Opinión
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Astillero

¿Vamos ganando, Hillary?

Espejismos desde México

Líos para credencial de elector

Armas, estilo Viejo Oeste

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POLICÍA MINISTERIAL DE SINALOA, EN LA MIRA. Cerca de medio centenar de elementos del Ejército, en al menos 10 patrullas, tomaron anoche las instalaciones de la policía ministerial, en un operativo para revisar armas de fuego de agentes y mandos. Jesús Antonio Aguilar Íñiguez, director de la corporación, dijo que era una acción de rutinaFoto Javier Valdez
U

n cierto suspiro de presunto alivio es adivinable en ciertos segmentos mexicanos que, luego del más reciente debate, creen salvados sus intereses ante el aparente declive de la candidatura presidencial de Donald Trump y ante el avance de Hillary Clinton, a quien se adjudican infundadas virtudes cuando menos en contraste con la figura del grotesco empresario republicano.

De llegar a la Casa Blanca, la esposa de Bill Clinton tendrá un insólito barniz de legitimidad política desde el flanco mexicano, pues muchos consideran casi una bendición que ella ocupe la presidencia de Estados Unidos y no el bocón multimillonario. Esta ha sido la primera vez en que el factor mexicano ha participado abiertamente en el proceso electoral estadunidense, aún no en los términos proporcionales que corresponderían a su creciente peso demográfico (que no se refleja ni de lejos en la asignación de cargos públicos ni en la capacidad electoral masiva), pero ya como una presencia que no puede seguir en las sombras.

El supuesto ascenso de Hillary en encuestas de opinión, y su consecuente expresión en urnas, privaría a los mexicanos de la perniciosa oratoria e intenciones del mencionado Trump, pero de ninguna manera significaría buenas noticias para el interés nacional mexicano. Para empezar, la torpeza del actual gobierno priísta escenificó una lamentable pieza de equívocos diplomáticos y políticos con la visita del mencionado candidato republicano, en un episodio que produjo molestias inocultables en el flanco partidista demócrata del vecino país. Enrique Peña Nieto ha buscado a Bill Clinton, Barack Obama y a la propia Hillary tratando de rebajar el costo de la grave pifia organizada por el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray.

Pero, aun cuando Clinton y los demócratas disculparan las patinadas del gobierno mexicano, de llegar al poder estadunidense habrán de cumplir, sin la estridencia discursiva de Trump, proyectos lesivos para el interés de la nación mexicana en crisis, pues la ex secretaria de Estado tiene tras de sí al conjunto de intereses que, ya sea con un republicano desbocado o con una demócrata calculadora, consideran necesario realizar ajustes y correcciones al esquema de trabajo entre los dos países dispares.

A fin de cuentas, actuando con pragmatismo, Clinton, en caso de ganar, tendrá que tomar en consideración al electorado duro y hosco que ha apoyado hasta ahora a Trump y que, entre otras cosas, exige reformular políticas migratorias y poner un alto al proceso de irrupción de lo mexicano en el cuadro del poder del país vecino.

Un lector, cuyo nombre se omite, relata: “han pasado cerca de cuatro años para registrarme en la lista de electores en el extranjero. Después de varios intentos para recibir información cierta y efectiva para lograr la inscripción en dicha lista, ahora se me informa que debo concertar una cita, sólo por Internet, para acudir al consulado general del país en que resido. Si en la localidad sólo hay consulado honorario se tendrá que viajar hacia la ciudad correspondiente, con gastos por cuenta del presunto ‘elector’. Ejemplo: En Francia, ir a París (Toulouse-París), con horario de citas de 9 a 12, de lunes a viernes, y se llevará unas tres semanas recibir la credencial de elector. ¿La Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) facilita que el ciudadano cumpla y ejerza este derecho? ¿O se apuesta a la fatiga y al desinterés? Sin contar con la gran duda acerca de si nuestro voto estará a buen resguardo”.

Respecto de la iniciativa para extender el uso ciudadano de armas en determinadas circunstancias, el lector Alejandro Rodríguez comenta: “la propuesta presentada por un panista se me hace contraria a sus principios; ellos (los del blanquiazul) son los principales promotores de la vida desde la concepción, parece que si le es quitada en cualquier otro momento no es tan grave como sí lo es en dicha etapa inicial. En segunda, esto se hará al estilo del Viejo Oeste, en el que todos estaremos armados y por un simple accidente de tráfico (que hay muchos en estas ciudades caóticas) la gente sacará su arma y se matará por ello. A mi parecer la solución de la inseguridad no está en la portación de armas, aunque muchos dirán que ya somos adultos y que el Estado no puede estar tutelándonos en lo que podemos o no hacer”.

Diomiro Manuel Illanes Calderón rechaza ser calificado como parte de una masa corrupta, a partir de generalizaciones realizadas por Peña Nieto, y en algunos puntos expone a esta columna sus razones: “No vivo en una Casa Blanca ni en reservas protegidas (para futuros negocios); no me regalaron un reloj Rolex (como a algunos legisladores hace varios años); no soy un rico o empresario o industrial rescatado por el gobierno con dinero del bienestar común; no construyo carreteras, puentes o presas con dinero que me presta el gobierno y no lo pago, o se lo pago cuando quiero, y me dan en concesión la infraestructura construida a más de 50 años, o en su defecto me rescatan; no tengo una pensión como la de Ángel Gurría, la de los ex presidentes o la de otros servidores públicos; no vendí Telmex, Ocean Garden o Ferrocarriles Nacionales, ni hice socios a la empresa Mitsubishi de la salinera más importante del país, con el único fin y propósito de que beneficiaran a todas sus filiales; no aprobé una reforma energética para destruir a Pemex; el SAT no me ha condonado créditos fiscales, como a empresarios, industriales y amigos; si me paso la luz roja de un semáforo, no soy corrupto, sólo infringí una norma; no somos todos corruptos; los corruptos hacen circo con lo que son”.

Y, mientras Enrique Peña Nieto sigue en campaña propagandística de rescate de sus presuntas buenas cuentas que sí cuentan, ahora diciendo que no es ocasión para regatear los grandes avances, los grandes logros que como nación hemos venido teniendo, sobre todo en materia educativa, ¡hasta mañana!

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