenzó el ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances de este año.
Vila-Matas, acompañado por personalidades de la política nacional, local y delegados de Reino Unido, por ser el país invitado de honor, dijo que la música de ese disco de The Orioles parecía provenir del éter y flotar sobre las ondas del aire de Maryland.
“Aquello, señoras y señores, era el rocanrol llegando con la reposada lentitud de lo verdaderamente imprevisto. La canción se titulaba Demasiado pronto para saberlo, y era la primera grabación de The Orioles, cinco músicos de Baltimore. Sonaba rara, nada extraño si tenemos en cuenta que era el primer signo de que algo estaba cambiando”, agregó.
Eso dio paso a una aguda reflexión sobre su literatura, libros difíciles que llevaba lo más lejos posible, hasta sus límites
, los cuales, tras ser publicados, se convertían en callejones sin salida
que lograba de una forma consciente, porque ese era el punto al que buscaba llegar.
“Cada libro que escribía parecía llevarme a dejar de escribir. Lo publicaba y me instalaba en un estado de callejón sin salida, y los amigos volvían a hacerme la pregunta habitual: ‘Y después de esto, ¿qué vas a hacer?’ Y yo pensaba que todo había terminado. Me costaba salir de ese callejón. Pero, por suerte, siempre a última hora, me acordaba de que la inteligencia es el arte de saber encontrar un pequeño hueco por donde escapar de la situación que nos tiene atrapados.”
Dijo que esos callejones sin salida han sido el motor central de su obra, por eso su discurso se centraba en el futuro, pues se afirmó especialista en narrar previamente los viajes que realiza, adelantarse a lo que pueda pasar y contarlo mediante artículos de prensa, para luego viajar al lugar y vivir allí lo escrito.
Como tengo esa costumbre de narrar los viajes antes de hacerlos, he escrito previamente este discurso antes de salir de Barcelona rumbo a Guadalajara. Bueno, sé que es obvio que lo he escrito antes, pues de lo contrario no estaría leyéndolo ahora. La ventaja de esto es que conozco cómo acaba, lo que demuestra que, en contra de lo que se cree, el futuro no es a veces tan indescifrable
, afirmó ante las risas de cientos de personas que abarrotaron el salón Juan Rulfo, el principal de Expo Guadalajara, sede de la FIL.
Luego recurrió a Robert Walser, escritor suizo. Dijo que le gustaría escribir alzándome sobre la pesada vida terrestre
, logrando, como Sergio Pitol, “el de El mago de Viena”, una literatura compacta en la que el autor disuelva las fronteras entre los géneros, textos unidos por una estructura de cohesión perfecta, “prosa a cuerpo descubierto, la prosa del nuevo siglo.
De cara a la narrativa que yo creía que estaba por venir, uno de mis puntos de orientación era el anartista Marcel Duchamp. Artista no, decía de sí mismo: anartista. En diferentes ocasiones, pensando en su legado, insinué que tal vez no sólo íbamos a dejar atrás por fin la anquilosada narrativa del pasado, sino que iríamos hacia una novela conceptual: un tipo de novela que recogería el intento de Marcel Duchamp de reconciliar arte y vida, obra y espectador. Tenía presente lo que decía Octavio Paz de esa reconciliación propuesta por Duchamp: el arte fundido a la vida es arte socializado, no arte social ni socialista, y aún menos actividad dedicada a la producción de objetos hermosos o simplemente decorativos.
Dijo que esa creencia se refería a escribir libros hechos para ser mirados y escuchados, no sólo para ser leídos, que su escritura no fuera acerca de algo, sino algo en sí mismo.
Cuando el sentido es dormir, las palabras se van a dormir. Cuando el sentido es bailar, las palabras bailan. Los novelistas engendran obras discursivas porque se centran en hablar sobre las cosas, sobre un asunto, mientras el arte auténtico no hace eso: el arte auténtico es la cosa y no algo sobre las cosas: no es arte sobre algo, es el arte en sí
, recalcó.
Consideró que, sin embargo, luego las cosas se torcieron
, y entre sombras de Grey ahora triunfa la corriente de aire, siempre tan limitada, de los novelistas con tendencia obtusa al desfile cinematográfico de las cosas
.
Criticó una industria editorial que está erradicando lo que puede parecer demasiado intelectual, lo cual pone en la desolación el punto de vista literario, si es que aún existe
, en una época donde los escritores son supervivientes de una especie en extinción, tipos complicados, de un coraje tan antiguo como el coraje mismo, fascinantemente obsesivos
.
Luego, afirmó que su biografía va del nacimiento del rocanrol a los atentados de este noviembre, en París
, conmovido hoy con relatos como el de un joven de 33 años gravemente herido en la columna vertebral por una bala de KalaShnikov en el atentado a la revista Charlie Hebdo, internado en un hospital y luchando por sobrevivir.
“Desde ese cuarto de hospital francés he pensado en los emigrantes de la guerra de Siria que, después de haber arriesgado la vida, ponen pie en tierra en una isla del Mediterráneo, y luego lentamente se van alzando, se van elevando, también para sentir que vuelven a ser. Y al pensar en ellos he oído el eco de las voces de los supervivientes que nos hablan en el documento de Svetlana Alexievitch sobre Chernóbil. El libro no trata tanto de la catástrofe general como del mundo después de esa catástrofe.
El libro habla de cómo la gente se adapta a la nueva realidad. Esa realidad que ya ha sucedido, pero aún no se percibe del todo, pero está aquí ya, entre todos nosotros, susurra el coro trágico. Y ustedes ahora me van a perdonar, pero lo que dicen las voces de Chernóbil, el gran coro, es el futuro
, concluyó el galardonado.
Durante el acto inaugural que incluyó la entrega del premio FIL, acompañaron a Vila-Matas, además del presidente de la FIL, Raúl Padilla, el rector de la Universidad de Guadalajara, Tonatiuh Bravo; los gobernadores de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón; de Morelos, Graco Ramírez, y de Jalisco, Aristóteles Sandoval, además de alcaldes de la zona metropolitana de Guadalajara.