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Nosotros ya no somos los mismos

La felicitación de cumpleaños a Anahí Puente

La deuda de Felipe Calderón

Antisemitismo en las redes sociales

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Arne aus den Ruthen Haag en imagen de 2015. Cuando el ex city manager de la delegación Miguel Hidalgo tuvo un conflicto con el director del Invea, Meyer Klip Gervitz, se desató una encarnizada y furibunda blitzkrieg en las redes sociales contra el evidentemente socio del Centro Deportivo IsraelitaFoto Cuartoscuro
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e siempre he sido admirador, defensor acérrimo de todo invento o descubrimiento que el hombre haya llevado a cabo para conseguir expresar sus ideas, sus sentimientos y compartirlos con los semejantes. Yo hubiera sido un denodado ombudsman de nuestros ancestros, que intentaban comunicarse por medio de ásperos gruñidos y torturas guturales, que luego se convertirían en sonidos específicos, diferenciados y, siglos más tarde, en palabras. También de los hombres que, hace algún tiempo (paleolítico superior), en las rocas de las cuevas de Altamira plasmaron con destreza, arte y sensibilidad pasmosa los maravillosos signos (grabados y pintados) con que nos dejaron testimonio de su breve y eterna existencia. Ni idea tenemos de cuál pueda ser el futuro de la especie, pero gracias a ellos no hay duda que una opción es la grandeza.

Casi aprendí, cuando puberto, gracias al excelente maestro en eficiencia que fue don Clifton Webb (Cheaper by the dozen, 1950), a comunicarme con breves sonidos (punto, punto, raya), es decir, la clave Morse, o sea, la adaptación que hizo Samuel Morse del telégrafo concebido por Joseph Henry en 1829.

Como buen lobato, es decir, la morralla de los boy scouts , aprendí el lenguaje de las banderas o alfabeto semáforo, tan usado en tareas marítimas, aunque de mi solar coahuilense el mar estaba (creo que todavía lo está) a cientos de kilómetros. Conocí Acapulco ya bastante crecidito y, ¡quién lo creyera!, con fecha muy posterior, el mar de Gorostiza: Fantasma en que respiran/ peces del aire altísimo los hombres. Y el de don Xavier Villaurrutia: Mar que hace un trabajo lento, lento/ forjando en la caverna de mi pecho/ el puño airado de mi corazón. ¿Qué quieren que les diga? Los hijos del desierto aprehendemos el mundo por medio de hermosas alegorías antes de decir mucho gusto en conocerla, realidad. Cuando anonadado contemplé por vez primera la inmensidad líquida que había marcado el alto a mi elemento, la tierra, y le imponía su dominio, entendí al inspirado bardo, mi paisano, creador de los tropos más alucinantes que frente al horizonte infinito que tenía por delante sólo pudo exclamar: “¡Ah, chingao, cuánta agua!”

Me había propuesto documentar en esta columneta mi antigua vocación por la libérrima expresión del pensamiento por todos los medios y canales. Los inconcebibles de ahora y los que fueron hasta hace apenas una vida. Los que la mayoría de los actuales mexicanos no recuerdan o ni siquiera conoció. Quería rendir el sencillo homenaje del recuerdo a una serie de hombres superiores de cuya genialidad todos nos hemos beneficiado para conseguir el privilegio mayor del hombre: conocer, sin cortapisas ni censuras, el pensamiento universal y dar a conocer el nuestro al universo, en plena y absoluta libertad.

Pero resulta que en esto aparece una noticia que me atrevo a calificar de ignominiosa y, aunque mi escrito resulte trunco y desarticulado, lo interrumpo, edito y terminaré como Dios me dé a entender, para dejar unos renglones finales que anticipen la indignación y el coraje que serán el impulso y leitmotiv de esta columneta el 1° de agosto.

Tengo guardados desde hace tiempo dos tuits que, si no los comparto, me siento peor de avaro y mezquino que Mr. Ebenezer Scrooge: el primero lo firma el gobernador de Chiapas, el imberbe Manuel Velasco Coello (pienso en lo que hubiera dado su abuelo, el distinguido neurólogo don Manuel Velasco, por haber podido tratar –médicamente– a su nieto quien, para felicitar por su cumpleaños a su linda esposa, en vez de entregarle, cuando menos, una original y festiva tarjeta hallmark –vaya tonta costumbre gringa–, publica un tuit –¿qué no viven juntos?– en el que melosamente le dice: Mi amor, feliz cumpleaños. Que Dios te siga regalando bendiciones y nos permita celebrarlo juntos toda la vida). Lo primero que se me ocurre es que no corresponde a Diosito la carga de la prueba sobre el cariñito tan ridículamente publicitado. Los regalitos son responsabilidad del góber, aunque sean por cuenta del erario público. Y, segundo, la única forma que pueda atenderse la emotiva y solidaria petición de celebrar juntos todos los cumpleaños de la bella Anahí Puente es que se mueran juntos, de lo contrario, uno de los dos, tarde que temprano, incumplirá (¿por default, se dice?) tan romántica aspiración.

Hay otro tuit, que aunque sea de vieja data, no tiene desperdicio. Dice así: Hoy recuerdo con mucho cariño a Carmen Hinojosa, mi madre, quien me educó con amor y disciplina. ¡Le debo tanto! El remitente: @felipecalderón. En automático me asaltó un negro y castizo pensamiento: ¡Jolines! Que estamos aviados. Si a doña Carmen, que la recuerda con cariño, no le ha pagado, a los millones de mexicanos que hundió en la miseria, a las miles de familias que perdieron a sus seres queridos, a los miembros de las fuerzas armadas que envió (como jefe supremo) a cometer estropicios, segar vidas y aun a arriesgar la propia en la guerra tan estúpida e inútil que desató en su alucinado sexenio, ¿los resarcirá alguna vez?

Cuando el comandante Arne aus den Ruthen Haag tuvo un conflicto, espero que simplemente administrativo y no étnico, con el director del Instituto de Verificación Administrativa (Invea), don Meyer Klip Gervitz (cómo añoro los Pérez y los López; en escribir los apellidos anteriores me llevé 15 minutos), se desató una encarnizada y furibunda blitzkrieg en las redes sociales contra el evidentemente socio del Centro Deportivo Israelita. No dejo de pensar todos los problemas que los padres de ambos funcionarios les hubieran podido evitar a sus hijitos simplemente llamándolos Arnoldo en lugar de Arne y Miguelito en vez de Meyer. Aunque lo más probable es que estudiaran en instituciones como el Colegio Israelita, el Monte Sinaí o el Alexander von Humboldt. Allí sí que los Juanes y los Panchos hubieran sido los del problema. (De haber sido admitidos, por supuesto.)

Yo no sé como aconteció el problema de tránsito en Polanco entre un vecino amigo de don Meyer y el émulo de Baldur von Schirach, líder de la Hitlerjugend. Pero de lo que no hay duda es la flagrante violación a la normatividad vigente en la edificación del edificio ubicado en el número 18 de Tiburcio Montiel, propiedad de la familia del city market de la Miguel Hidalgo, don AADRH (¡miren, desbancó a la CDMX!). Pues más que el problema del no respeto al uso del suelo, me indignaron las respuestas de los bots que supongo arnesianos. En caso de no serlo, aunque sus mensajes están cortados por la misma antisemítica tijera, el asunto es más grave: significaría que los firmantes no sólo responden a un pequeño estipendio, sino que comparten las ideas que son vergüenza de la humanidad. Los defensores de don Arne siempre lanzan sus insultos no contra el funcionario prepotente, el que usa su poder para brindar impunidad, el autoritario encubridor: no, el insulto es al judío. En realidad, judío es el insulto. Hace un tiempo un vecino, sorprendido, me reclamó: “Oye, Ortiz, ¿es verdad que tú te referiste a Fulano de Tal como un ‘pinche judío’? Por supuesto que no, contesté indignado. Lo que dije es que era un judío bien pinche. ¿Me equivoqué? Mi vecino, que bien lo conocía, me estrechó la mano. A veces el orden de los factores sí altera el producto.

Hay otros mensajes que me repugnan: son los que convierten las redes sociales no únicamente en monumentos al grave analfabetismo funcional que padecemos, sino en alcantarillas de las que brota a borbotones la ignorancia supina, el odio de clase, el racismo, la indecencia, la incivilidad, la vulgaridad extrema y, por supuesto, el desconocimiento de la gramática elemental. Hablaremos de ellos más adelante pero, por ahora, tan sólo una invitación a informarse por qué alguien, que haiga sido como haiga sido fue presidente de nosotros, los mexicanos, aceptó ser bedel, ujier, empleado j de una trasnacional depredadora de los recursos nacionales. ¿Necesidad económica extrema, consecuencias de una terrible hangover o síndrome de abstinencia?

Twitter: @ortiztejeda