Opinión
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México SA

La economía se debilita

Mal arranque de año

Indicadores a la baja

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Línea de producción de automóviles en la planta General Electric de CoahuilaFoto José Carlo González
A

punto de concluir el primer trimestre del presente año el ánimo oficial se mantiene sólido y resulta inversamente proporcional a la realidad: aquel todo lo registra color de rosa y ésta aprieta cada día más sin visos de mejoría.

El Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) resume que, con todo y sonrisas en el mundillo oficial, el sector público fue el primero en corregir su prospectiva para 2016, y ello quedó claro con el recorte presupuestal y el aumento en las tasas de interés. La falta de sustentabilidad de las finanzas públicas es la razón de esos movimientos, pues con un precio de petróleo que había promediado 25 dólares por barril, cuando el presupuesto lo había contemplado al doble, no había muchas opciones adicionales. No obstante, las cifras de finanzas públicas correspondientes a enero han hecho evidente las fuertes presiones que a corto plazo existen sobre el gobierno y la economía.

El IDIC ofrece una numeralia de lo registrado en el arranque de año, y de ella se toman los siguientes pasajes. Va pues: entre diciembre y enero pasados el saldo de la deuda pública neta del sector público presupuestario creció en más de 330 mil millones de pesos para alcanzar 8.5 billones de pesos. El saldo es 6.5 billones de pesos superior al de hace una década. Los requerimientos financieros del sector público evolucionaron en el mismo sentido. Para enero su saldo histórico se elevó a 8.9 billones de pesos, cantidad que sintetiza las necesidades crecientes de recursos financieros que tendrán los próximos gobiernos.

Con la crisis del precio del petróleo y sin crecimiento económico, ¿cómo se podrá pagar dicho monto de endeudamiento? La primera parte de la respuesta gira en torno al ajuste estructural que normalmente es aplicado para estos casos y que es sustentado por la perspectiva de las instituciones financieras internacionales: recorte al gasto público y aumento de las tasas de interés, en esencia frenar lo que se conoce como demanda agregada. El consumo y la inversión serán los primeros en acusar de recibido el efecto del ajuste.

Para enero, antes del anuncio del ajuste citado el gasto neto pagado del gobierno disminuyó 11.6 por ciento en términos reales. No obstante, aquí hay un aspecto a mencionar: disminuyó el gasto programable 16.8, pero el gasto no programable se incrementó 7.2. En otras palabras, el costo financiero de los compromisos del sector público consumió mayores recursos (17.6), en tanto se redujo la inversión y el gasto corriente público. El gasto en capital retrocedió 37.9, siendo la parte de inversión física la más castigada (-33.5). El gasto corriente bajó 7.9. Una vez hecho el ajuste en el gasto, y si el crecimiento económico superior a 4.5 por ciento no llega (lo cual es previsible), los cambios llegarán a los impuestos en esta o la siguiente administración.

Un factor adicional es lo que ocurre en el sector secundario, particularmente en manufacturas: la desaceleración industrial global se mantiene y esto se reproduce en México. La tendencia de debilidad global del sector se mantiene durante los primeros dos meses del 2016: en febrero se conoció que el indicador para Estados Unidos se ubicó en 49.5 puntos; se encuentra en fase de desaceleración por quinto mes consecutivo. La parte positiva es que fue superior a lo contabilizado en enero pasado (48.2).

Para el caso de México, las exportaciones nacionales, dominadas por petróleo y manufacturas, no serán un factor que propicie crecimiento económico, al menos durante el primer trimestre del año. La información del Inegi para el sector externo en enero es contundente: déficit comercial de 3 mil 441 millones de dólares, mayor al de un año antes. El valor de las exportaciones de mercancías fue 7.6 por ciento menor. Al interior de las exportaciones no petroleras, las dirigidas a Estados Unidos retrocedieron 2.7 por ciento a tasa anual, mientras las canalizadas al resto del mundo lo hicieron 9.9 por ciento.

El valor de las importaciones de mercancías sumó casi 28 mil millones de dólares, monto que implicó un descenso anual de 6.2 por ciento. Dicha cifra se originó de decrementos de 3.4 por ciento en las importaciones no petroleras y de 30.3 por ciento en las petroleras. Al considerar las importaciones por tipo de bien, se registraron reducciones anuales de 12.4 por ciento en las de bienes de consumo, 4.1 en las de bienes de uso intermedio y de 11.3 en las de bienes de capital.

Las inferencias de lo anterior son contundentes: a pesar de la depreciación del peso las exportaciones siguen a la baja y el déficit comercial al alza. Esto último reduce el crecimiento. La falta de encadenamientos productivos, así como el limitado contenido nacional de las exportaciones, impide que fabricantes nacionales ocupen el lugar en la proveeduría que la fuerte depreciación del peso les debería otorgar. En realidad, un número limitado de empresas, las que ya tienen una elevada productividad y competitividad, pueden aprovechar la oportunidad.

El sector automotriz también se debilita: si bien sus exportaciones fueron positivas, es evidente que su tasa de crecimiento se ha moderado. En el caso de las exportaciones del resto de las manufacturas la situación es claramente adversa. Las importaciones dan otra señal para analizar el sistema productivo en su conjunto: la caída en las importaciones de bienes intermedios y de bienes de capital (maquinaria y equipo) se traduce en menor inversión para la producción, es un indicador adelantado de que en febrero y marzo las manufacturas crecen con menor ímpetu, el riesgo es que puedan caer en terreno negativo para alguno de los primeros meses del año. En conjunto los resultados de comercio exterior van en línea con una desaceleración económica.

El recorte presupuestal y el alza de las tasas de interés inhibirá el consumo –público y privado– y la inversión. Como advierte el Inegi en sus indicadores coincidente y adelantado, la economía mexicana mostró pérdida de fuerza aún antes de las medidas de austeridad citadas. La probabilidad de una mayor presión inflacionaria sigue latente, de tal suerte que deben aplicarse medidas de política económica contingentes para fortalecer la producción interna, pues resulta la única forma de que el país se mantenga en la zona de crecimiento positivo y de que las afectaciones no lleguen al empleo y con ello mermen el bienestar de la población.

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