Carrier y el miedo a México
esulta paradójico que Estados Unidos, el símbolo del capitalismo mundial, quiera cerrar sus fronteras a la competencia y convertirse en un país amurallado. Una de las virtudes de la globalización es que las empresas se trasladan libremente adonde obtienen mayores ventajas, y quien se cierra a la competencia simplemente se queda rezagado.
Donald Trump, en lugar de luchar porque Estados Unidos sea más competitivo en aquellos sectores en los que es líder, ahora da un paso atrás para proteger a las industrias del pasado en las que es poco eficiente y productivo.
El caso simbólico es el de la fabricante Carrier, subsidiaria de United Technologies, de Greg Hayes, que le vende al gobierno de Estados Unidos 5 mil 600 millones de dólares anuales.
Parte de la producción de aires acondicionados de Carrier está en Indiana, y con el ofrecimiento de 7 millones de dólares en la condonación de impuestos y la amenaza de revisar los contratos que tiene con el Pentágono, el gobierno obligó a Greg Hayes a mantener mil empleos en Indianápolis.
Realmente este es un triunfo pírrico de Trump. Carrier comenzó su incursión en México en 1969, en 2012 cerró una planta en Texas, en 2015 cerró otras dos plantas en Tenesi y en 2016 otra más en Indiana para trasladarlas a México. Otra empresa filial, situada en Huntington, también comenzará a producir en México en los próximos meses.
La razón de este cambio es que desde México la empresa produce más, con igual calidad y a precios más competitivos. En materia de salarios paga 11 dólares diarios en México contra 30 dólares en Estados Unidos.
Pero el gran problema para Carrier, en caso de que la obliguen a quedarse en Estados Unidos, es que no podrá competir al tú por tú contra firmas coreanas que participan en su nicho de mercado.
Al final de cuentas, el gobierno del país más rico del mundo le tiene miedo a la competencia y en especial a México, porque es más eficiente y productivo en el sector industrial. Paradojas del desarrollo que no entiende Donald Trump.