iajé a Cuba por primera vez hace algunos años. Confieso que más tarde de lo que había deseado. Tal vez con cierto miedo a enfrentarme a lo que tenía idealizado. Tal como llegué, lo primero que hice fue comprar el libro de Katiuska Blanco Fidel Castro, un guerrillero del tiempo. Una biografía de casi 700 páginas que repasa la vida del líder cubano desde sus primeros años. Descubrí detalles que humanizan a una figura histórica. Lo que más me sorprendió de toda su vida fue su valentía en busca de aquello que consideraba justo. Jamás permitió que el miedo formara parte de la ecuación determinante en cada decisión política. Siempre antepuso el objetivo histórico a las posibles consecuencias de un intento fallido. El arrojo como esencia de la política es algo que nos deja como legado.
Pero esto no quiere decir frivolidad ni superficialidad en el momento de planificar cada acción. Permanentemente sopesó dificultades y probables contratiempos como buen aprendiz de El arte de la guerra, escrito por Sun Tzu. Fidel siempre planeó hasta el último milímetro de cada movimiento. Su precisión justamente fue otro de sus rasgos característicos. Innegociable a la hora de ser exacto en un número o en cualquier otro cálculo que fuera imprescindible para tomar ventaja respecto al otro. Tanto es así que el día de su 90 cumpleaños, Fidel, en el momento de iniciar el evento conmemorativo, le comentó a Nicolás Maduro, a quien tenía a su lado: son las 6.06 pm; seis minutos más tarde de lo previsto
. Así es Fidel, capaz de estar atento al más mínimo detalle en un momento de alta intensidad emotiva.
Lo otro con lo que me quedo es algo de lo que ya se ha escrito mucho: su internacionalismo. No había revolución casa adentro si no se ponía en marcha una revolución casa afuera. Así lo puso en práctica desde el principio hasta su final. Supo caracterizar a un enemigo histórico global. Y desde esa premisa construyó relaciones y más relaciones económicas, sociales y políticas con todo el mundo. Luego de décadas, la Cuba del siglo XXI está más interconectada con el mundo que cualquier otro país. El embargo hizo mucho daño, pero no logró bloquear las alianzas geopolíticas que hoy disfruta el país caribeño. Cuba ha conseguido ser respetada en el mundo hasta por la mayoría de sus enemigos. Seguramente, Fidel todavía tuvo tiempo para una sonrisa el día de la última votación de Naciones Unidas, en la que Estados Unidos por primera vez se abstenía sobre el fin del embargo.
Fidel siempre supo poner las luces de largo alcance. Ver más allá de la coyuntura. Aún recuerdo el día que descubrí cómo Fidel, en el año 1994, a escasos días de que Chávez saliera de la cárcel, fue a buscarlo personalmente al aeropuerto. Lo atendió como si fuera presidente a pesar de ser todavía un gran desconocido para las mayorías. Desde ese momento se volvieron inseparables amigos y aliados políticos. De esa misma manera, supo siempre levantar la vista como gran estratega, sin confundir jamás lo que es la guerra de posiciones con una guerra de movimientos. El mejor ejemplo es el día que salió del puerto de Tuxpan (México), aquel 25 de noviembre de 1956, en un barco llamado Granma. La idea no era llegar a Cuba, sino que el objetivo consistía en hacer una revolución que durara siglos.
De Fidel se podrá decir de todo, pero nadie negará que ha construido Historia. Se le recordará por su lucha, por la dignidad y la soberanía. Se le recordará por haber sorteado miles de intentos de magnicidios. Se le recordará por los infinitos reconocimientos internacionales en los logros en educación y sanidad. Se te recordará tanto, que tus ideas políticas nunca se irán de esta nueva época.
* Director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica.
Twitter: @alfreserramanci