Opinión
Ver día anteriorMartes 11 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Curadurías: un par de opiniones
D

e ninguna manera estoy en contra de las curadurías, salvo en casos muy excepcionales. Después de un tiempo bastante prolongado de no exhibir en esta ciudad, actualmente se presenta en el Muac una muestra individual pictórica de Yi-shai Jusidman, que comenté la semana pasada sin que dejara de inquietarme por una razón.

El número de lienzos accidentales, los llamados trapos, con los que el pintor se limpiaba las manos antes de lavárselas, todas manchadas de azul de Prusia, título de la exposición, se volvieron pinturas abstractas no intencionales como tales, sino como accesorios resultantes del trabajo creativo implícito en la exposición; están montadas sobre tela y muy decorosamente enmarcadas, si el autor se llamara Jesusito Santo no valdrían nada, pero son de un pintor (aunque él se niegue a venderlas) de una raigambre archiconocida y muy destacada como pintor figurativo alabado por pintores abstractos. A mí se me insistió en ver esta exposición de pura pintura por voz de su colega Francisco Castro Leñero y no sólo eso: también como retratista, Yishai estará representado en un nuevo libro sobre retrato mexicano que auspiciará Bancomer.

Nauralmente allí aparecerá como pintor figurativo, pero en la muestra del Muac no hay ejemplares de épocas pasadas de su producción, aunque sí fotografías tomadas por él que obedecen a encuadres muy sensitivos, específicos y extrañamente bellos a pesar de la temática que les corresponde, el Holocausto. Sin mostrar escena alguna de aterrorizamiento, sino sólo indicios un poco al estilo de uno de mis autores de escritos teóricos favoritos: Carlo Ginzburg. En un estudio que realizó sobre Giovanni Morelli es innegable la coherehcia de la idea, pero detecto una especie de falta de respeto hacia la pintura abstracta, pues los trapos son eso, son accidentales.

Ahora tengo ante mis ojos tres piezas muy específicas que acaba de prestarme en breve comodato el artsita Manuel Marín, quien como es sabido, es miembro de número de la Academia de las Artes, a lo que suma sus profesiones de ingeniero, matemático, pintor, escultor y grabador titulado de La Esmeralda y, además, candidato a un doctorado en filosofía.

Próximamente se supone que participará con obra suya en una muestra-legado que por sugerencia de los auspiciadores será sobre Mardonio Magaña, que eventualmente se presentará en el extranjero y que no he visto. Su participación estará integrada por dibujos y no dudo que todo este rubro sea el adecuado para abordar a Magaña. Las piezas tridimensionales a quien se parecen 100 por ciento en manejo del espacio, en dobladuras o soldaduras y sobre todo en aplicación de color, es al propio Manuel Marín. Habrá quien afirme: eso es lo interesante y le doy la razón, pero sólo hasta cierto punto. No basta siluetear (sesgadamente de un cierto grado las figuras) de Magaña ni convertirlas en trifrontes para que aludan a obras de Mardonio Magaña. ¿El autor no quiso que se parecieran? No, no pudo hacer que se parecieran, en sus obras el manejo del espacio está dado por el material que emplea y por el lado del cientificismo, no por el del artesanado. Es injunto lo que digo porque sólo tengo tres ejemplares a la vista y carezco de información respecto de los dibujos, pero tengo la esperanza de que el propio artista vea esta nota y explique su proceder y su modo de ver a Magaña.

Para mí si me hubieran dicho que estas piezas homenajeaban a Botero o a Olga Costa, hubiera sido lo mismo. Al resultar imposible no identificar a Marín como autor de lo que no son, ni de lejos, caricaturas ni menos aún glosas. Los procederes tampoco encajan, hay proyecciones (y son sumamente atractivas) de Marín que transgreden el espacio del formato y se proyectan en el vacío. Es autor de un ensayo sobre el espacio que es digno de figurar en cualquier libro de teoría del arte.

Quiero aclarar con toda la sinceridad propia de alguien que estima profundamente a Manuel Marín. A los artistas, lo crean o no los lectores (uno tiene experiencia al respecto), les satisface, les gusta y se comprometen a realizar obras en específico para exposiciones, ni son tantos los espacios para exhibir ni tantas las oportunidades de ser invitados ni dentro ni fuera del país. Así que aunque no esté de acuerdo con este homenaje nacionalista a Mardonio Magaña (sí lo estaría y de mil amores con una exposición de Mardonio Magaña alimentada o con infiltraciones de las Escuelas al Aire Libre, por ejemplo, o de autores que de algún modo le sean afines en cuanto a intenciones figurativas). Con la exigua presencia mexicana en el extranjero debida en parte a que lo mexicano tiene que parecerlo. El tema es tan viejo, que inquietaba intensamente a J.C. Orozco, quien no deja de aludir por escrito a sarapes, jorongos, sombreros, ollitas y antojitos mexicanos.