Opinión
Ver día anteriorMartes 19 de abril de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Antonio Gritón en el convento
E

l artista plástico Antonio Ortiz Gritón, quien imparte talleres de dibujo, entre muchas otras actividades, me envió un recado que se lee así:

“El Gritón en San Ángel”. Pensando que se trataba de una semirretrospectiva y en vista de que lo conozco y me he interesado por sus actividades desde los años 80, me dispuse a ver la exposición que según su indicación se exhibía en la galería La Rana, sólo que el teléfono indicado no correspondía a galería alguna, sino a una caseta de seguridad en la que el interlocutor no quiso dar dato alguno sobre tal galería.

Se encuentra en el centro cultural o fundación Fertilizando el Esfuerzo, que es mejor visitar en la red, que en persona.

La visita en persona puede ser altamente desconcertante, entre otras razones, porque aunque el espacio La Rana existe, lo expuesto no puede verse, sólo vislumbrarse, porque la única luz que lo ilumina proviene de unos tragaluces.

Los espacios corresponden a una sección descuidada y yo diría que maltrecha de lo que fue otrora parte del convento de El Carmen, sólo que esta sección a la que me refiero no forma parte del hermoso Museo del Carmen, que depende del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), contando con una nutrida colección de arte del virreinato, antiguo acervo de los carmelitas descalzos, museografía congruente y a veces exposiciones temporales que entreveran obras contemporáneas con otras de acervo.

Nada de esto se corresponde con el estado del inmueble que ocupa la galería La Rana en la que ni siquiera se muestra el nombre del expositor, menos aún los títulos o índole de las obras, que corresponden a su propia visión plástica de lo que él denomina ondas gravitacionales, que en términos generales son de dos índoles: la más extensa obedece a entrelaces geométricos negro y blanco, adheridos a las paredes como se ha podido, con el resultado de que algunos aparecen en el suelo, más telas de tónica entre posimpresionista y gestual (vibratoria se diría) dispuestas en el primer espacio, junto a unas versiones de obras un poco folk que tienen distinta proveniencia, una referida al Popocatépetl humeante y otra a unos gallos que funciona a manera de instalación, misma que ostenta en collage un fragmento de rótulo principal de este periódico en el que el autor cuenta con algunos artículos, siempre con cierto carácter político o contestatario, como el titulado De la selva a la polis o con la reseña sobre la toma de Reforma en la que el artista, nacido en 1953, participó igual que lo ha hecho en otras obras o acontecimientos colectivos, incluso en celebraciones del Grito de la Independencia (de aquí El Gritón) en ciudades tanto de la República, como del vecino país del norte.

No puedo referirme con detalle a lo expuesto pues, como digo, no ofrece la suficiente visibilidad, pero es posible convocarlo a la pantalla de la computadora con la salvedad de que aunque el sonido filmado reproduce perfectamente, así como las voces de los personajes entrevistados, la grabación de las piezas colgadas es un poco defectuosa, precisamente por ausencia de la iluminación adecuada pese a que quienes grabaron originalmente la apertura llevaron su equipo eléctrico.

La fundación Fertilizando el Esfuerzo incluye no sólo esta galería, sino un espacio amplio en el que se practica trapecismo y danza espacial, además de los módulos artesanales dispuestos a lo largo del corredor que da ingreso al patio interior (en tiempos remotos ocupado por la cárcel de detención de El Carmen y posteriormente por los departamentos habitacionales que allí se implementaron y que fueron en un tiempo habitados por personas del gremio profesional, como la familia Von Waberer O’Gorman. Incluso uno de los directores del Museo Nacional de San Carlos tuvo allí su hábitat por un tiempo.

Hoy esas dependencias tienen otros usos totalmente ajenos a la índole del Museo de El Carmen y desde el ángulo arquitectónico ofrecen sumo deterioro, aunque permiten vistas extraordinarias de ciertos segmentos de la antigua arquitectura del conjunto conventual ideado en sus inicios por fray Andrés de San Miguel en el siglo XVII.

En los espacios que ocupa la exposición hay incluso tirado en el suelo o acumulado el papel burbuja con el que venían protegidos los cuadros, más otros materiales que en cierto momento se usaron como implementos, es decir, después de la inauguración no se pensó que alguien podría tener interés en visitar la muestra, cosa que aseveró el caballero que hizo favor de proporcionar un folleto donde es posible conocer el nombre de la fundación y su logotipo: Fundación Nezahualpilli, destinada a ofrecer ayuda y asesoría a pequeños grupos empresariales y, sobre todo, artísticos.

Los puestos de artesanías y de comida orgánica siguen vigentes y se venden también bebidas elaboradas con cacao y joyería artesanal en lo que parece visualmente un tianguis interior en el corredor abierto hacia avenida Revolución 1734.

Este ente no depende del INAH ni de instancia cultural o universitaria alguna, es perfectamente autónomo, según declaración de uno de sus integrantes.

Parece diseñado para visitarse únicamente cuando hay inauguraciones o actos específicos. Pero la red da amplios detalles sobre el mismo.