Se reconoce a un renovador de la narrativa, con una trayectoria de 50 años
Posee un lenguaje lleno de sutilezas e ironía, define el jurado
Desde Londres, el autor de La verdad sobre el caso Savolta agradeció el galardón, cuyo estímulo económico es de 125 mil euros
Jueves 1º de diciembre de 2016, p. 5
Madrid.
El novelista catalán Eduardo Mendoza fue distinguido ayer con el Premio Cervantes de Literatura, en reconocimiento a una trayectoria literaria de más de 50 años en la que, mediante un lenguaje sencillo y un brillante sentido del humor, ha plasmado en un lienzo sarcástico y con fuertes dosis de humor los episodios más importantes de España de la segunda mitad del siglo XX.
La posguerra española y sus miserias, la evolución de su ciudad natal, Barcelona, o el fulgurante despertar de la sociedad tras la caída del régimen dictatorial que gobernó España durante casi 40 años han sido abordados por el escritor.
El acta del jurado advirtió que la elección de Mendoza se debió a que “con la publicación en 1975 de La verdad sobre el caso Savolta, inaugura una nueva etapa de la narrativa española en la que se devolvió al lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta, que ha mantenido a lo largo de su brillante carrera de novelista. Eduardo Mendoza, en la estela de la mejor tradición cervantina, posee una lengua literaria llena de sutilezas e ironía, algo que el gran público y la crítica siempre supieron reconocer, además de su extraordinaria proyección internacional”.
Año crucial, 1975
Eduardo Mendoza, nacido en Barcelona en 1943, publicó su primer libro en 1975. Fue precisamente La verdad sobre el caso Savolta, en la que narra, con su peculiar estilo ágil y hasta divertido, las secuelas de las guerras sindicales de principios del siglo XX en Barcelona, al mismo tiempo que hacía un paralelismo con la agitación social que emergía entonces.
Un año que no sólo fue crucial para el narrador, sino también para su país, con la muerte del dictador Francisco Franco, que permitió iniciar la transición a la democracia y, entre otras cosas, que la obra de Mendoza fuera reconocida con el Premio de la Crítica.
Con Franco vivo y la censura imponiendo su cerril criterio, seguramente su novela no hubiese obtenido ese reconocimiento, que a la postre fue determinante para su proyección literaria en Barcelona y el mundo.
El también autor de Sin noticias de Gurb, conoció la noticia de la concesión del Premio Cervantes, en Londres, donde vive largas temporadas. Mediante una llamada telefónica supo que ganó el máximo galardón en español, que el año pasado recayó en el mexicano Fernando del Paso, y que se suma a la lista de literatos convertidos en clásicos de nuestras letras, como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Jorge Guillén, Juan Carlos Onetti, Rafael Alberti, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska y Álvaro Mutis.
Mendoza, con su habitual sentido del humor, se limitó a agradecer el reconocimiento, a preguntar de cuánto dinero se trata –125 mil euros– y en advertir que lo último que había sabido sobre el galardón más importante de literatura en lengua española es que este año no había dinero
para entregarlo por la crisis y los recortes aplicados por el gobierno español de Mariano Rajoy. Aunque en realidad se trataba de un problema legal que finalmente se resolvió y que se originó por la situación de parálisis institucional del país durante los recientes 11 ante la imposibilidad de elegir nuevo gobierno.
Mendoza es autor de 15 novelas y uno de los escritores españoles con mayor proyección internacional; también es muy leído y querido en América Latina, a la que ha estado muy ligado por sus viajes y encuentros literarios efectuados en décadas recientes. Otras novelas del autor son La isla inaudita, El año del diluvio, La aventura del tocador de señoras y La contradicción.
Con la elección de Mendoza, los integrantes del jurado del Premio Cervantes volvieron a cumplir con la regla o tradición no escrita de alternar a escritores españoles con autores de América Latina, como ha ocurrido desde 1975.
En el jurado de este año participaron Pedro Álvarez de Miranda, representante de la Real Academia Española; Ana María Nafría, de la Academia Salvadoreña de la Lengua; Antonio Sánchez Trigueros, designado por la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas; Liliana Weinberg, por la Unión de Universidades de América Latina; Luisa Castro, por el director del Instituto Cervantes; Fernando Rodríguez Lafuente, por el ministro de Educación, Cultura y Deporte; María Luisa Ciriza, por la Federación de Asociaciones de Periodistas de España; Teodoro Rentería, por la Federación Latinoamericana de Periodistas, y Urszula Aszyk-Bangs, por la Asociación Internacional de Hispanistas.