Vivir sin emociones es una tragedia, aseguran los montañistas
Miércoles 4 de mayo de 2016, p. a11
La vocación de aventurero no comulga con rutinas cómodas ni horarios fijos. Elegir entre enrolarse en una expedición vertiginosa y checar a tiempo la tarjeta del trabajo no fue un dilema para Yuri Contreras. Nadie que llegue a la cumbre más alta del mundo puede regresar pasivamente a enfundarse la bata blanca de ortopedista para atender a sus pacientes en el consultorio.
Laura González, esposa de Yuri, tampoco puede con las convenciones de la vida ordinaria. Junto a su marido dedica parte de la vida a conquistar las montañas más altas del planeta porque está convencida de que vivir sin emociones es una tragedia.
El matrimonio ya alcanzó varias veces la cumbre del Everest, la más alta (8 mil 848 metros). Fue una experiencia que les dio perspectiva y ambición. Como en cualquier montañista apasionado, sus corazones palpitan ante el mayor reto hacia el cielo, llegar a la cima más mortífera del mundo: el K2.
Si el Everest es un anhelo, el K2 es una invitación al miedo. A la cima del primero han llegado 5 mil 600 personas en la historia, mientras la segunda tiene una estadística que intimida a muchos montañistas de larga trayectoria: sólo 354 han llegado al K2; por cada 100 que lo consiguieron, 29 perdieron la vida.
Hay ciertos individuos que fisiológicamente producen un neurotransmisor que los impulsa a buscar experiencias que para las demás personas son innecesarias
, dice Yuri con los ecos de un cirujano ortopedista. Acciones que los demás se preguntan: qué necesidad tienen de hacerlo
.
Laura muestra entonces el codo derecho con un raspón de unos 20 centímetros, herida que se hizo durante los entrenamientos rumbo a la expedición que emprenderán en junio próximo para intentar alcanzar el K2.
En la montaña dejas dolor porque escalar duele, pero al llegar a la cumbre y bajar se queda atrás eso o de lo contrario no regresas. En la montaña dejas algo a cambio del descenso, también con algo que te cambia la vida
, refiere González.
Esa pasión le exigió un doloroso tributo físico. Ambos han rondado la muerte para encontrar lo que los mantiene juntos y vivos. Yuri perdió un par de dedos de una mano y tuvo que ser evacuado en 1998 en helicóptero, experiencia que no quiere recordar. Laura estuvo a punto de ser amputada de los dedos de un pie; logró salvarlos pero perdió sensibilidad.
Nunca vamos a la montaña pensando que vamos a morir. La única manera de ir hacia adelante es pensando en el futuro. La verdadera cumbre es volver a casa con los tuyos
, precisa Laura.