or una de esas barbaridades sin sentido –en realidad con un sentido alterado– el Congreso de este país eximió del gravamen por emisiones de dióxico de carbono (CO2 al gas natural. No es la única barbaridad en ese caso. Para sólo dar otro ejemplo recordemos que se grava al carbón para generación de electricidad con el mismo impuesto por tonelada, sin importar el poder calorífico de dicho material. Sólo en términos de las emisiones de CO2 es cierto que el gas natural es de los menos contaminantes. Por la misma unidad calorífica, en la combustión del residual del petróleo –por ejemplo– se emite 38 por ciento más de CO2 que en la del gas natural. Y en la de diésel 32 por ciento más. En el caso del carbón y del coque de petróleo, por la misma unidad de calor primario consumido las emisiones son 70 por ciento superiores a las del gas natural. Pero el gas natural no es limpio. Sí, no es limpio. En todo caso es menos sucio. Pero no limpio. Y en función de los equipos en los que se usa esta ventaja se redefine.
Un ejemplo. Es cierto que las máquinas de generación de electricidad a gas natural que hoy alcanza eficiencias superiores a 50 por ciento, emiten 53 por ciento menos CO2 que las térmicas tradicionales a combustóleo. Y, asimismo, poco más de 60 por ciento menos que las térmicas a carbón o a coque de petróleo. La ventaja es innegable.
Pero eso no justifica –de veras que no– que el Congreso haya eximido al gas natural del denominado impuesto al carbono o –como se le denomina oficialmente– IEPS a combustibles fósiles. Similarmente me parece un despropósito terrible haber modificado la estimación inicial del IEPS de combustibles fósiles (seriamente formulada por el Centro Mario Molina), derivada de una aproximación a la cotización internacional de los permisos de emisión de CO2 (identificados como EUA (por las siglas en inglés de European Union Allowance, y cotizados en euros por tonelada). El monto inicial por tonelada de CO2 era superior a los 70 pesos por tonelada, próximo a la cotización internacional de ese momento. Pero, finalmente quedó apenas en poco más de la mitad.
Y hoy, la actualización de ese valor de referencia está en 42.30 pesos por tonelada de CO2. Si consideramos el promedio durante 2016 en el mercado spot de los permisos de emisión
(allowance de 5.60 euros por tonelada de CO2) el valor de referencia debiera ser del orden de 110 pesos por tonelada. Y los impuestos a las emisiones de CO2 debieran ser las siguientes: 1) 24 centavos por metro cúbico de gas natural (IEPS oficial de cero) ; 2) 35 centavos por litro de combustóleo (IEPS oficial de 14 centavos por litro); 3) 32 centavos por litro de diésel (IEPS oficial de 12 centavos por litro); 4) 28 centavos por kilogramo de carbón térmico importado (IEPS oficial de 29 centavos por kilogramo); 5) 20 centavos por kilogramo de carbón térmico nacional (IEPS oficial de 29 centavos por kilogramo); 6) 34 centavos por kilogramo de coque de petróleo (IEPS oficial de 17 centavos por kilogramo).
Además del daño fiscal –extremo y grave en estos momentos– lo delicado de esta alteración del prestigiado y famoso principio de mercado
es el conjunto de riesgos que provoca en decisiones que deben considerar, justamente, el valor económico
de las emisiones. Esto, por cierto, nos remite de manera inmediata a los famosos certificados de energías limpias, cuyo valor económico
debiera estar vinculado de manera directa con los precios internacionales de las allowances
y, sin duda, con este famoso IEPS a los combustibles fósiles.
De eso hablaremos en otro momento. Pero también –y evidentemente– del desarrollo de la expansión de los recursos de generación en este país de nueva organización de la industria eléctrica. Los compromisos internacionales y los programas nacionales indican que en el año 2018 debiera generarse la electricidad con, al menos, 25 por ciento de fuentes limpias. Y 30 por ciento en el año 2021. Y 35 por ciento en 2024. Más aún, la desiderata gubernamental formulada recientemente en la Cumbre Mundial de Energía del Futuro 2016 (Abu Dhabi) fue de 50 por ciento de electricidad generada con fuentes de energía limpias.
El gas natural no es fuente limpia de energía. Como todos los fósiles emite monóxido de carbono (NO) y dióxido de nitrógeno (NO2), a pesar de no tener cantidades significativas de nitrógeno. Y aunque poquito, tiene azufre. Se emiten más de 350 gramos de CO2 por cada kWh generado a gas natural. Ciertamente menos que los poco más de 800 gramos emitidos con térmicas convencionales a combustóleo (que además y por cierto, emiten 20 gramos de bióxido de azufre por kWh generado). Asimismo que aproximadamente un kilogramo de CO2 emitido por las térmicas a carbón y a coque de petróleo, fuentes que también emiten bióxido de azufre (cerca de 10 gramos las centrales a carbón y alrededor de 30 gramos de CO2 las de coque de petróleo).
No obstante estos números la fiscalidad del gas natural debe corregirse. Más ahora que se le quiere usar masivamente en el transporte, asunto que debe analizarse con más detenimiento. A este respecto es recomendable la reflexión del Observatorio Ciudadano de la Energía www.energia.org.mx. Por cierto, sobre usos y abusos del gas natural, estamos a punto de generar un promedio anual de 60 por ciento de electricidad a gas natural. Es momento de empezar a trabajar para que en 2050 el 50 por ciento sea ocupado por renovables. Oficialmente se dijo. Sin duda.