Recuerdos XLII (empresarios)
odo un caso…
Me parece que con estas tres palabras es como mejor se puede describir
al doctor Alfonso Gaona, quien de pronto era el gran consentido
de los aficionados mismos que, de pronto, le hacían el feo
, cuando al galeno se le pasaba la mano.
Sí, fue todo un caso.
Como muestra de ello, el caso
de Rafael Rodríguez El Volcán de Aguascalientes al declararle a la estupenda escritora y maravillosa amiga Carmelita Madrazo, que un militar muy amigo de él se lo había recomendado y que desde entonces mantuvieron una gran amistad.
Ah, caray.
El galeno le dio a Rafael la gran oportunidad de debutar en Insurgentes y valga decir que El Volcán incendió el embudo con su valor, su entrega y por su forma de sentir e interpretar el toreo y aquello fue de tal valía que, poco tiempo después formaría parte de la inolvidable tercia conocida como Los tres Mosqueteros: Rafael Rodríguez, Manuel Capetillo y Jesús Córdoba, a quienes se agregó, en calidad de D’Artagnan, Paco Ortiz.
Volviendo a Rodríguez, debemos consignar que cuando se le anunciaba, el lleno era seguro –al igual que sus compas
– y como lo que el doctor les pagaba a cada uno de ellos era escaso
, Rafael fue a la óptica para ver si conseguía algo más de parné
, pero lo que se encontró fueron muletazos y más muletazos del doctor, hasta que llegó el momento en que el entonces novillero le dijo: Ya no aguanto más, así que mejor me voy
.
Y dicho y hecho.
Sin casi despedirse salió de la oficina y fue entonces que el médico se las vio negras toda vez que tenía a Rafael anunciado para el domingo siguiente, así que se dio a buscarlo gritándole que se detuviera, que tenían que hablar, y por fin se fueron a desayunar a La Copa de Leche y de ahí a la óptica del empresario, quien le firmó un contrato sui géneris, ya que aparte del dinero de base
, por cada oreja cortada eran 5 mil pesos más, y por el rabo, la tarifa
subía a 15 mil del águila.
Así aquello de su dicho amigos desde el principio, pal gato
.
Bien, la competencia de ambas plazas era verdaderamente encarnizada y en una de tantas vueltas se anunció que el galeno dejaba El Toreo para hacerse responsable de la Plaza México.
El doctor tentó a Rafael ofreciéndole la alternativa, pero éste, vivillo desde chiquillo
, le pidió que su padrino del doctorado fuera Silverio Pérez, a lo que accedió y cumplió.
Al llegar el doctor a la México se jaló
a la empresa a don Antonio Sabater, apodado El Zar del Bajío, quien había sido empresa en cosos del centro de la República con bastante éxito y quien lo recomendó fue mi señor padre.
Con esto quiero dejar perfectamente semblanteado
los alcances
del doctor para lidiar a propios y extraños y, a continuación, habré de referirme a otras de sus hazañas
.
+ + +
Cuando el mundillo taurino mexicano se estremeció con el surgimiento de Manolo Martínez, primeramente fue apoderado por Pepe Luis Méndez, quien lo supo llevar con pleno conocimiento de causa. Desgraciadamente falleció en un accidente de automóvil y fue entonces que el ingeniero regiomontano Álvaro Garza, cuya familia era reconocida por su importancia en la cría del ganado de engorda y, que además, había tenido una sociedad con don Luis Barroso Barona, para incursionar en la crianza de bravo, fue llamado por Manolo para que lo apoderara.
Fue entonces que lo conocí y me llamó la atención por su inteligencia, su don de gente y su sentido común y, poco después, no sé en qué artes consiguió varios contratos para plazas españolas de gran importancia, como Madrid, Sevilla y Barcelona. Se dijo que en pleno aeropuerto Manolo reclamó a su apoderado haberlo llevado a lidiar aquel ganado sin estar debidamente preparado y que la cuadrilla para nada le había servido y ahí –palabras duras por ambas partes– se dijeron adiós para siempre.
Y apareció en escena Cafick Hamdan (este recompuso
su nombre para hacerlo más taurino como José Chafic) y no deseo extenderme más con esta sociedad, por el daño que le hicieron a la fiesta.
Continuará...
(AAB)