ecientemente la Ciudad de México fue declarada la mejor para visitar en el mundo por la cantidad de atractivos que ofrece: cultura, esparcimiento, gastronomía, arquitectura y buen clima. Sobresale la oferta de museos: más de 100, lo que la convierte en la que más tiene en el orbe. Los hay de todos los temas, tamaños y calidades, para cualquier interés, gusto y edad.
Sobresale entre los de más alto nivel el museo Rufino Tamayo, por su arquitectura, ubicación y propuesta museística. Ubicado en la primera sección del Bosque de Chapultepec, se inauguró en 1981. Su bella arquitectura inspirada en formas prehispánicas es obra de los arquitectos mexicanos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky. El material que utilizaron es concreto armado con piedras de mármol blanco, así como cristal y madera para los pisos. El albo edificio parece emerger de manera natural del bosque y se integra armónicamente al paisaje. A ello contribuye la incorporación de taludes con vegetación.
El paso de los años creó nuevas necesidades por lo que en 2011 Teodoro González de León realizó una ampliación de cerca de 700 metros cuadrados. Esto dio lugar a más salas de exhibición, espacio de bodega, una tienda que ofrece objetos de diseño nacionales y extranjeros y un grato restaurante con terraza al bosque.
El edificio creció 30 por ciento, sin alterar la forma y la estética de la arquitectura original. En palabras de González de León: Se prolongaron las mismas formas, como el crecimiento de una planta, le salieron nuevas ramas al edificio con el mismo espíritu plástico por fuera.
Desde su reapertura ha presentado excelentes exposiciones nacionales e internacionales.
Recientemente se inauguró Los parques de Noguchi, del escultor estadunidense japonés Isamu Noguchi. La vida del artista quedó marcada por la guerra entre sus dos países de origen, lo que lo llevó a crear espacios de juego y encuentro, donde se pudiera convivir sin importar la nacionalidad o la cultura de la gente. Proyectó parques en Japón y en Estados Unidos con diseños y mobiliario de gran originalidad. La exposición muestra maquetas, bocetos, dibujos arquitectónicos y fotografías; también hay recreaciones de espacios escultóricos lúdicos y funcionales.
Es interesante leer las cartelas que acompañan la exposición para comprender las ideas que sustentan los diseños, sería interesante incorporar muchas de ellas en los proyecto de espacios públicos.
En las áreas verdes de la parte trasera del recinto se instalaron de forma permanente reproducciones de los equipamientos para juegos. Se pueden utilizar el Swing, que es un columpio color naranja con original diseño; Playcubes, que consiste en cubos de cemento de color verde y azul, y Play Sculpture, bello objeto en el que predominan las ondulaciones. Todas son obras inéditas que se realizaron después de cuatro décadas de no producirse. En el interior del museo se puede apreciar Octetra, en la que el artista juega con la idea del octágono.
Es poco conocido que Isamu Noguchi vino a México en 1936, motivado por el movimiento muralista que buscaba llevar el arte al pueblo. Se le proporcionó un muro en el mercado Abelardo L. Rodríguez, donde realizó un extraordinario altorrelieve, integrando la obra de 20 metros de largo a la arquitectura. Un trabajo excepcional que representa el triunfo de la clase obrera sobre el fascismo. Es una obra que vale la pena conocer y de paso apreciar los murales de diversos artistas que decoran distintas partes del centro de abasto.
Al concluir la visita hay que comer en el restaurante del museo que ofrece novedosos platillos de la cocina mexicana. Puede comenzar compartiendo unas tortitas de huauzontle y tacos de huachinango al pastor .
De plato fuerte qué le parece el pollo yucateco en adobo, acompañado de arroz blanco y salsa xnipec. Si es carnívoro el rib eye a los cuatro chiles. El postre es suculento: cascos de xoconoxtle con gelatina de mezcal y buñuelo de flor de calabaza con piloncillo y helado de vainilla.