Es una victoria del presidente interino Michel Temer
La elección de Rodrigo Maia, revés para Eduardo Cunha
Viernes 15 de julio de 2016, p. 28
Río de Janeiro.
Poco antes de la una de la mañana de ayer jueves, la Cámara de Diputados eligió su nuevo presidente: Rodrigo Maia, del derechista DEM (Demócratas). Fue una victoria aplastante: 285 votos contra 170 alcanzados por el también derechista Rogerio Rosso, representante de los partidos menores, agrupados alrededor del defenestrado Eduardo Cunha.
Maia, a sus 46 años, responde perfectamente a las fuerzas políticas que asumieron el poder luego del golpe institucional asestado contra la presidenta electa Dilma Rousseff, actualmente apartada de su mandato mientras se tramita en el Senado el proceso que podría alejarla definitivamente.
Es contrario a la legalización del aborto y de la mariguana, rechaza el actual régimen de explotación del petróleo (que beneficia a la Petrobras), critica cualquier aumento en los impuestos. Defendió la legalidad de donaciones de empresas a campañas electorales –raíz principal de los esquemas de corrupción que asolan al país–, luchó ardorosamente por la apertura del juicio a la mandataria, electa con 54 millones de votos, todo eso en perfecta sintonía con Temer.
Tenerlo como presidente de la Cámara, aunque por un periodo limitado –hasta el primero de febrero del año que viene, cuando se elegirá el sucesor–, significa para Temer una conquista valiosa. Además de controlar con poderes absolutos la agenda de votaciones, será, si se confirma a fines de agosto la destitución de Dilma Rousseff, el primero en la línea de sucesión.
Al derrotar en la segunda vuelta a su adversario Rogerio Rosso, impuso además una dura derrota a Eduardo Cunha, quien perderá parte substancial de su poder en la Cámara. Rosso podría intentar salvarlo de la guillotina. A Maia le interesa lo contrario.
Frente a ese cuadro, una hábil maniobra de Temer fue asegurar que no intervendría en la disputa. Si el aliado de Cunha fuese vencedor, el bloque de pequeños y medianos partidos controlados por él no tendría razones para quejarse. Y si el ganador fuese Rodrigo Maia, la alianza de los principales partidos involucrados en el golpe institucional (del neoliberal PSDB a los demás partidos de derecha) tampoco tendría razones para crearle problemas en la Cámara de Diputados.
A última hora, una disidencia dentro del PMDB de Temer surgió como amenaza para el enredo armado por el interino y por Cunha: en clara discrepancia con su partido, Marcelo Castro, quien fue ministro de Salud con Rousseff y se opuso a la apertura del juicio destinado a destituirla, anunció que disputaría la presidencia de la Cámara.
De inmediato la tropa de choque de Temer abandonó la supuesta neutralidad y actuó con fuerza total. A su vez, el PT, presintiendo la posibilidad de derrotar a Rogerio Rosso, aliado de su principal enemigo, Eduardo Cu-nha, insinuó respaldo a Castro.
La acción de la tropa de choque del gobierno interino resultó. Castro fue atropellado: obtuvo 70 votos, lejos de pasar a la segunda vuelta.
La elección del nuevo presidente de la Cámara significa una nueva derrota para Lula y el PT. También dejó la clara imagen de que la izquierda brasileña, en tiempos de fuerte turbulencia, se encuentra muy dividida. De haberse presentada alrededor de un solo nombre –el mismo Marcelo Castro, por ejemplo–, otro sería el resultado: a sus 70 se sumarían 38 votos más (los 16 obtenidos por Orlando Silva, del PCdoB, y los 22 de Luiza Erundida, del PSOL), número suficiente para superar a Rosso e ir a la segunda vuelta con Rodrigo Maia. La derrota sería inevitable, pero la fractura en las huestes de Temer, con el fortalecimiento de la disidencia de Castro, contundente.
Lo que motivó la desunión de la izquierda fue la memoria de alianzas espurias semejantes, en un pasado muy reciente, y que llevaron al actual cuadro vivido en Brasil.
La fallida candidatura de Castro deja abierta la posibilidad de disidencias dentro del partido de Temer, lo que podrá amenazar la formación de un grupo sólido en la Cámara.
Todo eso, que a primera vista parece importar exclusivamente al Congreso brasileño, tendrá fuertes reflejos en los siguientes pasos dentro del turbulento escenario político del país.
La elección es una buena noticia para Temer, por ser esencial que, una vez consumada la destitución de Dilma Rousseff, exista una base sólida en el Congreso, capaz de asegurar la aprobación veloz de medidas que él mismo admite serán impopulares. Lo que se anuncia es una política de tierra arrasada con relación a todo lo que se construyó en los pasados 13 años.
De todo ese proceso queda una evidencia concreta: la victoria de Rodrigo Maia, nuevo presidente de la Cámara de Diputados, es una victoria también de Michel Temer.
Y todo lo que es positivo para Temer significa un obstáculo más en el ya muy arduo camino que Dilma Rousseff tiene por delante, en su intento de preservar el mandato que le fue concedido por el electorado y está a punto de ser retirado por el Senado.