uizás sea la edad, pero tengo la impresión de que el mundo va de mal en peor. El terrorismo sigue pegando. El Medio Oriente es un infierno. La llegada de olas de refugiados está cambiando a Europa. El Reino Unido ha votado por salirse de la Unión Europea (UE) y ésta tendrá que reinventarse. En Asia aumentan las tensiones con el auge económico (y ahora militar) de China. África sigue en una etapa neocolonial. En Latinoamérica varios países (incluyendo a México) atraviesan por una crisis política. En Estados Unidos el presidente Barack Obama se apresura a consolidar su legado mientras sigue el sainete de la campaña electoral para sucederlo. De esto último hablaremos en el próximo artículo.
Ahora abordaremos dos cuestiones que confirman nuestro pesimismo: el renacimiento de movimientos de extrema derecha, especialmente en Europa, y la conducta imprevisible del régimen de Corea del Norte.
¿Qué hace que en algunos países surjan (o resurjan) grupos de extrema derecha, incluyendo fascistas y neonazis? A siete décadas del fin de la Segunda Guerra Mundial parece increíble que haya personas dispuestas a salir a la calle para gritar consignas que se remontan a la época de Hitler y Mussolini. Desde luego que desde 1945 ha habido grupúsculos neonazis en muchos países, pero desde el colapso de la Unión Soviética se han incrementado, sobre todo en Europa.
En años recientes, algunos partidos políticos europeos han adoptado posiciones populistas y demagógicas. La llegada de cientos de miles de refugiados de Medio Oriente y África los ha alentado a proponer medidas cada vez más nacionalistas y racistas. Han recibido apoyo en las urnas y juegan un papel importante en varios países. En Alemania, la canciller federal, Angela Merkel, enfrenta un desafío electoral de partidos de ultraderecha.
Esta situación preocupa a muchos políticos europeos, pero también a muchos observadores fuera del continente. Los funcionarios de la Organización de Naciones Unidas (ONU) no suelen distinguirse por sus discursos claros y comentarios directos. Sin embargo, la semana pasada el alto comisionado de la ONU para los derechos humanos hizo una declaración insólita acerca de los políticos de extrema derecha.
En efecto, el pasado 5 de septiembre el príncipe Zeid Ra’ad Al Hussein pronunció un discurso en el que calificó de demagogos y políticos fantasiosos
a no pocos líderes de partidos populistas de países occidentales. Él es jordano y el primer musulmán en ocupar dicho cargo.
En su sorprendente declaración, dijo que el líder del Partido por la Libertad en Holanda, Geert Wilders, fomenta la intolerancia. Señaló que Wilders, al igual que Nigel Farage (el artífice de la salida del Reino Unido de la UE) y el candidato Donald Trump, en Estados Unidos, se valen de la misma táctica que emplea el llamado Estado Islámico (EI): el regreso a un pasado más puro en el que la gente se sentía unida por su etnia o religión.
Los prejuicios raciales y religiosos han llevado a Wilders a proclamar que si triunfa en las elecciones prohibirá las mezquitas, el Corán y los inmigrantes musulmanes. Zeid Al Hussein también incluye en su lista de demagogos populistas a Marine Le Pen, de Francia, y al primer ministro de Hungría, Viktor Orban, entre otros. Desde luego que subraya que se parecen al EI por sus tácticas y discurso populista, no por su forma de actuar.
No recuerdo un discurso parecido de otro funcionario de la ONU. Zeid Al Hussein insistió en que hay que derrotar al EI y, al mismo tiempo, denunciar a los políticos occidentales que utilizan el miedo a lo ajeno para espantar a la población y luego ofrecerles soluciones simplistas para ganar elecciones.
Al otro lado del mundo hay un jefe de Estado joven que se vale de otros medios para aterrorizar a sus vecinos. Se trata de Kim Jong-un. Hace casi dos décadas que la República Popular Democrática de Corea viene tratando de normalizar su relación con Estados Unidos. Sin embargo, lo hace de una manera un tanto heterodoxa. En 2010, cuando Kim Jong-un accedió al poder tras la muerte de su padre, Kim Jong-il, siguió la política de producir armas nucleares y proyectiles para lanzarlas.
Se trata de amenazar con jugar la carta nuclear para conseguir concesiones de Estados Unidos y sus dos aliados principales en la región, Corea del Sur y Japón. Estos últimos han acompañado a Estados Unidos y Rusia en varias rondas de negociaciones con Corea del Norte, pero desde 2006, cuando Corea del Norte detonó su primer artefacto nuclear, las negociaciones se complicaron. El pasado viernes llevó a cabo un quinto ensayo nuclear, el más potente hasta la fecha.
Desde 1948, cuando se estableció el actual régimen en Corea del Norte, la familia Kim lo ha dirigido. Kim Jong-un es el nieto de Kim Il-sung, el fundador de Corea del Norte. Como en otros países totalitarios, el poder es un asunto de familia.
Los tres Kim han mantenido un enorme ejército y un sistema totalitario heredado de la Unión Soviética. Es uno de los países más aislados del mundo y su principal socio es China. De ahí que Washington insista en que China presione a Corea del Norte para que abandone sus ambiciones nucleares. China, por su parte, teme el colapso del régimen en Pyongyang y sus consecuencias humanitarias.
Corea del Norte ha sobrevivido una guerra con Corea del Sur (apoyada por Estados Unidos), el fin de la guerra fría, las amenazas militares de Washington y Seúl, épocas de hambruna y diversas catástrofes naturales. Es difícil saber lo que piensa Kim Jong-un, pero tiene apenas 33 años y, a menos que cometa una locura nuclear, tiene por delante mucho tiempo al frente de su país. Por lo pronto, ya está preparando un sexto ensayo nuclear.