Presidentes baratos
De Guatemala a Mexipeor
Reformular guerra contra las drogas
Las ganancias deben continuar
so sucede con los políticos de bajo costo de fabricación (pero de grandes ambiciones pecuniarias en términos personales y grupales) llegados al poder. El ejercicio del gobierno como dramática comedia. La ignorancia, la impericia y la frivolidad como cartas credenciales. Este lunes tocó llamado a escena al guatemalteco Jimmy Morales Cabrera (su nombre original era James Ernesto, pero hizo trámites legales para cambiarlo a Jimmy), actor de corte cómico, productor y director de programas y películas ligeras, quien fue entrevistado por la sección en español de The New York Times (https://goo.gl/BXQHQI) y, como presidente de su país, no como partícipe de algo parecido a la Guerra de chistes de Telehit, dijo con desparpajo, al preguntarle su postura respecto de Donald Trump y su muro con México, que él ofrecía al multimillonario estadunidense mano de obra barata. Tenemos muy buena mano de obra y con mucho gusto le construimos. Nos dice las dimensiones y tenemos capacidades para hacerlo
(léase esta parte con risas grabadas, por cortesía del programa de telerrealidad denominado El aprendiz).
La grotesca degradación del ejercicio político fue vivida por los mexicanos con otro personaje de lengua suelta y aspiraciones cómicas, Vicente Fox Quesada, cuya incultura y torpeza parecían formar parte de un mal libreto de carpa en quiebra. Expulsor histórico del PRI, el ranchero que gobernó Guanajuato acabó alineándose sumisamente con Peña Nieto para el retorno del partido tricolor a Los Pinos. Inaugural en su sexenio con la primera liberación de Joaquín El Chapo Guzmán en el penal de Puente Grande, luego llamado Puerta Grande, ahora se afana en convertirse en productor y exportador de mariguana. Ganador de la Presidencia de la República en 2000 en situación económica deficitaria, Fox, su esposa Marta Sahagún e hijos de cada cual de esos cónyuges son ahora prósperos empresarios, con una enorme fortuna construida al amparo del tráfico de influencias, el conflicto de intereses, las comisiones y los porcentajes que supuestamente exterminaría el falso justiciero con botas.
Al escaparate tragicómico del poder mexicano llegó en 2006 Felipe Calderón Hinojosa. Se acomodó en la silla nacional de mando de la peor manera, gracias a un evidente fraude electoral, con una ridícula diferencia de medio punto porcentual sobre su popular adversario, Andrés Manuel López Obrador y, deslegitimado de origen, falto de carisma, carente siquiera de la chispa vacua de su antecesor, enfurruñado y vengativo, accedió a los planteamientos estadunidenses de instalar en México una guerra contra el narcotráfico
que le permitiría intentar una consolidación en el cargo tambaleante, garantizarse el apoyo definitorio del expansivo gobierno vecino, militarizar el país y, con las fuerzas armadas en las calles, conjurar pretensiones de revueltas cívicas en su contra. La tal guerra
también sirvió para un ejercicio presupuestal ajeno a verdaderos controles, con gastos mayúsculos por la emergencia
nacional que no eran realmente comprobables y con disponibilidad de recursos frescos, en efectivo, provenientes de los cárteles aliados
o intocados, para hacer politica
(es decir, para financiar campañas y elecciones con dinero de origen oscuro o muy claro, según se quiera ver) y para enriquecer a esos gobernantes y políticos en guerra
.
Felipe Calderón, el ilegítimo, tiene en su cuenta histórica el haber sumido al país en un baño de sangre y de haber precipitado a la sociedad mexicana hacia escenarios de salvajismo y descomposición nunca vistos. No hace falta detallar lo que se ha vivido desde que el esposo de Margarita Zavala Gómez del Campo se enfundó en una holgada casaca militar. La estafeta sangrienta fue transferida en acuerdo político (Calderón nunca apoyó de verdad a la decorativa Josefina Vázquez Mota, y facilitó en cuanto pudo el acceso de Peña Nieto al poder, en espera de una reciprocidad en 2018 que pareciera estar en curso). Y el nuevo ocupante de Los Pinos dio continuidad a la estrategia de control militar, con números aun por encima de los registrados durante el sexenio rojo de Calderón y con peores episodios de violación de derechos humanos y barbarie.
Ayer, el actual gerente de la marca país
México-Crimen Organizado-Impunidad habló ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas sobre el tema de las drogas. No se manifestó abiertamente en favor de la legalización general del consumo de la mariguana, pero sí para fines medicinales y científicos. Originalmente no quería ir a fijar postura, pero finalmente aceptó concurrir a Nueva York. Así como Calderón aceptó los dictados estadunidenses que exigían la instauración de una guerra
, Peña Nieto acepta la tendencia del poder vecino, ya generalizada en foros y órganos internacionales de consulta y asesoría, para flexibilizar partes de ese combate y adecuarse a nuevos planes de comercialización.
Negocios son negocios y las ganancias deben continuar, así que lo de menos es haber desarrollado una guerra
con centenares de miles de mexicanos asesinados, torturados o desaparecidos, en el contexto de una actividad criminal que en el fondo es consecuencia de un sistema económico injusto. Fox se apresta a consolidarse como empresario de la mariguana, no se sabe si con socios antaño liberados y ahora en vías de extradición. Calderón busca regresar al poder por la vía conyugal, con la propuesta alternativa
, dizque independiente
, de quien le apoyó acríticamente a lo largo de un sexenio de sangre y corrupción. Peña Nieto está a la espera de las precisiones indicativas de quienes manejan el gran negocio internacional, con variantes que no implicarán la supresión de la militarización y la represión (sobre todo la social), sino simples cambios en las fórmulas de mercadeo. Y comediantes como el guatemalteco Jimmy Morales seguirán dando testimonio de lo caro que a nuestras sociedades resultan los personajes de baratura encaramados en el poder. ¡Hasta mañana!
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