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De la guerra santa, mediática y cristero-sionista
L

as formas de satanización y chivateo mudan con los años. Hoy, por ejemplo, sería poco serio calificar al semejante con señalamientos que en otras épocas eran causa de graves represalias: impío, hereje, masón, puto, judío, comunista, etcétera.

En algunas cosas hemos avanzado, y nadie se escandalizaría si el articulista dijese que le encantaría tener relaciones sexuales con alguien de su género. ¿Por qué no? Con tal de que no sea un pinche fascista de clóset…

Sin embargo, en algunos ámbitos ilustrados se considera políticamente correcto insinuar o denunciar que alguien es antisemita o terrorista. Calificativos más insidiosos, peligrosos y miserables que populista, nacionalista, estatista, etcétera.

Hace unos meses, a raíz del artero asesinato de los editores de la revista francesa Charlie Hebdo, el prestigiado doctor Jean Meyer se escandalizó con las declaraciones de un par de jóvenes franceses que habrían dicho: “…Toda esta historia es una manipulación. Los matones eran mercenarios contratados por los servicios secretos para lanzar a los franceses contra el islam… Es el Mossad que lo hizo. Como la Asamblea Nacional reconoció a Palestina, Israel quiso castigar a Francia” (Le Monde, 17/1/15).

Busqué la fuente original ofrecida por Meyer, en su artículo Francia y sus musulmanes (El Universal, 15/2/15). No la encontré. Soy algo inútil para rastrear en la web, y desde ya agradecería que Jean pueda guiarme. Por ahora, me interesa que el lector retenga el nombre de los jóvenes a los que Le Monde habría entrevistado: Bylal y Mohammed.

Sigue Meyer: “Por cierto, en un diario ‘nuestro’ (N de la R, o sea La Jornada, 14/1/15), el profesor Alfredo Jalife-Rahme machacó lo mismo (N de la R, de lo declarado por los jóvenes)… Y su colega José Steinsleger aumenta la carga: ‘los pitufos podrían haber recordado que el tenebroso califato llamado Estado Islámico de Irak es un Frankenstein creado, financiado y entrenado por la CIA, el Mossad y la OTAN’. Si estos intelectuales son capaces de escribir tales cosas y de envenenar la red con sus cuentos, los muchachos franceses son perdonables”.

Aclaración necesaria: erudito reconocido por tirios y troyanos, Jean Meyer es uno de los intelectuales más sólidos de la derecha mexicana. Y sus investigaciones en torno a la guerra cristera son de ineludible consulta para entender uno de los capítulos más dramáticos de la revolución (La Cristiada, Siglo XXI, 1973).

Tal es lo que me importa de Meyer, junto con muchos otros de sus libros que han enriquecido el conocimiento de nuestra historia, sin prejuzgar que La Cristiada fuera dedicada al caudillo Aurelio Acevedo, quien dijo: El coraje cristero es grande, y no cede, y no pasa. ¿Pía resonancia de la España única e indivisible por la gracia de Dios?

Mire, doctor Meyer. Del colega Jalife-Rahme no voy a ocuparme, pues bien sabe defenderse (¡y cómo!) de sus enemigos. Pero así como su alter ego Voltaire, estoy dispuesto a defender su derecho, o el de cualquiera, a decir que Alfredo y este servidor envenenamos la red con cuentos. Pero con argumentos, brother.

Más bien, Jean, le propongo reflexionar sobre una curiosa sincronía: ¿no llamó su atención que los terroristas inmolados en el atentado del mes pasado en París se llamaban…¡Bylal y Mohamed! Bylal Hadfí y Mohamed Abdel. Curioso, ¿eh? ¿O será demasiado osado sospechar que la policía de París envenenó con cuentos la red?

El historiador judío Shlomo Sand (tan erudito y reconocido como el devoto y liberal Meyer) recordó que el mismo día en que se produjo el crimen de Charlie Hebdo, el islamófobo Michel Houllebecq presentó su libro Soumission la France musulmane, publicado en España con el título Sumisión (Anagrama, 2015). ¡Éxito de ventas!

En su texto A fetid wind of racism hovers over Europe (Un viento fétido de racismo se cierne sobre Europa), Sand empieza con una frase de Houllebecq de 2001, en la que dice: “La lectura del Corán es repugnante. Desde que nace, el islam se distinguía por su voluntad de someter el mundo. Su naturaleza es someter…” (Counterpunch, 16/1/15).

Agrega: “En 1886 se publicó en París La France juive (La Francia judía), de Edouard Drumont… Estos dos libros, cada uno en su época, han gozado de una considerable y calurosa cobertura en los medios de comunicación. Hay, ciertamente, diferencias entre ellos… Houllebecq sabe que, a principios del siglo XXI, ya no es aceptable generar temor frente a una amenaza judía, pero que sigue siendo fácilmente aceptable vender libros implicando una amenaza musulmana”.

De veras, Jean: ¿aceptaría usted reflexionar conmigo acerca de los verdaderos enemigos de la humanidad? No diré más. Que en esta Navidad, Dios le dé paz, junto a los suyos.