Pintas, música y fotografías del ex presidente en todo el recorrido
Sábado 3 de diciembre de 2016, p. 27
Camagüey.
Son las seis de la mañana. Todavía no amanece y miles de personas ya hacen guardia junto a las estrechas carreteras del oriente cubano. Una hilera disciplinada ocupa gran parte de los 274 kilómetros que hay entre Camagüey, Holguín y Bayamo. La Cuba rural despide al comandante Fidel Castro Ruz.
Montado sobre un caballo, sólo en medio de una parcela al borde del camino, está un hombre de unos 50 años. Carga una fotocopia que lleva el rostro de Fidel, envuelta en una bolsa de plástico para protegerla.
Tiene el mismo nombre y se apellida Reina Licea. Las marcas en su piel dan muestra inequívoca de su trabajo como campesino.
Como él hay más agricultores y trabajadores con sombreros de paja. También enfermeros y médicos con batas blancas, estudiantes con pulcros uniformes, hombres y mujeres de todas las edades, desde viejitos con bastón hasta niños de brazos. Aguardan el paso de la caravana que lleva las cenizas del líder de la revolución cubana hacia el cementerio de Santiago.
En la hilera está Leticia Rodríguez Pérez, trabajadora de limpieza en un municipio rural de la provincia Las Tunas. Hizo un largo camino porque quería que su nieto participara en la despedida: Porque soy cubana y revolucionaria. Al niño lo traigo para representar a Cuba completa
.
También en la hilera, Arnet Amayo y Yanelis son educadoras del municipio Jobago. “Estamos aquí por el amor a nuestro comandante –de quien cargan un gran retrato–. No se ha ido. Está en el corazón de todos los cubanos. Y está en cada escuela, en cada niño, en cada maestro”, dicen elevando el tono de voz.
¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel!
, gritan los más jóvenes mientras esperan. En algunas poblaciones hay bocinas que reproducen canciones revolucionarias. Hasta siempre, de Carlos Puebla, se escucha en Yarigua, donde los hombres visten camisas blancas y llevan cintas negras en los brazos en señal de luto.
En varios pueblos hay banderas cubanas que cubren edificios enteros. Y aunque algunas personas cargan otras de tela, la mayoría de los presentes agita pequeñas banderitas de papel que tienen un palito de mástil. La ondea, incluso, algún integrante de la Guardia Nacional Revolucionaria. Son encargados de la seguridad, pero les gana la emoción.
En los tramos despoblados hay personas que esperan solitarias y en pequeños grupos. Sacan las sillas de sus casas, hasta la entrada del campo.
Para despedir a Fidel Castro, los cubanos de provincia llevan retratos del comandante en todas las formas imaginables. Hay quienes cargan grandes láminas, otros muestran su rostro pintado en bastidor, cuadros con vidrio y miles de imágenes fotocopiadas en papel bond. Cada quien según sus posibilidades.
En cartulinas o restos de cajas de cartón escriben mensajes que dicen: Yo soy Fidel
, Viva Fidel
, Gracias, comandante
. En Las Tunas capital, una mujer negra, sentada sobre un banco, detiene un cartón con la frase Papá Fidel, vivirás eternamente en nuestro corazón
. Y en Guarimaro, una manta pintada sobre tela blanca cuelga de la fachada de la escuela. Dice: Fidel, los educadores no te fallaremos
.
Las personas en Jobabito, tierra de trigales y platanares, cargan corazones de cartulina roja. En Sibanicú montan un altar junto al camino, y en Cascorro un grupo de niños hizo un barco de papel maché, reproducción del yate Granma, con el cual los revolucionarios desembarcaron en Santiago en 1956.
Toda barda pegada a la carretera ha sido pintada en horas recientes con mensajes de afecto. Algunas, se nota, han sido ordenadas por las autoridades, pero la mayoría es obra de distintas personas, con letras diferentes. Fidel es insustituible
, dice sobre un tanque de agua y hasta en las paradas de autobuses han escrito frases como Viva Fidel
, Hasta siempre
y ¡Viva el socialismo!
También ocupan barrancos y sobre la tierra trazan letras con cal o piedritas blanqueadas.
En el tramo rumbo a Holguín aguardan decenas de militares. Están firmes en sus puestos desde dos horas antes del paso de la caravana, porque les toca reabastecer el combustible a los 10 jeeps que trasladan la comitiva, encabezada por el presidente Raúl Castro Ruz.
¡Con todo esto ya llevo tres días con la presión arriba!
, confiesa una señora a otra que está a su lado. Mientras en La Habana los funerales tuvieron el aplomo de la tristeza, en la Cuba provinciana se extiende la emoción que implica dar un último adiós al líder. Porque la caravana atraviesa la isla, en cuatro días cruza 13 de las 15 provincias y el pueblo lo agradece con afecto desbordado.
Después de saludar el paso de la urna con las cenizas de Fidel Castro, miles de personas trepan sobre autobuses y camiones de trabajo, los mismos que usan para trasladar las cosechas. Ahora regresan a sus lugares de origen, a sus hogares. Y no van tristes; agitan banderas y gritan: ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel!