Lunes 17 de octubre de 2016, p. 3
Fama y riesgo. En esa balanza se columpia la vida de varios de los cantantes de los narcocorridos. Diversas fuentes han documentado la estrecha relación entre los traficantes de drogas y algunos intérpretes de este género musical, al grado que muchos delincuentes desembolsan grandes sumas de dinero para tener su propia canción.
Son varios los casos de cantantes gruperos asesinados por el crimen organizado. Uno de los más recordados es el del llamado Gallo de Oro, Valentín Elizalde, ejecutado en noviembre de 2006 en Tamaulipas luego de su presentación en la feria ganadera de Reynosa.
Las investigaciones ministeriales apuntaron en su momento a que el cantante fue acribillado por Los Zetas –grupo criminal surgido como brazo armado del cártel del Golfo–, al parecer en venganza por lo que consideraron un agravio en su propio territorio. Elizalde inició y concluyó su concierto con el corrido A mis enemigos, presuntamente dedicado a Joaquín El Chapo Guzmán Loera, líder del cártel de Sinaloa, antagonista del cártel del Golfo.
No hay un registro oficial del número de cantantes de narcocorridos asesinados por el crimen organizado. Uno de los primeros fue Rosalino Sánchez, El Chalino, ejecutado en Culiacán, Sinaloa, en mayo de 1992 por personas que vestían uniformes como los de la Policía Federal.
En diciembre de 2007, integrantes del grupo K-Paz de la Sierra fueron secuestrados por sujetos desconocidos en Morelia, Michoacán, al salir de un concierto. Esa misma noche todos fueron liberados, excepto el vocalista, Sergio Gómez. Un día después fue hallado sin vida y con huellas de tortura.
Corrieron con la misma suerte Sergio Vega, en 2010; Diego Rivas, en 2011; José Baldenegro, de Enigma Norteño, y Jesús Quintero, El Travieso, ambos en 2012.