l retiro de circulación por el gobierno venezolano de los billetes de 100 bolívares y su sustitución por unidades de mayor denominación, de entre 500 y 20 mil bolívares, era una necesidad apremiante. La alta tasa de inflación inducida por la guerra económica contra la revolución bolivariana y la abrupta y prolongada caída de los ingresos petroleros lo exigía, con el propósito de facilitar y racionalizar la circulación monetaria. No menos importante, asestar un castigo contundente a los especuladores, que con esta medida han perdido miles de millones de bolívares al no poder canjearlos, o porque no tienen modo de justificar legalmente su posesión, o por haberles sido confiscados sin poder aclarar su procedencia.
Es el caso, por ejemplo, de cientos de ilegales casas de cambio toleradas y estimuladas por Bogotá en la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta, donde ha existido durante años una boyante maquinaria de desmonetización del bolívar que había causado hasta ahora una auténtica sangría a la economía venezolana.
Sin embargo, el canje de los billetes y la puesta en circulación de las nuevas unidades ha sufrido un retraso de días porque una de las casas de moneda contratadas para imprimirlos no cumplió el plazo pactado. Pero, aun así, cuando ya estuvieron listos lotes de billetes, los aviones rentados para su traslado se negaron a transportarlos a Venezuela. El gobierno venezolano ha explicado puntualmente que su casa de moneda no podía acometer la impresión de los billetes en el momento necesario porque requería de modificaciones tecnológicas, que sólo estarán listas más adelante, lo que exigió acudir a fabricantes fuera del país.
Pero al depender de una empresa estadunidense para imprimir y transportar el dinero, otra vez se hizo presente la guerra económica, respaldada por bancos privados en Venezuela, que también han retrasado la entrega de las unidades monetarias. La suma de estos factores ha causado malestar en sectores populares que quedaron momentáneamente sin poder comprar artículos de primera necesidad, situación aprovechada por grupos de choque de la oposición que intentaron crear cien focos de violencia vandálica en el país, otra vez con el ánimo de provocar la anhelada intervención extranjera. No lo consiguieron más que parcialmente en tres lugares y de nuevo quedaron en la picota pública. Porque el pueblo venezolano, aun los opositores, rechaza los métodos violentos y la permanente confrontación con el gobierno de los cabecillas de oposición.
Prueba de ello es que a un año de ganar la mayoría en la Asamblea Nacional, los adversarios no han sido capaces de capitalizar a su favor los enormes problemas económicos y políticos que, unidos a errores acumulados, ha enfrentado el chavismo en 2016, el más difícil desde que llegara al gobierno en 1999. Por el contrario, quienes votaron a la oposición en espera de mejoras económicas, han visto con indignación cómo no sólo no proponía una sola medida para lograrlo sino que rechazaba ferozmente razonables iniciativas del gobierno sobre el tema. Por su parte, la militancia opositora está totalmente desalentada por las continuas peleas entre sus dirigentes; en los últimos tiempos por que al verse forzados al diálogo con el gobierno, todos se critican entre sí por haberlo aceptado.
Mientras, el presidente Maduro y su equipo no han perdido un minuto para reencausar el proceso revolucionario, gestar poder popular en la base, atacar la guerra y los problemas económicos con energía, proteger a los sectores populares y mantener y fortalecer planes sociales como la Gran Misión Vivienda, que ya ha construido más de 3 millones de unidades.
De igual forma, Caracas ha mantenido una activa política exterior a cargo de esa mujer extraordinaria que es la canciller Delcy Rodríguez, quien acaba de dar una batalla que puso muy en alto la dignidad de Venezuela ante los ilegales intentos de expulsar a su país del Mercosur de los gobiernos derechistas de Argentina, Brasil y Paraguay y la conducta cómplice del canciller de Uruguay, que ha levantado una lluvia de críticas dentro del Frente Amplio.
No es por ello gratuito el fuerte apoyo del chavismo al gobierno de Maduro, que hace una semana ha vuelto a inundar las avenidas de Caracas y demostrado su creciente músculo político ante una cúpula opositora cada vez más enajenada e inepta por su odio al pueblo, su servilismo ante Washington y su descocada aspiración de borrar de la faz de la tierra a Hugo Chávez y sus legiones de seguidores.
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