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Nosotros ya no somos los mismos

CDMX: variaciones sobre un mismo tema

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En una reunión con la embajadora cubana en París y al saber que al esposo de la diplomática le costaba trabajo aprender el idioma, Ignacio Jacinto Villa Fernández, mejor conocido como Bola de nieve, explicó el motivo de sus complicaciones: “Pero mira nomá que malo es pa’mové cadera. Alguien que no puede llevarle el ritmo al mambo, ¿cómo va podé oí y decir lo suyo en otra lengua que no sea con la que comenzó a berrear?”Foto Cubadebate
L

enguaje y sociedad. Las personas tenemos un lenguaje producto de la sociedad de la que somos parte.

Ya les conté que a principios de año, gracias a la amistosa consideración del doctor Raúl Fernández, director del Instituto Internacional de Estudios Políticos Avanzados de la Universidad de Guerrero, fui invitado a impartir un seminario sobre comunicación política. Con ánimos de avalar la invitación recibida, en mi primera intervención ante los entusiastas doctorantes guerrerenses, me esmeré en rendir mínimo homenaje a la academia y comencé con una retahíla de citas y referencias: Andre Lwoff, Rostand, Edward Frankel, Norbert Wierner (¿de dónde los habré yo exhumado?). También les expuse la teoría de Edward Sapir, del que me parece ya alguna vez hice mención en esta columneta. Fue este antropólogo y lingüista estadunidense quien señaló la estrecha conexión entre lenguaje y sociedad: El hombre –según Sapir– tiende a considerar el habla tan natural como la respiración o el caminar. El niño está preparado por su herencia biológica para andar, pues la conformación, tanto de sus músculos como de su sistema nervioso, se encuentra, desde el principio, adaptado en tal sentido. “En concreto, podemos decir que el ser humano normal está predestinado a caminar y no porque sus mayores lo ayudaran a aprender este arte […] sino porque es una función biológica inherente al hombre”. En cambio: El lenguaje es una función adquirida, cultural. Y como argumento difícil de objetar nos propone un hipotético experimento: traslademos a un recién nacido del ambiente en que arribó al planeta a otro distinto. Evidentemente, en éste aprenderá a caminar igual que lo habría hecho en el primero, pero su lenguaje será totalmente diferente. La razón es clara: El habla [...] es una herencia puramente histórica del grupo del que forma parte, producto de un hábito social mantenido durante largo tiempo”. Por eso hoy, un hombre solo podrá aprender a caminar, pero no a comunicar ideas.

2. Una vieja anécdota y una teoría no tan vieja.

Eran los primeros años de vida de la nueva Cuba, con gran boato se celebraba en la embajada del primer territorio libre de América, en París, una fiesta nacional. Tal vez el primero de enero o el 26 de julio. En el vestíbulo de la fastuosa residencia, heredada de la negra noche batistiana, se contorsionaban al ritmo de mambos, danzones, rumbas, guaguancós, congas y en momentos un pretérito minué o un arrullador y sentido bolero, los miembros del cuerpo diplomático acreditado en el país, funcionarios gubernamentales, intelectuales, artistas, gente del espectáculo. En los escalones iniciales de la amplia escalera que imponente partía del hall y ascendía al piso familiar platicaban animadamente la señora embajadora y un rubicundo y elegante hombre negro (sí, negrísimo, al que jamás se le hubiera podido aplicar el eufemismo ridículo de hombre de color). Se trataba de un cubano nacido en La Habana en 1911. Se llamaba Ignacio Jacinto Villa Fernández, compositor, pianista, cantante. En Cuba y cada vez en más sitios, se le conocía como Bola de nieve (lo de bola era una semejanza y lo de nieve un gracejo que su buen talante convirtió en seudónimo). ¿Y cómo te sientes por estas tierras, chica? –preguntó el poeta musical. De lo mejó, mi Bola. La gente no’ quiere mucho, nono damo abasto con tanta invitaciones de too tipo: del gobierno francé, de la otra embajaas, universidades, simpatizantes. La única cosa priocupante es que a mi marido lestá costando sangre aprendé la lengüita eta tan complicá. Pero como le prometió a Fidé que en seis mese iba a invitar a Francoise Arnould a George Brassens, Aznavour y otros simpatizantes a visitar la isla, anda meniao todo el día. Sí, contestó don Bola de nieve, ya me había dado cuenta del problemita. –¿En verdá se le nota tanto? –Preguntó alarmada la embajadora. –No linda, nunca lo he oído, pero mira nomá que malo es pa’mové cadera. Alguien que no puede llevarle el ritmo al mambo, ¿cómo va podé oí y decir lo suyo en otra lengua que no sea con la que comenzó a berrear?

2.1. Ahora, la teoría. Un despacho de la agencia France Presse nos informa que, de acuerdo con una información médica dada a conocer en Washington, Estados Unidos, se corrobora una antigua teoría que ha venido sosteniendo la idea de que la música es un elemento de suma importancia para que los bebés aprendan a hablar. Se pudo constatar que cuando los recién nacidos y aun los que se encuentra en el vientre materno, son expuestos a sonidos musicales, desarrollan una mayor actividad en las regiones del cerebro importantes para el aprendizaje del lenguaje. Éste, al igual que la música, tiene fuertes características rítmicas. El ritmo de las sílabas ayuda a distinguir los sonidos y a comprender lo que dice una persona y esa capacidad de identificar los diferentes sonidos lo que ayuda a que los bebés aprendan a hablar.

3. Estrenando teoría.

Poco antes de acudir a mi cita al Instituto Manuel Altamirano, en Acapulco, conocí por medio de una puntual traducción que don Jorge Anaya realizó del estudio publicado por Steve Connor, en el diario The Independent, sobre otra interesantísima teoría que aporta una polémica visión en torno a la conformación de los diferentes lenguajes en los que los humanos nos expresamos.

Ian Maddieson, profesor de lingüística de la Universidad de Nuevo México, dirigió un estudio que abarcó 628 lenguas que se hablan en las más diversas regiones del planeta. Los resultados obtenidos le permiten sostener la tesis de la adaptación acústica. El profesor Maddieson sostiene que esas lenguas originarias han venido evolucionando de acuerdo con los hábitats en que nacieron. La orografía, la hidrología, la flora, los diversos elementos que conforman un hábitat como la lluvia o la temperatura son factores que inciden en la propagación por el espacio de las ondas sonoras, que constituyen el elemento esencial del habla humana. Algunas interesantes aseveraciones del grupo de trabajo de la Universidad de Nuevo México son las siguientes: El número de consonantes distintas y el grado en el que éstas se agrupan en sílabas, se relaciona con la precipitación y la temperatura media anual, grado de cobertura de árboles, elevación geográfica y topografía de la zona. Las palabras ricas en consonantes se originan y entienden en países fríos, poco soleados y de vegetación menos abrumadora, en tanto que las palabras ricas en vocales son propias de los climas tropicales (such is life in the tropical and underdeveloped countries). Agregado mío: la palabra inglesa strict está formada por cinco consonantes y una vocal. Traducida al español sería estricto. Cinco consonantes por tres vocales: la hipótesis comienza a fortalecerse. La transmisión de ondas sonoras consiste en la propagación de pequeñas diferencias de presión en un medio como el aire. Así es como hablamos, como nos entendemos, entonces ¿Quién carajos me puede explicar la novísima palabra (???), que identifica, precisa, distingue mi ubicación?

Nadie me podrá escatimar el esfuerzo sobrehumano que esta semana he llevado a cabo para tratar de entender por qué, después de nacer en Saltillo (hermosa, saltarina, juguetona, líquida palabra), ahora me resulta imposible, cuando me preguntan sobre el lugar de mi domicilio, contestar, como si viviera en los países nórdicos, escandinavos, germanos, con un auténtico exabrupto: CDMX.

Nos faltan, como siempre, otros negritos sobre este arroz que, por lo visto, ya se coció en el mágico perol de los business y la contratiza. Igual que ese maravilloso español que en la vida y proximidades de su muerte, tomaba decisiones nada más que por joder, agregaré algunas cositas a la imperial decisión de ponerle ridículos, costosísimos y, sobre todo, torpes apodos a nuestra inmarcesible ciudad: la capital de todos los mexicanos, no de 40 iluminados. (En algunos de ellos reconozco inteligencia, conocimientos y bona fide PERO, no son maneritas). No pueden, perseguir lo mejor, pecadores de origen.

PD doctor Ojeda Mestre: no sabe en la que usted se metió. Ya que saltó al ruedo, se le nombra, junto con un cómplice: Ricardo Mier Ayala, responsable de explicarnos cómo la Encíclica Laudato Sí, es la gran muralla contra la bestial agresión ecológica que representa el plan Monterrey. Ese, que al Bronco, candidato, lo convirtió en el Capitán América y ahora como gobernador lo vemos entonando a don Agustín Lara: medroso y cobarde.

Don Augusto Elías, frente a la generosidad excesiva que usted prodiga, no tengo sino dos palabras para corresponder: Dry martini, cuando usted ordene.

Twitter: @ortiztejeda