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Ubicada en las faldas de la Sierra de Guadalupe, en Ecatepec, recibió a Richie Ramone

Sólo en Berlín y Los Ángeles había visto un lugar como la Casa Club Ramones

Como epílogo de la visita, el músico interpretó Too Tough To Die con un coro de medio centenar de punks de todas las edades

Compartió el micrófono con El Rocka, fundador del recinto

Foto
Richie Ramone, de gorra, durante la visita al espacio punkFoto Javier Hernández Chelico
 
Periódico La Jornada
Lunes 17 de octubre de 2016, p. a16

La cita estaba pactada para las 11 horas del domingo 16 de octubre en la Casa Club Ramones, ubicada en las faldas de una colina de la Sierra de Guadalupe en el municipio de Ecatepec. Richie Ramone tenía que ascender más de 160 escalones para entrar al recinto, dedicado a una de las bandas precursoras de la cultura del punk rock, conocida y adorada con el nombre de Ramones.

Dentro, medio centenar de punks de todas las edades esperaban con calma al baterista que grabó tres álbumes –Too Tough To Die, Animal Boy y Halfway to Sanity– con el grupo que albergó nombres tan rutilantes como Joey, Johnny, Marky, Dee Dee, Elvis, CJ Tommy... todos ellos, con el apelativo Ramone.

Richie subió hasta donde se encuentra ubicada la Casa Club, y antes de entrar, tomó un respiro. Los comentarios entre los que esperaban eran en torno a sus presentaciones de las dos noches pasadas: el viernes tocó en el Gato Calavera y el sábado en el Non Stop Ska Music Festival del Palacio de los Deportes, donde alternó con Skatalites, entre una veintena de bandas.

El baterista, autor y cantante del éxito Somebody Put Something in my Drink ingresó al santuario punk entre gritos y aplausos de los presentes. Alejandro Garrido, El Rocka, fundador del recinto, le dio la bienvenida y lo introdujo a la sala de la residencia Ramone de Ecatepunk, cuya numeralia de objetos relacionados con la banda neoyorquina asciende a más de mil 200 entre pósters, portadas de disco, playeras, efigies, dibujos, recortes de prensa, autógrafos y chucherías.

Después de un recorrido por la sala, la cocina y el comedor –nombre otorgado a las habitaciones que albergan la parafernalia ramonesca–, Richie subió a un patio-terraza para convivir con los convidados al suceso. Allí autografió discos, camisetas, se tomó selfies y bebió agua para refrescarse de los rayos del sol que caían ese mediodía dominical.

En un descanso, Richie declaró para La Jornada: “Es admirable ver a gente que tiene tanta pasión por Ramones. Es maravilloso. Sólo en Berlín y en Los Ángeles había visto un lugar así; y hace poco, en Nueva York, en el museo de la banda, hubo mucho movimiento porque se celebró el 40 aniversario del grupo. Pero este lugar –la Casa Club Ramones– es increíble”.

Antes de que entrara a un espacio habilitado como escenario, comentó que su más reciente disco, Chellophan, salió a la venta el 5 de agosto pasado y para promoverlo emprenderá gira por Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido.

Como epílogo, el autor del Too Tough to Die (Richard Reinhardt) cantó la referida rola acompañado por un coro formado por los asistentes. Compartió el micrófono con el Rocka, fundador del santurio punk, quien mostró su hospitalidad, pues invitó a la concurrencia a degustar un pastel elaborado para la ocasión, el cual estaba decorado con el logo de The Ramones. La visita fue breve porque el baterista se presentaría esa noche en Querétaro.

Con gritos de Adiós, amigo, chido, carnal el cantante nacido en Nueva Jersey se despidió en medio de sonrisas y caravanas.