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A la Mitad del Foro

El elefante en la sala

N

o sé si el origen de la narración es africano o nórdico. Se trata de una familia, como pudiera tratarse de una comunidad nacional, cuya vida cotidiana transcurre en aparente naturalidad, sin atender a la enorme mole que ocupa el centro de la sala de la casa: un elefante. Parábola o ironía, el hecho es que ese fenómeno se repite en el ámbito político de ayer, hoy y siempre. En cónclaves donde la seguridad pública se confunde con la seguridad nacional, nadie reconoce la presencia del elefante.

En el Congreso se debaten las leyes anticorrupción y el tiempo transcurre sin prisas entre los legisladores que asombraron a la globalidad con la rápida aprobación de las reformas constitucionales del pacto-parto que deslumbró a los medios internacionales en los que se acuñó la frase elogiosa del “ mexican moment”. Afuera, la tormenta no cesa. Los gobiernos de Canadá y de Estados Unidos emitieron sendas alertas de viaje a México. En Washington, el Departamento de Estado prohíbe a sus trabajadores y funcionarios viajar a Guerrero, con excepción de los vuelos directos a Zihuatanejo. En Acapulco hubo más de 20 asesinatos y se llenaron los hoteles en las vacaciones de Semana Santa. Las excavaciones en busca de los 43 de Ayotzinapa y de los innumerables desparecidos encuentran tumbas clandestinas en todo el territorio nacional.

La pasmosa calma de los legisladores sirve para quitarle filo a las reformas que pretenden poner coto a la corrupción endémica que nos marca y mancha. La impunidad impera. El gobierno federal atiende formalmente las recomendaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y reacciona con prontitud a las condenas hechas en organismos internacionales. Incluyendo al grupo de expertos que acogió, pagó y aceptó como coadyuvantes en la penosa investigación del crimen de lesa humanidad cometido en Iguala. Pero ante los señalamientos de la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, particularmente del relator contra la tortura, la cancillería reaccionó de inmediato y aseguró que no se trataba de una práctica generalizada, ni mucho menos.

Ahí, en vísperas de la asistencia del presidente Enrique Peña Nieto a la sesión espacial de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas sobre drogas, aparece en el flujo incontenible de las redes sociales un aterrador video que exhibe la tortura padecida por una mujer en el estado de Guerrero. Tortura a cargo de personal del Ejército y de la Policía Federal; personal del género femenino ahoga con una bolsa de plástico a la presunta delincuente. La Secretaría de la Defensa reaccionó ante la presencia del elefante en la sala y anunció a los medios nacionales de difusión masiva que los militares estaban presos y sujetos a juicio de un tribunal castrense. Pero nada ni nadie puede borrar la presencia del elefante. Ahí está, ahí ha estado siempre.

Todo cambió dijeron los enemigos del Estado, del nacionalismo revolucionario, que les parecían obsoletos; instrumento de lo que llamaron durante largos años corporativismo, ciegos al origen mussoliniano; siempre dispuestos a confundir el cesarismo sexenal con el totalitarismo del género que fuese. Quede en autoritario el régimen del poder sexenal ejercido por el Presidente, jefe de gobierno y jefe del partido en el poder. Poder omnímodo, se dice, aunque los conocedores del método dijeron siempre que se trataba del árbitro de última instancia. Era, como el elefante en la sala, dueño del destino, del futuro político y económico de la clase dominante. Un presidente hace política, hace políticos y hace una nueva generación empresarial de nuevos ricos. Esa es la comalada sexenal de millonarios de la que hablaba Emilio Portes Gil.

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Rafael Moreno Valle, gobernador de PueblaFoto María Luisa Severiano

Todo cambió. Y a la mitad del sexenio nos dicen que no hay un elefante en la antesala de Los Pinos. Pero ahí está. La carga de los búfalos arrasa con todo y ya hay aspirantes a la candidatura presidencial para las elecciones de 2018, que exhiben las miserias de su ambición desmesurada, la ausencia absoluta de un programa de gobierno, de un proyecto de desarrollo ajeno al dogma neoconservador; de la austeridad que pretende hacernos creer que la inmovilidad es la manera segura de avanzar y detener la concentración de la riqueza en uno por ciento de la población, mientras más de 50 por ciento sobrevive en la pobreza extrema, al borde de la hambruna.

En las oficinas del presidente del CEN del PRI hay un letrero: Prohibido hablar de 2018; estamos en la campaña de 2106. Los índices de popularidad de Enrique Peña Nieto han caído hasta un pobre 32 por ciento de aprobación, y los de François Hollande, en Francia, a un patético 13 o 14 por ciento. El descrédito de los políticos es causa del desprestigio de la política. Ahí anida la serpiente del extremismo, del odio a la otredad. Ahí, los agitadores capitalizan la desesperanza de los derrotados por el capitalismo financiero salvaje, el desempleo y la desigualdad, lastre y cadena que impiden la movilidad social. Los que pregonan la urgencia de postular candidatos independientes, imaginan que basta oponerse a los excesos retóricos de Donald Trump: Ahí está el elefante de la xenofobia, del fascismo, de la estulticia armada con billones de dólares.

Toda proporción guardada. En Puebla cabalga la sombra de Maximino Ávila Camacho. PRD y PAN se aliaron para hacer gobernador a Rafael Moreno Valle, nieto del médico militar del mismo nombre que llegó a la Secretaría de Salud en el gobierno de Gustavo Díaz y luego a gobernador de Puebla. Ya no hubo alianza. Rafael Moreno Valle quiere ser presidente y designó sucesor. Si no es capaz de llevar al triunfo a su delfín, mal podría alcanzar la victoria en elecciones presidenciales. Por lo pronto, acude a las viejas mañas caciquiles. La candidata del PRI, Blanca Alcalá, ha topado con alcaldadas: la prohibición de hacer un mitin en la Plaza de Hueytamalco, puerta serrana a las feraces tierras veracruzanas.

De la tierra de Dios y María Santísima, decían de Martínez de la Torre a Sotavento y Jalapa. De la rica entidad en crisis, donde se pondrá a prueba la capacidad del PRI. Veracruz ocupa el tercer lugar en número de votantes y padece el descrédito del inefable gobernador Duarte, del PRI. Ante el desprestigio escandaloso del gobernador príista, y la exhibición deleznable de impunidad criminal, parecería imposible una victoria del PRI en las elecciones para un gobierno de dos años. La oposición postula nuevamente a Miguel Ángel Yunes, de largo recorrido en el cambio de chaquetas, de habilidad al servicio del mejor postor. Y el candidato del PRI es Héctor Yunes, primo de aquel, senador con licencia, enemigo del gobernador Duarte.

Nada puede ocultarse en estos días del ambiente envenenado y el flujo incesante de las redes sociales. Los estudiantes del ITAM preguntaron a Manlio Fabio Beltrones cuál era su posición ante la denuncias de corrupción en Veracruz. Respondió que su partido está convencido de que debe castigarse toda irregularidad, incluyendo las cometidas por un priísta. De la contienda entre los dos Yunes, diría Beltrones que cuando PAN y PRD aseguran que tienen al mejor candidato es porque tienen al mejor para robarse hasta lo poco que quedó.