Madres recorren México
na vez más un grupo de madres centroamericanas recorre México en busca de sus hijos desaparecidos, hombres y mujeres que salieron expulsados por la pobreza y la violencia de sus lugares de origen y nunca llegaron a su destino. No saben qué pasó con ellos y ellas y por eso, cobijadas por el Movimiento Migrante Mesoamericano (MMM), cargan su fotografía en busca de una pista.
La caravana no podía tener mejor nombre: Buscamos Vida en Caminos de Muerte. Y es que el incierto recorrido por México de miles de migrantes que intentan llegar a Estados Unidos está lleno de peligros: asesinatos, secuestros, extorsiones, violaciones, asaltos. Todo a gran escala.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos no augura nada nuevo. Lo saben las 40 madres que estos días caminan por la República Mexicana recorriendo albergues, cárceles, vías de trenes, hospitales, antros y cualquier lugar en el que puedan ofrecerles un dato para dar con sus hijos e hijas. La exigencia legítima al gobierno de México es por una política migratoria que garantice un tránsito seguro que permita a sus familiares llegar a su destino sin ser violentados.
Visibilizar la desaparición de migrantes centroamericanos en México es parte de su cometido. Y para eso vienen madres, padres, hermanos, esposas de migrantes de Guatemala, Nicaragua, Honduras y El Salvador, quienes recorren 11 estados de México para buscarlos.
Para Marta Sánchez Soler y Rubén Figueroa, del MMM, no hay duda: en la presidencia de Trump se recrudecerán las medidas de persecución que se impusieron con el plan Frontera Sur, y colateralmente se incrementarán la xenofobia y el racismo en la sociedad. Hoy, confirman, el panorama es, además de peligroso, incierto.
Del Estado las madres no han obtenido nada, pero sí del pueblo mexicano. Adonde llegan son bienvenidas, las reciben con comida y, sobre todo, con abrazos. A todos les piden que se unan a su grito de justicia y que se ponga fin a la impunidad en México, que la ruta de la muerte no lo sea más. Es la gente de abajo la que los recibe, sus iguales, como en la comunidad Nueva Linda, donde trabajan agricultores mexicanos y guatemaltecos.
Las imágenes son estremecedoras. Las madres tocan una a una las puertas de las casas que se encuentran en los costados de las vías del tren en Estación Chontalpa, Tabasco, lugar de alto riesgo donde se sabe que hay casas de seguridad del crimen organizado. Nada las detiene. Sólo ellas pueden hacerlo, pero la responsabilidad es de todos.