a derecha continental, guiada por el Departamento de Estado (EU), no pudo ya esperar mejores tiempos para iniciar sus revanchas. Se ha lanzado, con todo su arsenal, a la reconquista de los territorios que había perdido. En esta batalla, preferentemente de bajo perfil, la acompañan, con sus particulares toques de imperio menor, voraces negociantes junto con agentes del gobierno español en cualquiera de sus dos recientes versiones: el de cariz conservador (PP) o el socialista (PSOE). Así hermanados, pero con la vista fija en sus propios intereses, que son masivos, han tomado ya las suficientes cabezas de playa y, con premura, se aprestan al asalto final. Las primeras pruebas tuvieron lugar en la indígena y atrasada Bolivia. No tuvieron el éxito buscado y hasta hubo embajadores expulsados. Se trasladaron a Ecuador y sólo consiguieron afirmar a su novel gobierno. Sin duda volverán a la refriega con mejores armas.
Llegó el turno a Paraguay y luego a Honduras. Fueron esos países los que recibieron las primeras dosis de una medicina pretendidamente curativa de los primitivos destellos independentistas. Tras incruentas escaramuzas lograron coronar sus golpes y sus destinos nacionales pasaron al relativo olvido de la actualidad Latinoamericana. La lucha por recobrar Venezuela se inició casi desde los primeros meses de la ascensión de Chávez al poder. Asumen que una nación de tal riqueza es un botín inmenso para dejarlo en manos de un pueblo arcaico y de líderes vociferantes. El frustrado golpe no aplacó sus ambiciones reaccionarias, a pesar del sonado fracaso mundial que experimentaron. Por el contrario, renovaron esfuerzos y, sin detenerse a sanar las heridas que sus continuas derrotas en las urnas les ocasionaron, optaron por la lucha prolongada para conseguir sus propósitos. A la prematura muerte de Chávez arreciaron su acometida, sostenidas (las derechas) en una verdadera catarata propagandística que ha inundado cuanto medio de comunicación circula por estos lares y muchos otros de más allá. La malhadada coincidencia de un nuevo gobernante (Maduro) con la estrepitosa caída de los precios de la energía –petrodivisas de las que se mantiene Venezuela– han facilitado buena parte de la crisis actual en ese atribulado país. El olor de sangre que olfatea a sus alrededores la derecha local la torna más agresiva. Hoy tiene todo un costal de armas en juego: presos políticos, disturbios, escasez de ciertos alimentos indispensables, carestía desatada, desconcierto en el manejo de divisas, oposición fortalecida por las urnas, aunque con marcadas divisiones y otras varias linduras adicionales. Un coctel de muy difícil manejo aún para gobiernos con instituciones consolidadas.
El caso argentino es un tanto distinto: el anterior gobierno de Cristina K. puso buena parte del tinglado favorable a su recambio final. Aun así, en cuanto los tecnócratas de Macri se hicieron del mando, se lanzaron con la furia, en ellos característica, a rehacer el trastocado modelo de privilegios. Macri se subordinó de inmediato al poder financiero global (arreglo con los fondos buitre) y a la nueva política para el subcontinente del gobierno de EU. El espaldarazo se lo dio Barack Obama en persona y en su mera tierra para disipar dudas. Las premuras y torpeza manifiestas de su accionar le han causado trastornos y rebeliones crecientes y nada augura su continuidad. El caso Brasil ha sido estelar. No falta pieza alguna para sazonar un tinglado rayano en el mayor de los ridículos. La confluencia de una plutocracia revanchista y medios de comunicación oligopólicos autoritarios, conjugados con un pelotón de viejos, ladrones y amafiados racistas de la política brasileña decidieron tomar la palestra. La tarea de zapa de tales golpistas se inició sin contemplaciones: liquidar de tajo el incipiente y prometedor estado de bienestar iniciado por Lula, restablecer la primacía de los promotores y prolongarse en el poder hasta 2018. Siendo Brasil pieza crucial en el tablero del subcontinente, se ensaya –con entusiasmo de élite tuerta– aplicar reversa a todos los emprendimientos (foros) que sirvieron de cobija para apuntalar la política independiente y soberana deseada por varios pueblos y naciones. El descobijo a sus torvas pretensiones de restauración del modelo anterior ha sido notable y los brasileños empiezan a reorganizarse con creciente fiereza. Los tiempos venideros serán de confrontación sin tregua.
Para México la medicina en preparación lleva, por ahora, una doble consigna. Primero, remozar las aún tenues fuerzas de la derecha panista como sustitutas del priísmo en plena crisis. En segundo término combatir, frontalmente, los que ya densos cuan temidos barruntos que apuntan hacia una oposición tajante y en crecimiento (Morena) hasta restarle toda energía y atractivo popular. Se pretende alejar, a cualquier costo inclusive, el peligro de un cambio drástico del modelo de acumulación vigente. Aprovechando el impulso dado al panismo en las recientes elecciones locales se vislumbran rutas alternas con vistas a 2018. Una habla de un intenso y suave modelado de su dos figuras estelares (R.A. y M.Z.) al tiempo que se alienta renovar la que, según algunos interesados, fue una exitosa convergencia con el PRD. Juntar estos extremos, sueltos por ahora, podrá desplazar al priísmo decadente e irredento que ya no asegura la continuidad buscada. Se volverán a unir, de esta inducida manera, todas estas naciones que andaban extraviadas en populismos baratos y disolventes, según reza la promesa de los derechosos.