l año que termina, entre otras manifestaciones, se festejó la presencia de Gran Bretaña en el país. En contrapartida, algunos artistas mexicanos tuvieron cabida en espacios británicos, pero la verdad es que salvo lo que supimos y pudimos ver de Rivelino, los interesados no tuvimos noticia de la selección de creadores nacionales invitados y menos aún de las razones que adujeron los que realizaron la elección y ni siquiera sabemos a ciencia cierta quiénes fueron los escogidos y cuáles fueron los espacios que ocuparon. Quizá este tipo de pormenores, en el futuro inmediato, adquieran transparencia con la creación de la Secretaría de Cultura, a no ser que su estructura se convierta en una pirámide más difícil de escalar entre los integrantes del campo artístico.
Las exposiciones británicas montadas en el Museo Nacional de Arte (una muy apreciable colectiva que incluyó desde tres obras de Turner hasta el espectacular, aunque no muy gustado, políptico de Hockney), además de las individuales de William Kentridge y Jeremy Deller en el Muca, pudo quizá haber contado en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara con la presencia de algún escritor británico. En lengua inglesa se contó con la valía, poco destacada y poco promovida, de uno de los más famosos escritores actuales: el estadunidense Jona-than Franzen, quien en 2001 obtuvo el Premio National Book, pero creo que el invitado por antonomasia (ignoro si se le extendió invitación) pudo haber sido un autor que entre varios mexicanos y latinoamericanos es de culto
. Me refiero a Julian Barnes, quien hasta donde sé figuró entre decenas de autores candidateados para el Nobel de este año.
Hasta donde puedo recordar, Barnes desató en México profunda admiración cuando vieron la luz, primero en el original y luego en traducción de Anagrama, dos libros suyos: El loro de Flaubert y La historia del mundo en 10 capítulos y medio. Este mismo año Knopff acaba de publicar con el subtítulo Ensayos sobre arte una colección de narraciones que giran en torno a cuadros de su predilección (Barnes presta muy particular atención a los ambientes, los entornos arquitectónicos y desde luego las pinturas), entre las cuales destaca su visión histórica, perfectamente investigada acerca de la historia que la generó, de La balsa de la Medusa de Gericault (1791-1824), autor de esa pintura que se encuentra en el Louvre acerca de la cual giran muchas historias. Fue realizada a partir de la crónica sobre una expedición que dieron a conocer dos sobrevivientes de lo que inicialmente fue un naufragio que dio lugar a la confección de una balsa en la que ocurrieron motines, posibles asesinatos y hasta canibalismo (una metáfora de la condición humana) hasta ser rescatada con 15 sobrevivientes por el barco Argos.
Es la narración del naufragio con todo y sus implicaciones sociopolíticas y luego las vicisitudes que tuvieron lugar durante los días en el mar, el meollo ético y sociológico que depara Barnes y luego el modo en que este avatar fue trasladado a una de las obras francesas más famosas que existen en el gran corredor de la pintura francesa en el Louvre, ¿qué puso Gericault y qué no puso en su magna obra?, vemos que la verosimilitud entre un hecho y su representación priva en éste y otros artistas de primer orden el énfasis en la forma y disposición, es un análisis de los vericuetos que implica la creación artística. Es a la vez una pintura famosa y, como aseveró su muy excéntrico autor prototípico de los inicios del Romanticismo, en su lecho de muerte: Una viñeta
que alude a un hecho del que muchos tenemos noticias sólo a través de esta pintura.
El libro de Barnes se titula Keeping an eye open (Knopff, 1915) y está destinado a tener enorme éxito; como otros de su autoría estará ya traduciéndose a varios idiomas. Entre sus temas favoritos, la mayoría referidos a obras de filiación francesa, pues Barnes es un estudioso tan acendrado de la cultura francesa, incluye un capítulo que es desde mi punto de vista una sección sumamente diáfana y sencilla que se titula ¿Entonces (esto o aquello) se vueve arte?, este es un tema vigente debido a que como he intentado referir en otras ocasiones arte
es para el común de los seres humanos una palabra enaltecedora, es como una obra de arte
, frase que suele referirse incluso a la atractiva o bella apariencia de una persona o a un tiesto de jardinería. Pero el arte es una actividad, que si bien en todos los casos es creativa, a veces redunda en la gestación de obras maestras y otras no. Lo que sí es siempre, es un literato, de tónica filosófica, sociológica y sicológica de primer línea y por eso es que lo traigo a colación en el discretísimo afán de recordarlo durante el año de la presencia británica.
Ojalá ocurra que sea invitado a México en alguna ocasión, sin duda, pues como le sucedió a Mario Praz, encontrará puntos interesantísimos que observar y recrear en todos los órdenes.