Opinión
Ver día anteriorSábado 16 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Saura, doble flamenco
C

ada vez que aparece una nueva película musical del cineasta español Carlos Saura, buen número de críticos se arrojan sobre su yugular clamando, palabras más, palabras menos, que se trata de una fórmula repetida y ya agotada, que no aporta nada nuevo. Creo que en lo único que tienen razón es en el empleo de la palabra fórmula.

Sí, esa fórmula es ya un sello inconfundible del cine de Saura en las últimas décadas, pero no está agotada ni mucho menos, y suele ofrecer interesantes aportaciones en cada nueva iteración. Prueba de ello, su filme Flamenco, flamenco (2010), que se exhibe por estos días en la capital.

La fórmula aludida es respetada aquí fielmente por Saura: un enorme foro en el que se filman diversos números de flamenco, con los que el director arma su continuidad sin diálogos, sin testimonios, sin entrevistas, sin adornos o accesorios superfluos. Nada de ello es necesario en Flamenco, flamenco, como no ha sido necesario en las anteriores películas musicales de Saura (Bodas de sangre, Flamenco, El amor brujo, Sevillanas, Carmen, Tango, Salomé, Iberia, Fados o las dos posteriores, Zonda y La jota); la música (en este filme y también en los aludidos) es de una elocuencia y belleza más que suficientes, y es precisamente en ello donde radica el atractivo y la eficacia de estos singulares musicals del cineasta aragonés. De hecho, la fórmula funciona tan bien que este filme es la secuela, por así decirlo, de Flamenco, filmada por Saura en 1995.

Como una primera aproximación al alto nivel de calidad de la música de Flamenco, flamenco, basta citar a sus protagonistas: Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Sara Baras, Tomatito, Eva La Yerbabuena, Miguel Poveda, Niña Pastori y un largo etcétera de auténticas estrellas del género.

Dato de interés puntual: en este fascinante filme de Saura están representados hacedores de flamenco de por lo menos tres generaciones, lo que imparte al discurso audiovisual una sabrosa y a la vez instructiva variedad.

Esta variedad está reflejada también en las diversas formaciones que actúan en cada número, partiendo de un sólido cimiento tradicional de guitarra, cante, zapateo y palmas, complementado inteligentemente con otros elementos.

Así, en Flamenco, flamenco es posible atestiguar desde un sencillo y austero número presentado íntegramente en un medium close-up de una solitaria cantante a cappella, hasta una compleja pieza con acompañamiento de banda de vientos para una espléndida coreografía de Javier Latorre para seis bailaoras/bailarinas en un cuadro plástico de una belleza singular.

En otros momentos de la película, Saura nos ofrece episodios como un intenso dueto interpretado íntegramente bajo una torrencial lluvia artificial, o un espectacular solo coreografiado y bailado por Israel Galván, en cuya pista sonora suenan sólo sus puntas, sus tacones y el chasqueo de sus dedos. En este sentido, Saura ha sido inteligente y flexible en su elección del repertorio, presentando en este filme una sabia combinación de facetas del flamenco que van desde lo muy tradicional hasta expresiones modernas en las que hay una rica fertilización cruzada de influencias culturales y sonoras. Entre ellas, señalo dos particularmente notables: una pieza interpretada a dos pianos y voz en la que el flamenco se funde de manera singularmente efectiva con el jazz, y una sinuosa y sensual guajira mestiza, de padre andaluz y madre cubana, que sintetiza lo mejor de ambos mundos.

Además de los méritos indudables de Saura y su evidente dominio de esta manera de hacer cine musical, es indispensable destacar la altísima calidad de la imagen de Flamenco, flamenco, obra del mítico cinefotógrafo italiano Vittorio Storaro. Encuadres, composición, angulaciones, iluminación, todo de primer orden, complementado por la mancuerna director-fotógrafo con un gran sentido de la combinación puesta en escena/puesta en cámara y un uso notable de reflejos, sombras y siluetas, así como una cámara dúctil, dinámica y cercana, pero nunca invasiva, y una edición impecable y elegante que le da tiempo al tiempo, que se apega al espíritu de cada pieza y que, venturosamente, jamás cae en las trampas del fast film, que es tan dañino y detestable como el fast food.

Si es usted aficionado al flamenco y al atractivo cine musical de Saura, deje todo y corra en seguidilla a ver Flamenco, flamenco en la Cineteca Nacional.