l filósofo Luis Villoro (1922-2014) utilizaba el término creencia
como un concepto epistémico que definía como un estado disposicional adquirido, que causa un conjunto coherente de respuestas y que está determinado por un objeto y situación objetiva aprehendidos. Villoro distinguía dos tipos de creencias: las creencias básicas que conforman el trasfondo y el supuesto de nuestro entendimiento del mundo y las creencias de las que damos razones y que se adquieren por otras creencias o por nuestra experiencia en el mundo ( Creer, saber, conocer, México, Siglo XXI, 1982).
Quien cree, justificadamente o no, defiende su convicción, pues cree que es real y verdadera. Las creencias pueden ser individuales, o compartidas por un grupo de pertenencia. En general son culturalmente construidas y se transmiten de generación en generación. Los padres hablan con sus hijos ejerciendo influencia sobre ellos sobre sus creencias valorativas, religiosas, políticas o sociales. Los maestros continúan esa práctica.
Todo mundo posee creencias y entre más años han pasado en esa su posesión, en general más difícilmente las erradicarán. Hay un problema social con todo esto, sin duda. Son relativamente pocas las personas que tienen acceso al conocimiento científico, que es también una creencia, pero que tiene una particularidad para el científico. Sabe que sus saberes son hipótesis que serán tomadas por verdaderas provisionalmente: mientras los hechos no derrumben una determinada su verdad
, o mientras otras investigaciones pueden demostrar que una cierta hipótesis era parcial o totalmente errónea.
Es claro que entre mayor sea el número de personas en una sociedad con creencias equivocadas respecto el mundo real, y mientras más lejanas del mundo real sean esas creencias, peor calidad de vida tendrá esa sociedad. Apuntemos que esa distancia entre las creencias o percepciones equivocadas respecto al mundo real, es uno de los factores explicativos de la aludida calidad de vida.
Un sondeo de la encuestadora británica Ipsos Mori ha determinado cuáles son los países en los que sus habitantes tienen una idea más equivocada sobre su propia realidad. México se ubica a la cabeza de 33 países selecccionados para este estudio de percepción errónea.
Los países seleccionados fueron los siguientes, a través del sistema Panel Ipsos Online: Argentina, Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, Chile, China, Colombia, Francia, Alemania, Hungría, India, Irlanda, Israel, Italia, Japón, México, Montenegro, Países Bajos, Nueva Zelanda, Noruega, Perú, Polonia, Rusia, Arabia Saudita, Serbia, Sudáfrica, Corea del Sur, España, Suecia, Gran Bretaña, Turquía y Estados Unidos.
El informe, titulado Los peligros de la percepción, trata de desentrañar el grado de conocimiento de los nacionales de un país sobre temas como los siguientes: cuánta riqueza pertenece al uno por ciento más poderoso; la gravedad del problema de la obesidad; cuánta inmigración existe, cuál es la edad media o la penetración de Internet en el citado territorio. Fueron hechas 13 preguntas y la distancia entre la percepción promedio de los encuestados de cada país respecto a sus propias realidades fue considerable; también lo fue la distancia entre sí de los países encuestados.
De acuerdo con el reporte que sobre el informe realizó Russia Today (RT), uno de los errores más comunes está vinculado con la posesión de la riqueza, ya que globalmente se cree que el uno por ciento tiene 59 por ciento, aunque, en realidad, la cifra supera sólo
23 por ciento del total.
“En cuanto a la inmigración, el promedio estima que 23 por ciento de la población de su país es inmigrante, cuando la cifra real no rebasa 10 por ciento.
Tras comparar todos los datos, Ipsos Mori otorgó los honores
de ubicar a la cabeza a México. En el segundo puesto ubicó a India. En los primeros 10 lugares se sitúan otros cuatro países latinoamericanos (Brasil, en tercer puesto; Perú, en cuarto; Colombia, en sexto y Argentina, en noveno). En la quinta posición se ecuentra Nueva Zelanda; séptima, Bélgica; octava, Sudáfrica; décima, Italia, y undécima, Rusia. En el otro extremo, la mejor percepción de la realidad la tiene Corea del Sur.
De manera paradójica, los mexicanos encuestados no se atrevieron a dar una cifra sobre la proporción de la riqueza que posee el uno por ciento de la población (36 por ciento). Sobre la obesidad, el promedio de respuestas de nuestros compatriotas creen que es de 53 por ciento (la realidad es 69 por ciento). Respecto a la proporción de no creyentes de ninguna religión, la respuesta promedio fue 35 por ciento, aunque el último censo recogió la cifra (probablemente falseada) de 5 por ciento. La respuesta respecto al porcentaje de población inmigrante en el país, los mexicanos respondieron (en promedio) que sería de 22 por ciento, aunque sólo es de uno por ciento. Los mexicanos creen que la población es sensiblemente más vieja de lo que es: la respuesta promedio fue 44 años, aun cuando es de 28. Finalmente, creen que las mujeres que trabajan son 26 por ciento de la población, aunque la proporción real es 42 por ciento.
Se trata de una falla grave de la escuela, de las familias y de los medios de información. Aunque los padres de familia fueron informados por esas malas escuelas y esos pésimos medios de información. Y de un gobierno al que quizá le es conveniente mantener altamente desinformada a la sociedad a la que desgobierna.