Las cintas del certamen, el más antiguo del género, reflejan la realidad en toda su complejidad
Plaza de la Soledad, de Maya Goded, y La otra esquina del mundo, de Mariano Rentería, los títulos
Llevar el cine a una prisión juvenil, uno de los aspectos destacados del encuentro
Jueves 3 de noviembre de 2016, p. 8
Leipzig.
Fundado en 1955, DOK Leipzig, que se desarrolla en esta ciudad alemana del 31 de octubre al 6 de noviembre, es el festival de cine documental más antiguo del mundo con un enfoque especial a la creación artística de realizadores que, con su trabajo, reflejan la realidad en toda su complejidad y subjetiva radicalidad
, señalan los organizadores.
El festival de Leipzig, creado en tiempos de la República Democrática Alemana, tiene diversas secciones: competencia internacional en largo y cortometraje, cine de animación, documentales alemanes, retrospectiva histórica y programas educativos que llevan el cine de no ficción a las escuelas... e incluso a una prisión juvenil.
Este año el festival de Leipzig cuenta con la participación de más de 60 países y alrededor de 300 producciones.
México participa con Plaza de la Soledad, de Maya Goded, relato sobre un grupo de sexoservidoras del barrio de La Merced en la Ciudad de México.
Asimismo, el joven Mariano Rentería Garnica trae a Leipzig La otra esquina del mundo, trabajo realizado en las playas de Mazunte, en Oaxaca.
Por otra parte, la directora estadunidense Naomi Uman presenta Removed, cortometraje en que interviene un filme pornográfico de los años 70. Con removedor de pintura de uñas, hace invisibles los cuerpos de las mujeres que participan en la cinta.
El encuentro abarca como sede de las proyecciones un centro juvenil penitenciario. Las funciones para los internos son parte de un programa terapéutico de reinserción social, conectado a la creación artística.
En ese sitio también se realiza una competencia cuyo jurado está integrado por jóvenes en prisión.
Happy, sobre el sexoturismo alemán en Tailandia
Uno de los trabajos que ha llamado la atención es Happy, de la joven realizadora Carolin Genreith.
La cineasta documenta un aspecto importante de la vida de su padre, quien aparentemente encarna el prejuicio que existe hacia los pensionados alemanes que viajan a Tailandia como sexoturistas.
La joven directora reconoce sentirse avergonzada y decide enfrentar a su padre con la cámara de por medio.
Dieter, su padre, quien está a punto de retirarse, viaja regularmente a Tailandia y mantiene desde hace tres años una relación con una joven tailandesa sólo un año mayor que Carolin.
El desarrollo de la cinta expone las razones del padre por buscar compañía, su compromiso con la familia de su pareja en Tailandia y las diferencias entre lo que puede considerarse una relación desde el punto de vista europeo, en contraste con las expectativas de una joven tailandesa de escasos recursos.