El renunciante
a primera vez que me dieron la noticia no la entendí. No es fácil cuando tu informante te habla echando espuma por la boca.
Le pedí que calmara su furia y habláramos luego de que yo leyera el artículo que comentaba. Después de hacerlo entendí la muina que corroía a mi amiga. Al principio mis hipótesis sobre los motivos íntimos que sustentaban la audacia del autor fueron benévolos y hasta condescendientes. Un chico en busca de reafirmación y lucimiento (que para él es vida, oxígeno y ahorro de muchas sesiones de terapia). La necesidad imperiosa de una diferenciación con sus iguales, de los que ha renegado la vida entera. Ésta era una oportunidad perfecta: una provocación de castañuelas y panderetas que lo distinguiera de los habitantes de este espacio que la raza (sin espíritu y, sobre todo, sin clase) ha convertido en el gueto de la pobreza, la vulgaridad, el mal gusto y la ropa sin marca. Estoy aquí, pero no somos los mismos. La mía, entre ustedes, es una tarea evangelizadora. La misión que se me ha encomendado es plenamente civilizatoria. Es decir, fue un mal cálculo, un desconocimiento absoluto del lugar en que se había incrustado: pensó en un simple escandalito lucidor que levantara sus caídos bonos (tenía un año dedicado exclusivamente a cambiar personal y nada más), pero no fue así. En esta escaramuza de clases la gleba se impuso. Cuando leí el artículo (varias veces) me di cuenta, primero, que se trataba de algo más que una permisible explosión de egolatría y necesidad de reflectores: Sólo contra el mundo (William Holden: Australia 1979). Y, más concretamente, contra 700 mil disidentes en Bellas Artes (el secretario de Cultura dixit) y muchos más regados por el país y obviamente al norte de la frontera.
Ingenuamente no midió las consecuencias (él sólo quería sobresalir, distinguirse, ondear desde la torre (antena) de marfil
recién conquistada la bandera de su cruzada redentora de la indiada. Su complejo de Gulliver intelectual, recién llegado a este Liliput académico, obnubiló su enciclopédica mente y demostró que todos los afanes y el cabildeo realizados para conseguir su nombramiento habían sido una torpeza: “El horno (universitario y popular), dijo a posteriori, no estaba para bollos”. Al menos para este bollito de chocolate. Porque aunque en su renuncia y declaraciones posteriores hace lo imposible por demostrar que él no anduvo en busca del puesto en la UNAM, a mí me resulta difícil imaginar a una junta de notables (bueno, ni a la Junta de Gobierno o al rector, menos aún al Consejo Universitario) viajando al “ depa de Miramar (Col. Condesa)” para rogar a su alteza que viajara al Pedregal, con el fin de que con su sapiencia y dominio de las ciencias y técnicas de la transmisión electrónica pudiera hacer del yermo espacio que era TvUNAM una exitosa repetidora del Canal de las Estrellas. Piensen: Estilo DF, La familia peluche, Peladito y en la boca y una selecta barra noticiosa: Denise, Adela y Carlos, tres voces distintas y una verdad (oficial) verdadera.
Vean lo que dice en su renuncia: Agradezco profundamente lo que me ha dado la UNAM en estos meses (8), la oportunidad de crear, desarrollar y ver cristalizado y fuerte el proyecto más importante en mi vida hasta ahora
(De lo que se pierden de aquí a que me jubile). O, lo que es lo mismo, ¿cómo le habrán hecho sin mí Chucho Tapia, Héctor Covarrubias, Fernando Chacón, Rosa Martha Fernández, Fátima Fernández Christlieb, Guadalupe Ferrer y Ernesto Velázquez? (Anteriores titulares del encargo que yo evanescentemente detenté) Afortunadamente, la universidad contestó poniendo los puntos sobre las íes (y también sobre las jotas, porque no vamos a discriminar las lentejuelas (nacas y jotas) únicamente por el dicho de un connaisseur: La universidad nacional refrenda su compromiso con los valores universitarios, como la tolerancia y el respeto a la pluralidad y la diversidad
. Te lo digo Nico, para que lo entiendas Colás.
Pero para abreviar y no perdernos, démosle una ojeadita a la causa inmediata del affaire nicolasiano (el origen, ya lo sabemos, fue el nombramiento): su artículo que, por cierto, no brinda un perfil más fidedigno que los de la FBI Academy, de Quantico, Virginia, lo transparenta. De entrada, el escrito se titula: “No me gusta Juanga (lo que le viene guango)”. Estoy convencido de que ninguno de los pobres sujetos que padecen de esa afección, que se llama risa patológica
(esta se presenta sin ningún estímulo específico), hubiera esbozado ni una mínima sonrisa con este fallido intento de gracejo. A la Mona Lisa o doña Gioconda, la joven esposa de un venerable miembro del Inapam, se le hubieran inflamado los músculos buccinadores y la enigmática sonrisa que la ha convertido en la obra más admirada de todos los tiempos le hubiera producido un rictus tal de desagrado que al señor Da Vinci, a su vez, le provocara un grave soponcio. Y es que el humor es diferente a la colitis. ¿Quién puede pensar que un juego elemental de palabras entre Juanga y guango da lugar a una catarata de carcajadas? En el extremo de la simplonería resultaba más efectivo intentar una pobre rima: “Sé que a Juanga, mi crítica le viene guanga”. Aunque al tiempo que escribió su artículo hubiera tenido que conjugar en pretérito, pues en la vida de Juanga, que yo sepa, no hubo para él la más mínima crítica. Además, ¿qué tal si le contestan con un endecasílabo, un corridito o una confidencia?
Los primeros renglones no tienen desperdicio. Exhiben primero un detallito de falta de ignorancia
, dicen en el pueblo, sobre nuestra vida cotidiana. Luego nos muestran la perfecta personificación de la definición enciclopédica de egocentrismo. Y, finalmente, la innecesaria y pública agresión a un cónyuge, cuya única falta es no coincidir en una preferencia musical. Vamos en orden: 1. La muerte de Juan Gabriel secuestró mi comida familiar de domingo, como la de todos los mexicanos
. Sintaxis aparte, el símil no es muy exacto. Dice el multisecretario Meade que, según datos de la ONU, la comida diaria es un privilegio de clase. Con justa razón se nos hizo ver que ésta era una opinión clasista: 14 millones de ciudadanos no pueden darse ese lujo ni siquiera los domingos y, según el grupo de expertos de Evalúa en la C de Mx, a más de 400 mil capitalinos les resulta imposible realizar la proeza de tres comidas diarias. Por supuesto que en lo absoluto responsabilizo al renunciante de tal agravio social, sólo hago un volanteo focalizado. 2. Egocentrismo: Tendencia de una persona para referir todo a sí mismo, haciendo del yo el centro del universo
. Échense este trompo a la uña y opinen según su leal saber y entender: Acaso extrañe el hecho a algunos, particularmente a quienes me conocen
(sí, porque generalmente a los que no gozan de esa conocencia no pienso que el hecho
los hundiera en la zozobra, la incertidumbre, la aflicción). “Porque dirijo un medio de comunicación (…) que no suele ocuparse de las noticias de la farándula” (No le vamos a ganar a Tv Notas algunos ensayos sociológicos, de sicología social, antropológicos, políticos, comunicacionales. Este medio universitario se concretará a una profunda reflexión sobre sus lentejuelas nacas, su histeria elemental. Su sintaxis no por poco literaria, sino por iletrada
(perdón, ¿cómo dijo?). “Bien saben mis allegados (¿qué tanto saben y qué tan allegados?) que nunca me ha gustado Juanga. Jamás fui a verlo en concierto (muchos atribuyen a ello mi resistencia por su trabajo)”. (Y tienen razón: sin conocer el trabajo de Alexei Stajanov, el camarada Stalin no le pagaría horas extras). 3. Primero una vibrante catilinaria contra la obra y la actuación de Juanga en la que más que rigor crítico se destilaba insidia, mala leche y un tufillo de rencorcito por el éxito obtenido. Después, de inmediato, rehúye la responsabilidad y señala que la dueña de los discos es su señora esposa. Creo que lo que no se vale es balconear, menos a los cuadernos de doble raya, cómo deben ser los cónyuges.
El renunciante mismo afirma que sus comentarios fueron simplemente juguetones, irónicos, socarrones. Pero que se le ocurre salir a doña María Moliner y nos explica el significado de cada una de esas tres palabritas
, que, quién lo creyera, no tienen nada de dichosas
, al menos para la armonía conyugal, como ya lo veremos. El asunto da cuando menos para media columneta más.
Escribo esto mientras la Orquesta Filarmónica de la UNAM, acompañada por el Mariachi Juvenil de Tecalitlán, termina su concierto dominical con un largo homenaje a Juanga. La sala está en el paroxismo de la emoción y la alegría. La fraternidad se contonea, canta, baila, grita, se abraza y se yergue frente a la homofobia y el desprecio clasista. El closet en una prisión cerrada por dentro. Quiten los cerrojos y serán bienvenidos.
Twitter: @ortiztejeda