uchas páginas he escrito en este espacio sobre la reforma educativa. Seguramente más, por años y años, sobre la necesidad de la reforma de la educación superior; pero mis aportaciones acerca de la educación básica crecieron con las decisiones y actos del presente gobierno.
Estoy en desacuerdo con el discurso, mucho más con los actos de la CNTE; sin embargo, la historia del SNTE es mil veces peor que lo que pueda decirse de la CNTE. En última instancia ésta es una hija sediciosa del SNTE y de los gobiernos que lo crearon, sostuvieron y corrompieron sin freno.
Los niños mexicanos que han asistido por décadas a las escuelas públicas de educación básica han vivido en el peor de los mundos posibles. Un sistema de pésima calidad, mucho peor que el de países con territorio, población e ingreso per cápita sensiblemente menores al de México.
Nada hay de extraño en la deplorable calidad de la educación básica. Ha estado abandonada por el Estado por más de medio siglo. Y es que este país no ha tenido un sistema de educación básica propiamente dicho, sino (como siempre, hay excepciones) una enorme aglomeración de corrales para mantener encerradas unas horas cada día a los niños; corrales atroces y más miserables cuando son para los muchos millones de niños parias que la atroz desigualdad social mexicana determina. En el extremo no hay ni corral: ha sido debajo de la fronda de un árbol y sentados en unas piedras con escuelas multinivel
, que han quedado asignadas a las poblaciones indígenas.
Esto que describo someramente, a partir de los años 60 fue cada vez menos un sistema educativo para convertirse en un inmenso mecanismo de manipulación de grandes masas, de niños y sus padres, con propósitos políticos inefables: las pandillas que manejaron la educación básica tenían una herramienta crecientemente poderosa para convertirse no en un poder fáctico, sino en parte medular de los gobiernos priístas y también panistas que han gobernado
este país.
El poder político de esas pandillas creció más allá de todo cálculo que pudo haberse hecho por sus propios creadores. El extremo de ese poder absolutamente ilegítimo llegó al límite de la impudicia y la inmundicia con la maestra
Gordillo.
La descentralización política
, que se expandió como mar de leva, convirtió en feudos las entidades federativas, en las que aparecieron unos jerarcas llamados gobernadores
; reyezuelos feudales en realidad. Pero, en tanto los reyezuelos podían ser absolutistas corruptos en el marco de las fronteras de sus estados, la SNTE se volvió una estructura nacional de poder cuasi incontrastable. Designaba a los secretarios de educación
de los estados, y a toda o la mayoría de las pandillas que dirigían la educación básica en cada estado. Pero no sólo eso, también designaba presidentes municipales aquí y allá, y mucho más (Lotería Nacional, Issste, curules y un gran etcétera). El tamaño de la corrupción fue inconmensurable. Sólo los millones que acumuló la Gordillo dan una pálida idea del saqueo que permitían los poderes públicos, más los abundantes dineros que les entregaban por la vía del presupuesto público de la nación.
En el Pacto firmado por EPN y todos los partidos, la educación ocupa los puntos 7 a 15 y están todos planteados en la reforma constitucional que al respecto propuso EPN en su iniciativa pactista. Lo principal es el sistema de evaluación educativa (puntos 7 y 8). Se incluyó también la creación del Servicio Profesional Docente (punto 12), el fortalecimiento de la educación inicial de los maestros (punto 13) y el incremento de la cobertura en educación media superior y superior (punto 14).
Todo ello fue resumido en la necesidad, se dijo, de recuperar la rectoría de la educación para el Estado
. Recuperar…, un verbo exacto como confesión de parte del abandono de la educación básica que habían hecho los propios gobiernos. Y no sólo era el abandono, sino el empoderamiento sin fin que le construyeron a las camarillas del SNTE que hicieron de los maestros una masa de maniobra, y los sumieron en mecanismos corruptos, como la venta de plazas y la herencia de las mismas.
Después de los primeros pasos gubernamentales de EPN, numerosas voces dijimos que lo que estaba ocurriendo –obviamente, celebrando en grande que echaran de una buena vez a la hipercorrupta– no era una reforma educativa. Personalmente escribí varias veces en este espacio que estaban poniendo la carreta delante de los bueyes.
Bien, todo parece indicar que han reconocido que no hay reforma educativa: se han puesto a hablar de nuevos contenidos educativos, de formación de profesores, de nuevos modelos pedagógicos. Lo que llamaron reforma educativa
tenía en los hechos el propósito principalísimo de quebrarle la espina dorsal al poder del SNTE; no se diga la de la CNTE. La forma como se hizo ha sido objeto de críticas mil; las opiniones abundan, pero es preciso destacar el objetivo de acabar con el poder del SNTE y entenados adyacentes adversarios. Más allá de los modos del gobierno, así como de la CNTE, este objetivo me parece plausible, aunque el trabajo está inconcluso. Sin consumar esta tarea una reforma educativa propiamente dichas es imposible. Pero nadie puede decir que ahora sí tendremos reforma educativa. Veremos pronto cuáles son esos nuevos contenidos, esos nuevos modelos pedagógicos y cómo se formará en ellos a los profesores.