Sociedad y Justicia
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Modificar el ciclo escolar, como propone la SEP, requiere profundo análisis, dicen

Extender la jornada escolar no mejorará el aprendizaje: maestros

Regresar a varios calendarios, como en los 60, puede conducir a la descoordinación administrativa

 
Periódico La Jornada
Domingo 10 de enero de 2016, p. 29

La modificación y flexibilización del calendario escolar, como propone la Secretaría de Educación Pública (SEP), implicaría una reforma del artículo 51 de la Ley General de Educación, el cual señala que será la autoridad educativa federal la responsable de determinar la aplicación del ciclo escolar –el cual debe ser de 200 días– para educación prescolar, primaria, secundaria, normal y de formación de maestros. Sin embargo, reconoce que los estados podrán ajustarlo en atención a requerimientos específicos.

Profesores y directores de educación básica señalaron que esta no sería la primera ocasión en que se aplica más de un calendario. Hasta mediados de los años 60 operaron en México dos ciclos escolares, uno que iniciaba en enero y otro en septiembre, los cuales funcionaron por varios años, pero generaron un enorme desajuste administrativo, porque los niños y adolescentes que concluían un ciclo escolar A y se mudaban a un estado con ciclo escolar B debían esperar seis meses para inscribirse. Lo mismo ocurría para los cambios de plaza docente a otras regiones del país.

De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México tiene uno de los ciclos escolares con más días de instrucción al año, con un total de 200. La media para los países que integran el organismo es de 185 y 183 jornadas en primaria y secundaria, respectivamente.

En 1993 se amplió el ciclo a 200 días efectivos de clase, con lo que se incrementó en 10 por ciento la cantidad de días lectivos en las escuelas, que hasta ese momento era de 180.

El Panorama de la educación 2014, que integra los principales indicadores de las naciones integrantes de la OCDE, destaca que los maestros mexicanos también superan la media de horas por ciclo escolar dedicadas a la enseñanza. En primaria suman 800 frente a un promedio de 782, mientras en secundaria destinan mil 47, ante una media de 694 horas. Sin embargo, advierte que hay un déficit en el tiempo que los docentes de nuestro país consagran al trabajo en la escuela que no está destinado a la enseñanza, como preparar lecciones, corregir el trabajo de los estudiantes o participar en actividades de capacitación.

En México todo el tiempo de trabajo de los profesores de primaria durante el calendario escolar está destinado a la enseñanza, mientras en promedio las naciones de la OCDE destinan 418 horas. En secundaria los mentores mexicanos sólo dedican 120 horas, ante una media de 479.

En entrevista por separado, Enrique Enríquez y Francisco Bravo, dirigentes sindicales y docentes con más de 25 años de experiencia, recordaron que no es la primera vez que se aplicarían distintos calendarios escolares en el territorio nacional. Destacaron que extender la jornada escolar y ampliar los periodos vacacionales, medidas que podrían aplicarse si se aprueba un calendario escolar flexible, no garantiza una mejora en el aprendizaje.

Consideraron que la modificación del calendario escolar debe responder a un profundo análisis de la planeación educativa que se desea impulsar, de las necesidades que enfrentan las escuelas y de las propuestas que tengan los docentes. No se pueden aplicar políticas públicas de ocurrencia, porque los efectos en las comunidades escolares pueden ser enormes.

José González Figueroa, profesor con más de 40 años de experiencia en primaria y telesecundaria, consideró que los cambios en el calendario y la jornada escolar deben discutirse ampliamente en las escuelas y en los estados. No es posible generar múltiples opciones en el número y duración del ciclo escolar sin caer en una descoordinación administrativa que puede impactar gravemente a las escuelas.

En los años 60 del siglo pasado, dijo, se pagó un alto costo por tener dos calendarios. Se aprendió la lección. No podemos imponer una normatividad que no va con la realidad de las comunidades escolares. Modificar nuevamente el calendario demanda abrir la participación de padres, maestros y autoridades para encontrar la mejor solución.