l pasado 22 de diciembre se cumplieron 18 años de la masacre de Acteal, una de las primeras y más claras señales de que el grupo que se estableció en el poder bajo la bandera del neoliberalismo estaba dispuesto a recurrir a las formas más brutales de represión antes que a ceder en la implementación de su modelo económico. La Jornada honró ese aniversario ofreciéndonos en primera página la fotografía de la conmemoración en Acteal y dedicándole el editorial del día, pero en esa misma fecha se cumplió otro aniversario que ha pasado prácticamente inadvertido: precisamente el 22 de diciembre, se cumplieron 200 años de la ejecución de José María Morelos, caudillo señero de las causas populares y de la Independencia de México. Se suponía (en algún lugar salió alguna notificación oficial) que este 2015 iba a ser el Año de Morelos
; en vano se buscarían celebraciones oficiales que llenaran los espacios de los medios de comunicación y hasta los nombres de las calles, como sucedió en el Año de Juárez
, en 1972.
Por supuesto, no es que miremos con nostalgia el demagógico nacionalismo echeverrista, pero sigue siendo verdad el viejo dicho: La hipocresía es el tributo que el vicio paga a la virtud
. Hoy nuestras clases dirigentes han pasado de la hipocresía al cinismo transparente, y no tuvieron empacho en olvidar a Morelos y en ocuparse en cambio en abrir las puertas a la reivindicación de Porfirio Díaz y al escarnio de Belisario Domínguez, asumiendo inequívocamente su papel de herederos del antiguo régimen, con científicos
y Victoriano Huerta, todo incluido. ¿Cómo, pues, iban a rendir homenaje al autor de los Sentimientos de la Nación, cuando su empeño era rematar los bienes de la nación? ¿Cómo recordar sus palabras, cuando en los hechos prácticamente han negado todos y cada uno de los principios enumerados por el Siervo de la Nación?
Pero, si resulta lógico y descorazonador que los actuales gobernantes no se quieran acordar de alguien como Morelos, resulta también lógico –y refrescante– que Las Abejas de Acteal sí lo hayan recordado, incluso con esa continuidad de visión histórica que es posible asumir desde la perspectiva del pueblo en lucha, vinculando la contrainsurgencia de los gachupines
con la contrainsurgencia de los gobiernos neoliberales
y reivindicando a Morelos como uno de los suyos, al nombrar al final de su comunicado a los mártires del 22 de diciembre: los (45) de diciembre de 1997 y el de diciembre de 1815
. Cito estas palabras del comunicado de Las Abejas:
“Morelos pedía en los Sentimientos de la Nación que hubiera leyes que ‘moderen la opulencia y la miseria’ o sea, que los ricos sean menos ricos y los pobres sean menos pobres. También escribió que los salarios de los funcionarios debían ser lo suficiente para mantenerse, pero sin ningún lujo. ¿Cómo iban a querer acordarse de Morelos los políticos y funcionarios de México que, empezando por los ministros de la ‘Suprema Corte’ de las mentiras y la impunidad” –recordemos que la Corte tiene cuentas pendientes con Las Abejas por haber liberado a los paramilitares de Acteal con argumentos de supuesta pureza procesal–, se pagan a sí mismos cada vez mayores salarios y aguinaldos, mientras al pueblo le conceden 2 pesos de aumento al salario mínimo? Al contrario de lo que quería Morelos, en México cada vez los ricos se hacen más ricos y a los pobres nos hacen más pobres.
También contraponen Las Abejas los Sentimientos de la Nación a las reformas estructurales de Peña Nieto, en particular a la energética. Señalan, con razón, que éstas reformas no han hecho más que darle un velo de legalidad al despojo que de por sí hace el capitalismo de las tierras campesinas en aras de sus proyectos extractivistas. ¡Cuán lejos del sentimiento expresado por Morelos de Que a cada uno se le guarden las propiedades y respetos en su casa como en un asilo sagrado señalando penas a los infractores
!, lo cual muy bien podría considerarse un antecedente de las reivindicaciones por la autonomía y el territorio que han encontrado expresión en documentos que van desde el Convenio 169 de la OIT hasta los Acuerdos de San Andrés.
Los Sentimientos de la Nación del cura Morelos sirvieron de base al primer congreso constituyente del México independiente, que se reunió en Apatzingán en 1814. Hoy día, cuando un grupo creciente de ciudadanos ha levantado la bandera de un nuevo congreso constituyente para contrarrestar de raíz las contrarreformas neoporfiristas que han hecho pedazos una por una las conquistas populares y libertarias de la Constitución de 1917, no estaría de más recuperar el texto de Morelos para inspirar y orientar esos trabajos. Por supuesto, hay que considerar las naturales diferencias de contexto histórico; nadie en su sano juicio pediría hoy día el establecimiento de una religión de Estado, como todavía lo hacía Morelos al despuntar el siglo XIX, pero el resto de las exigencias de la nación, interpretadas por la pluma de José María Morelos, necesitan de pocas adaptaciones para aparecer como algo absolutamente actual, fiel reflejo de los sentimientos del pueblo en estos albores del siglo XXI: independencia y libertad, abolición del gobierno tiránico, igualdad ante la ley con exclusión de todo privilegio y discriminación, no a la esclavitud, no a la tortura, no a los cobros excesivos del gobierno; soberanía que reside en el pueblo (que sólo quiere depositarla en sus representantes
, no entregarla irreversible e irrevocablemente), políticas que moderen la opulencia y la indigencia
, sueldos justos, pero austeros para autoridades y funcionarios.
Quizá algunos resten importancia a estos postulados porque no son socialistas
o suficientemente radicales. Sin embargo, los Sentimientos de la Nación manifiestan un mínimo de decencia ético-cívica que sirve como máximo común denominador para aglutinar diferentes credos ideológicos o posturas partidistas en un solo movimiento, plural, pero auténticamente democrático, que es lo que se necesita hoy día. Si en vez de este sentido común ético-cívico
se da prioridad a las discusiones ideológicas de los intelectuales, de inmediato se abrirá la puerta a la disensión purista y al divisionismo, que es la enfermedad endémica de la izquierda. Los Sentimientos de la Nación ya fueron la base para dar cauce a una revolución, la de la Independencia, y son más que suficientes para pronunciar un juicio sumario en contra del “gobierno tiránico… que tanto se ha declarado contra esta nación”.