Tomar el dolor ajeno como propio, más allá de la diferencia de ideas. Eso solía plantear el periodista independiente, músico, actor y activista Ken Lueders Monsiváis, quien falleció hace una semana, siendo lo apuntado uno de los motores que lo llevaron a involucrarse con numerosas causas sociales. La represión en Atenco, la minería a cielo abierto, la siembra de transgénicos, la lucha del pueblo yaqui por el agua y la protección de los animales son algunas de las batallas que apoyó.

El pasado 30 de diciembre los empleados de un velatorio en San Ángel, Distrito Federal, estaban asombrados por la multitud que llenó las salas y el jardín; no cabía en la cafetería, así que se extendió hasta el estacionamiento. Nunca habíamos visto algo así, expresaban al ver a más de 600 personas que colmaron el lugar, todas para despedir a Ken Lueders.

Esa imagen daba el perfil del activista (ciudad de México, 1984), pues quienes asistieron pertenecían a distintas posiciones políticas, profesiones, edades y organizaciones. Los unía la solidaridad y el apoyo que encontraron en él, relató en entrevista Laura Monsiváis Galindo, madre del joven.

A los seis años de edad comenzó a estudiar actuación en la compañía teatral de César Balcázar, donde participó en una de las principales obras que montó esa agrupación, Peter Pan. Formó parte del elenco en la puesta en escena de Madre judía, dirigida por Susana Alexander, y en varias ocasiones en La madre, a cargo de Alejandro Bichir. Más tarde, continuó su preparación en el Centro de las Artes de Cuba, país donde también estudió pedagogía musical.

Su intervención en la huelga estudiantil de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1999 causó su expulsión de la Escuela Nacional Preparatoria número 6. Así, terminó el bachillerato en el sistema abierto y luego se graduó de ingeniero en audio y producción en un instituto privado.

Lueders produjo varios discos e impulsó a bandas independientes, además escribió la música para diversas obras teatrales, como La honradez de los ladrones y Juan Tenorio, así como canciones de protesta y canto libertario. Ahora, su familia ha emprendido la tarea de recopilar aquella que él no alcanzó a registrar. Después de 2000, en pleno auge del movimiento antiglobalización, comenzó a escribir y transmitir para medios de comunicación independientes. Mientras realizaba un reportaje sobre la represión policial en San Salvador Atenco, estado de México, en 2006, fue detenido, torturado y encarcelado.

Crear vínculos es lo que nos puede salvar, acostumbraba decir. La solidaridad, el amor al mundo y su música fueron sus grandes pasiones, y tras su muerte es lo que hay rescatar, apuntó Laura Monsiváis.