En la décima corrida, emocionante desfile de toros, caballos, jinetes y forcados
Vistosas actuaciones de Gameros y Hernández Gárate
La peor entrada de la temporada
Lunes 19 de diciembre de 2016, p. a39
Primero se puso en duda que los pobladores originales de estas tierras tuvieran alma
; luego se prohibió que montaran a caballo, pero finalmente se les permitió hacerlo ante las exigencias del desarrollo ganadero de la Nueva
España.
Fue cuando los llamados naturales exhibieron su gran habilidad para sostenerse en los lomos de equinos y reses, servir a sus nuevos amos y realizar un despliegue de suertes, tanto en faenas de campo como en lo estrictamente tauromáquico. Pero salvo algunos –Ignacio Guedea, los Becerril, Ponciano Díaz–, esta vocación natural del mexicano por el toreo hípico no logró consolidarse como espec-táculo consistente, sino ocasional.
Además, a nuestros europeizados empresarios taurinos del siglo XX les pareció poco atractivo incorporar la añeja tradición ecuestre mexicana, portuguesa y española, salvo ocasionales comparecencias, al añejo gusto popular por el toreo a caballo.
Antes se hacía hoy lo inimginable
Recuerdo a un novelesco personaje y espectacular rejoneador mexicano, Juan Cañedo, que se atrevía a lidiar sus toros en puntas –algo inimaginable hoy día– y que solía matarlos de certeros rejonazos desde el caballo. Y desde luego a Gastón Santos –¿qué pasó con su hijo?–, al insustituible Ciclón Carlos Arruza y algunos otros.
En años recientes apareció un auténtico fenómeno del rejoneo: el jinete navarro Pablo Hermoso de Mendoza, con un despliegue técnico, una organización y una capacidad de convocatoria que acabaron con el cuadro, ya que no admite alternantes mexicanos a caballo ni forcados, sólo modestos toreros de a pie, a la vez que compra por anticipado suficientes corridas para organizar un espectáculo a modo, en beneficio propio y de las empresas, más que de la fiesta de toros nacional, y quien ya se prepara para alternar con su hijo Guillermo en plazas del país. Para acabarla, nuestros rejoneadores, en lugar de seguir su ejemplo organizativo y de oponer la menor resistencia, se plegaron a su mangoneo. La siembra
de Hermoso se pudo ver ayer en la entrada en la Plaza México.
Partieron plaza Rodrigo Santos –50 años de edad, 26 de alternativa y 15 corridas toreadas este año–, que se despedía y se llevó las orejas de Buscalindes tras certero rejón de muerte; Jorge Hernández Gárate –32, 12 y 24–, con más recursos que entrega, y Emiliano Gamero –33, cinco de matador y 23 tardes–, que obtuvo la oreja de Berrinche, así como los Forcados Mexicanos, más empeñosos y valientes que eficaces, y los Forcados de Mazatlán, siempre espectaculares, sobre todo con René Tirado de forcado de cara en el segundo de la tarde. Pero las tradiciones hay que hacerlas valer, no sólo improvisarlas sin ton ni son.