o puedo sustraer a José Narro de la aureola de ese buen rector que fue de la UNAM, entre 2007 y 2015. Lo cierto es que la dicha casa de estudios se mantuvo en buen orden y la vida académica se desenvolvió de manera natural en la forma debida.
Comoquiera, como no estoy interiorizado en la vida de los Pumas, carezco de autoridad para hablar a detalle de su gestión, aunque lo que se pudo percibir desde fuera, junto con comentarios de colegas serios, además de que están enterados de la vida de esa casa de estudios, dejan una impresión excelente. Pero de lo que quiero dejar constancia es de la imagen que se ha perfilado de él en Jalisco.
La semana pasada, en su actual condición de secretario de Salud, Narro estuvo en Guadalajara para inaugurar un importante congreso médico, pero también aceptó una invitación para comer en el Club de Industriales y dar de postre una plática sobre el estado actual de la salud pública en México.
No sé por qué razón fui invitado, pero de todas maneras lo agradecí sobremanera. La plática me interesó mucho y observar de cerca al hombre que tanto destaca en el gobierno de México, valió de sobra la pena.
De lo único que hizo una apología fue de nuestro país en general y de algunos logros importantísimos alcanzados desde 1950, casi cuando él nació, hasta la fecha. Subrayó en ello los notables avances en materia de salud pública, aunque también hizo gran hincapié en la problemática que subsiste y en la que se ha generado en los tiempos recientes. En suma la imagen fue real y reales fueron las rutas que se están siguiendo para mejorar las cosas.
Su modo un tanto desparpajado y con un fino sentido del humor, independientemente de que se nota que sabe muy bien lo que se trae entre manos, dejó a todo el público igual de encantado que a mí.
Cuando el secretario y su comitiva partieron a otra actividad, entre comensales que no tenían urgencia de irse, hice referencia de otra vez, en 2013, que Narro estuvo en Guadalajara. Vino en su calidad de rector, en un tiempo en que el gobierno de Jalisco arremetía con fuerza contra la universidad, el quehacer cultural y, en términos generales, todo lo que oliera a libros y cultura. Recuérdese que hasta pasaban por televisión agresivos espots patrocinados abiertamente por el Poder Ejecutivo.
En aquella ocasión, ante más de mil personas que se agolparon en el auditorio aquel de la Feria Internacional del Libro, Narro salió en defensa de las universidades públicas y, sin aludir a lo que todos teníamos en mente, lanzó aquella proclama de que quien arremeta contra una de ellas daría lugar a vérselas con todas.
Lo cierto es que aquel “piadoso góber” de Jalisco arrió banderas y dicen que hasta acudió en estado inconveniente a una reunión de la cúpula universitaria en pos de diálogo… Es el caso que los defensores jaliscienses de la educación pública superior nunca olvidaremos tal exitosa advertencia y nuestra gratitud será igual que la de aquel enardecido público que lo escuchó esa tarde de libros.
No deja de resultar alentador que, en estos tiempos de tan deteriorada imagen gubernamental, cuente el gobierno de México con un alto funcionario de tal calidad. No en vano es un hombre que cuenta con una madurez y una experiencia que no abunda en la cúspide política nacional.