Tempestad
elatos de la ignominia. La primera de las dos narraciones que incluye Tempestad (2016), nuevo documental de la joven salvadoreña Tatiana Huezo, radicada en México (El lugar más pequeño, 2011), cede la pala-bra a Miriam Carbajal, joven ex empleada del aeropuerto de Cancún, quien en marzo de 2010 es arbitrariamente arrestada, junto con otras personas, en un aparatoso despliegue de 20 patrullas policiacas y 30 fotógrafos, y trasladada a un penal de Matamoros, Tamaulipas, controlado por un cártel de la delincuencia organizada. En realidad se trata de una operación de secuestro masivo presentada a los medios como una captura de bandas de narcotraficantes y tratantes de blancas, donde los inculpados son meros chivos expiatorios. La policía admitirá después a los detenidos: Nosotros sabemos que ustedes no hicieron nada, pero alguien tiene que pagar
.
La voz en off de Miriam (cuyo rostro no es revelado) refiere el infierno de la reclusión forzada y las estrategias a las que es preciso recurrir para hacer- lo llevadero. Un pago inicial de 5 mil dólares para garantizar la seguridad propia y la de las familias de los secuestrados; después, una cuota de 500 dólares semanales para protección contra los abusos diarios de los secuestradores. Respeto, poder, seguridad: todo cuesta ahí adentro, lo mismo que afuera
, narra Miriam recordando el tiempo de su confinamiento. Una cárcel sin rejas en el interior, con comercios, tráficos y arreglos para comprar protección o para ejercer influencia y dominio. Un microcosmos de aceitada organización delincuencial en el corazón de un Estado desorganizado y fallido.
El relato de Miriam tiene su contrapartida en una segunda parte, menos controlada, pero igualmente emotiva. Se trata de la experiencia de la señora Adela Alvarado, quien trabaja de payaso en un circo y narra, a su vez, la desaparición de su hija Mónica. Diez años de búsqueda infructuosa y de extorsiones, dilaciones y mentiras de autorida- des incompetentes que, lejos de agilizar las búsquedas de las personas, parecen entorpecerlas o mostrar un contubernio con la delincuencia organizada.
Queda en Tempestad el afán infatigable de las familias por encontrar a sus seres cercanos, la colaboración de algunos medios y ONG, el espectáculo lamentable de una corrupción extendida a todos los niveles de gobierno, y las terribles imágenes que evocan los recuerdos de Miriam: la de Juanita, compañera con mayor tiempo en el encierro, corriendo, casi enloquecida, por el patio del penal, y la del migrante Martín, torturado y ejecutado a sus 17 años apenas al llegar a ese triste muladar del miedo.
Tempestad se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. Funciones: 12 y 18:15 horas.
Twitter: @Carlos.Bonfil1