obre todo en México, pero no sólo aquí, ha caído tanto la comprensión de la lectura que muchos lectores se apoyan en la lógica primitiva de la oposición entre blanco y negro. Así, si uno critica el racismo, el colonialismo, la política nazi de limpieza étnica
de Israel en Palestina, corre el riesgo de ser catalogado de partidario del terrorismo bárbaro del Estado Islámico. Si por el contrario, dice que éste debe ser combatido, pasa por agente sionista y de Estados Unidos y su OTAN. Lo mismo sucede cuando en un artículo informa quién es Mauricio Macri y cuál es su política, porque entonces podría ser acusado de corrupto kirchnerista por gente que ignora qué fue el kirchnerismo y que el autor siempre condenó esa política. O cuando un artículo habla de la necesidad de un socialismo autogestionario no estatalista, podría aparecer un ignorante e irresponsable que, con sólo leer socialista
, reaccione acusando al autor de estalinista y partidario de una dictadura estatal.
Debo informar a ese tipo de lectores que ninguna situación tiene sólo una alternativa, porque las opciones son varias. Enrique Peña Nieto, por ejemplo, puede ser criticado por sus aliados del PAN o sus servidores del PRD, que son sus iguales, pero también por quienes rechazan la violación de las leyes y la Constitución, la transformación de México en un semiestado dependiente de Estados Unidos y del crimen organizado y creen que es posible moralizar el régimen y evitar la corrupción dentro de este sistema imponiendo, por ejemplo, un gobierno de Andrés Manuel López Obrador. O igualmente por los revolucionarios que piensan que un régimen de explotación e injusticia engendra siempre inmoralidad para vivir y defenderse y es irreformable.
Por consiguiente, se puede ser anticapitalista y a la vez antiestalinista, antiburocrático; es posible rechazar la contrarrevolución en Venezuela y también criticar las medidas insuficientes y burocráticas de Nicolás Maduro, por contraproducentes, y no hay contradicción alguna entre ser antimacrista y antikirchnerista en Argentina o antisionista y enemigo del antisemitismo fascista.
Es terrible que todavía se deba aclarar esto en el siglo XXI, pero, en este retorno a las condiciones sociales del siglo XIX y cuando los seudoizquierdistas hablan de unidad nacional y abandonaron hace rato la propaganda del socialismo y la explicación cotidiana de las infamias del capitalismo, éstas aparecen hoy como naturales, aunque son la consecuencia, en este sistema de explotación y dominación de las mayorías, de una relación de fuerzas que puede ser cambiada y de una insuficiente conciencia de las clases explotadas, que puede variar bruscamente.
Por lo tanto, va una sugerencia para la lectura seria. No se deje llevar por la primera impresión, por los prejuicios o por el llamado sentido común, que es el de la ignorancia. Ni usted ni nadie es poseedor de la Verdad. Medite entonces sobre lo que quiere decir el autor, discuta con él sus ejemplos y argumentos, contraponiéndoles otros y no meros calificativos. Y aplique el elemental criterio de justicia, que consiste en dar por descontadas su honestidad y su sinceridad hasta que se pruebe su incoherencia o su mala fe. Hombres inteligentes y sinceros, como Albert Einstein, cayeron en errores groseros (construyeron la bomba atómica para acabar con las guerras, por ejemplo, trabajando para el Pentágono, hacedor continuo de guerras), pero no por eso pueden ser tratados como malvados o seniles, salvo por los imbéciles.
Discuta, pues, los argumentos que cree erróneos, opiniéndoles otros que considere mejores, sin descalificaciones propias de niños que discuten quién la tiene más larga. Al menos será tenido en consideración, aprenderá a pensar y escuchar y podrá utilizar la razón, lo cual no es poco.
En la realidad no hay que ver sólo lo que aparece o está institucionalizado, sino las tendencias opuestas que se mueven bajo la superficie y que, en ciertas condiciones nuevas, podrían llegar a ser las predominantes.
No existen solamente el blanco o el negro: hay diversas combinaciones de grises, y sobre todo los colores primarios, cuya presencia o no determina tanto el blanco como el negro. Escuche incluso al enemigo para comprenderlo, porque podría dar elementos para entender mejor la complejidad de la realidad y poder actuar mejor, en consecuencia, para transformarla.
El silogismo el enemigo de mi enemigo es mi amigo
es falso y cínico y llevó, por ejemplo, a Stalin a aliarse con Hitler para repartirse Polonia. Y en la lucha entre las grandes potencias imperialistas (Estados Unidos, la Unión Europea, China y Rusia) es por supuesto lícito aprovechar las brechas y las contradicciones entre ellas, pero suicida olvidar la historia y los hechos y tomar partido por una o por otra si se quiere conservar la independencia política.
Lo mismo es válido en el caso de los gobiernos progresistas
: defenderlos del imperialismo y de la contrarrevolución o el avance de la derecha pro imperialista es justo y necesario. Pero es erróneo y suicida someterse a su conducción e idealizarlos como si fuesen antimperialistas y anticapitalistas, cuando la mayoría de ellos son sólo neoliberales con políticas asistenciales o neodesarrollistas extraccionistas y exportadores de materias primas, que no han tenido nunca intención de tomar medidas anticapitalistas serias. Conocer los límites del aliado transitorio contra el imperialismo es esencial para mantener la posibilidad de la independencia.
Hemos entrado en una nueva fase recesiva, que hará bajar aún más el precio del petróleo y de las materias primas. El ataque capitalista contra los trabajadores aumentará y no tendrá otro límite que el que le fijen la resistencia y la lucha. Hay que prepararse a combatir la barbarie instaurando gobiernos transitorios inéditos con apoyo de masas, no a depender de Líderes y Salvadores que quieren un capitalismo decente y reformado, porque ni existe ni puede existir.