icenciado Enrique Peña Nieto:
Nuevamente lo saludo como mexicano; lo hago con respeto, nuevo ánimo y sentida preocupación. Con respeto, por su investidura y el alentador compromiso que tiene de servir a México.
Con nuevo ánimo, porque su gobierno ha vuelto a reiterar, a los ojos de todos, su decisión de defender y velar por los derechos humanos de todos, mexicanas y mexicanos, especialmente de los más olvidados, los pobres, los discapacitados, como también de los que manifiestan, con plena razón, sus preferencias sexuales.
Está en su deber porque, como usted mismo reconoce, todos los mexicanos, sin diferencia de índole alguna, somos igualmente personas, con la misma dignidad y, por lo tanto, con los mismos derechos a disfrutar de una vida digna en justicia y libertad. Ningún poder puede violentar, atropellar o condicionar el derecho de una persona. Tal derecho sólo tiene una limitación natural, y es la misma obligación que tiene toda persona de respetar el derecho del otro, hombre o mujer por igual.
Tal disposición se la festejan el Congreso y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y se la felicita todo México.
Pero que esto no le permita olvidar que siguen pendientes en su gobierno reconocer que han sido violados al máximo los derechos de los seis ejecutados en Iguala, Guerrero, y el de los 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos de manera forzada. Delitos inexplicables e impunes hasta la fecha. Como también el de los 47 masacrados en Acteal, municipio de Chenalhó, Chiapas, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación (más bien de Legalidad, que no es lo mismo) ha liberado a los asesinos materiales de tal delito, dejando, además, intocados a los responsables intelectuales. También los derechos de una larga lista de mexicanas y mexicanos que fueron, en su momento, secuestrados y mutilados por sus mismos captores, los que después son inexplicablemente liberados. Actualmente los derechos de los maestros, y muchos otros casos más…
Todos esperamos que algún día, ojalá sea muy pronto, el Congreso y la Suprema Corte de Justicia de la Nación le reconozcan y feliciten su respuesta plena a esta deuda pendiente de su gobierno.
Con sentida preocupación, porque su gobierno está solicitando la reforma de nuestra Constitución, en su artículo cuarto, para poder establecer jurídicamente la imposible igualdad
entre la unión de dos personas del mismo sexo, de hombres o de mujeres, con el matrimonio natural entre un hombre y una mujer
instituido por la misma naturaleza humana.
Reconocemos, sin dificultad alguna, que toda persona tiene la misma dignidad y el mismo derecho. Por lo tanto, estas mexicanas y mexicanos, en sus legítimas preferencias sexuales, tienen pleno derecho a constituir, entre ellas o entre ellos, su deseada unión de convivencia
, o como se le quiera llamar, y su gobierno tiene la obligación de proteger dichas uniones y garantizarles seguridad y pleno respeto en todo.
Pero nadie podrá convencer a nadie jamás de que tales uniones
, muy dignas y respetables, son matrimonios igualitarios
, o sea matrimonios iguales
, por ejemplo, al feliz matrimonio que a usted le dio la vida, o al feliz matrimonio que dio la vida a sus hijos. Por lo mismo, tales uniones no pueden pretender suplantar, menos sustituir a la institución familiar
establecida desde siempre, como la familia que lo educó a usted y lo formó para poder responder a esta gran oportunidad que le ha dado la historia de servir a México.
El futuro del México que queremos está y estará siempre precisamente en la protección de toda familia o institución familiar
, como fuente de vida, de amor y de unidad. No está ni puede estar en el supuesto derecho de adopción en favor de estas uniones de convivencia
.
Estamos a tiempo de salvar a México de todas sus adversidades. Intentémoslo.
Le deseo éxito completo en su presente administración para la paz y el bienestar de todos, mexicanas y mexicanos.
* Párroco de San Andrés Apóstol, en San Andrés Larráinzar, Chiapas.