Opinión
Ver día anteriorViernes 29 de julio de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Economía Moral

Acta Sociológica presentará múltiples visiones de la pobreza en México /VII

M.P. Díaz pone a prueba asociación de pobreza y desigualdad con homicidios

Foto
Madre indígena en la Ciudad de MéxicoFoto Francisco Olvera
J

ean Paul Sartre señala en su prefacio a Los condenados de la tierra (FCE, 1963) de Frantz Fanon, psiquiatra de origen caribeño que luchó en la Guerra de Argelia:

“…la agresión colonial se interioriza como Terror en los colonizados. No me refiero sólo al miedo que experimentan frente a nuestros inagotables medios de represión, sino también al que les inspira su propio furor. Se encuentran acorralados entre nuestras armas que les apuntan y esos tremendos impulsos, esos deseos de matar que surgen del fondo de su corazón y que no siempre reconocen. Porque no es en principio su violencia, es la nuestra, invertida, que crece y los desgarra… Esa furia contenida, al no estallar, gira en redondo y daña a los propios oprimidos. Para liberarse de ella, acaban por matarse entre sí […] el hermano, al levantar el cuchillo contra su hermano, cree destruir de una vez por todas la imagen detestada de su envilecimiento común” (p. 17).

Richard Wilkinson (The Impact of Inequality, Routledge, Londres, 2005) generaliza la idea de la violencia invertida adoptando el concepto de violencia institucional:

“Casi por definición, una mayor desigualdad significa mayor violencia institucional… Gandhi calificó la pobreza como la peor forma de violencia. Lo que tenemos que entender es la relación entre la violencia interpersonal abierta y la violencia institucional de la desigualdad...(pp.147-8) …” La violencia institucional que crea el deseo de violencia abierta no es otra cosa que gente que parece mirar hacia abajo desde su posición superior de clase. Se experimenta como violencia contra la existencia social propia: es la percepción de hacer a alguien parecer inferior, lo que lo lastima y encoleriza” (p.153)

Wilkinson, quien ya presentó antes sólidas evidencias de la asociación positiva entre desigualdad y tasas de homicidio (entre estados de EU y entre países) y refiere a una amplia bibliografía que avala esta conclusión, busca entender dos cosas: 1) cómo afecta la desigualdad a sociedades enteras y lleva a sus miembros a la violencia; y 2) lo que es más enigmático: por qué es más común la violencia entre los pobres mismos que entre pobres y ricos. Sobre lo primero dice que debemos entender cómo se relaciona la desigualdad con nuestras sensibilidades sociales: “el más frecuente disparador de la violencia es el sentimiento de la persona de que se le ha faltado al respeto” (p. 148), que se le ha humillado, avergonzado. Para explicar el segundo punto se apoya en una cita de la autobiografía de McCall, quien estuvo involucrado en la violencia:

“Matarán a un negro por faltarles al respeto. No tocarán a una persona blanca, pero matarán un hermano al instante al percibir un desaire. La ironía era que los blancos nos faltaban al respeto constantemente … y lo tolerábamos. La mayor parte de los negros entendían que las repercusiones son más severas por vengarse de los blancos … Es como si los negros estuvieran diciendo, ‘No puedo hacer mucho para evitar que los blancos me falten al respeto, pero claro que puedo evitar que los negros lo hagan” (p. 150).

Wilkinson añade, apoyándose en un estudio de primates: para un animal de rango inferior, pelear con alguien de estatus mucho más alto sería incurrir en un riesgo sin sentido pues no podría ganar nada. El conflicto se centra entre los casi iguales porque es sólo entre ellos que la posición relativa está en duda y puede cambiar. Entre los humanos “estamos muy atentos de cualquiera que rompa el supuesto de igualdad entre los aparentemente iguales. El conflicto tiende a concentrarse entre aquellos en las posiciones sociales más bajas porque los más humillados son los que sienten más la necesidad de mantener o recuperar los pequeños fragmentos de auto-respeto que les queden (pp. 154-5). Me parece que Wilkinson subestima la importancia de la motivación económica, pues también son violentos (y llegan a veces al homicidio) robos o secuestros con fines pecuniarios.

Mario Pavel Díaz (MPD), doctorante en Sociología en El Colegio de México, en su artículo para el número sobre pobreza de Acta Sociológica, cita estas ideas de Fanon-Sartre y de Wilkinson. El objeto de su escrito es mucho más concreto:

En México, el crimen se ha incrementado y diversificado en los últimos 20 años, pero contamos con pocas explicaciones teóricas empíricamente verificadas. Aquí exploro una vía de explicación del crimen violento en los municipios con población mayor a 100,000 habitantes, tomando como la variable observable el homicidio intencional en 2011. Parto de explicaciones del crimen fundadas en pobreza y desigualdad. Para ello problematizo este tipo de explicaciones, revisando la bibliografía, y ajusto modelos [estadísticos] de regresión para probar las hipótesis de pobreza o desigualdad como variable explicativa. Al final discuto los resultados (negativos) obtenidos y propongo un nuevo diseño de investigación que supere las limitaciones de éste.

Aunque la evolución de las tasas de homicidio no es su objeto de estudio, señala:

Haciendo uso de datos sobre homicidio del INEGI derivados de las estadísticas vitales, se observa en la Gráfica 1 un declive sostenido de la tasa de homicidio entre 1992 y 2007 que se contrapone con su abrupto incremento a partir de 2008 y que alcanza su pico en 2011 con una tasa de 23.5 homicidios por 100 mil habitantes, para posteriormente descender en los últimos años de la serie. Todo esto sin contar las fuertes diferencias a nivel estatal. Baste de ejemplo el contraste entre la tasa de 181.7 en Chihuahua y la de 1.7 en Yucatán, en 2010”. [En pie de página añade]: “El descenso entre 1990 y 2007 forma parte de una tendencia de más largo aliento. Información de Menéndez sostiene que entre 1936 y 1940 la tasa de homicidio era de 67.4; en 1950 de 48, en 1960 de 31, y en 1970 de 17.

La interpretación usual del crecimiento abrupto después de 2007 es la guerra al narco declarada por Felipe Calderón. Al autor le parece que, como los análisis de este cambio de tendencia sólo han sido descriptivos, esta interpretación no se ha probado empíricamente, lo cual es debatible. Buscando una explicación de la tasa de homicidio, revisa la bibliografía internacional y nacional. Sobre todo, pero no sólo, la que adopta un enfoque estadístico buscando en pobreza y desigualdad dicha explicación. Se refiere a criminólogos del siglo XIX, a Marx y Engels, sobre todo a través de autores marxistas como Ian Taylor y William Bonger. Pero omite la visión de Marx de la violencia que funda el capitalismo al despojar a los trabajadores de toda propiedad y los convierte en proletarios obligados a vender su fuerza de trabajo. Analiza las ideas de Merton sobre la anomia derivada de la discordancia entre la aceptación generalizada de las aspiraciones de consumo y el acceso diferenciado al mismo. Sitúa en los años 80 el comienzo del uso de modelos estadísticos para probar las hipótesis de pobreza y desigualdad como los factores explicativos de la violencia. Cita a numerosos autores.

El autor diseña y prueba cuatro modelos estadísticos, usando como universo los 199 municipios (y delegaciones) con más de 100 mil habitantes; define como variable dependiente la tasa de homicidios y como variables independientes la desigualdad (coeficientes de Gini) y la pobreza (% de pobres con el MMIP). Los datos de base no son muy robustos, especialmente el cálculo del Gini del ingreso por parte del Coneval. Obtuve resultados contra-intuitivos, en oposición a la fundamentación teórica, señala MPD. No encontró asociación estadística significativa entre pobreza y tasa de homicidios. En cuanto a desigualdad, halló una asociación significativa, pero en sentido contrario al esperado: a menor desigualdad habría más homicidios. MPD discute las posibles razones de estos resultados y propone, en detalle, el rediseño de los modelos para superar las limitaciones de los descritos. Discutir el rediseño ya rebasó el espacio disponible.

julioboltvinik.org