ikileaks inició ayer la divulgación de miles de documentos que detallan los métodos de espionaje electrónico empleados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para extraer datos de dispositivos como teléfonos móviles y televisores inteligentes, mediante malware, virus y herramientas que permiten a los hackers de la agencia explotar vulnerabilidades de seguridad para burlar el cifrado de aplicaciones de mensajería. De acuerdo con el portal, los documentos, que presuntamente pertenecen al Centro de Inteligencia Cibernética de la agencia estadunidense, constituyen la mayor filtración en la historia de la CIA.
Aunque hasta ahora las autoridades de Estados Unidos no han admitido ni rechazado la autenticidad de la información filtrada, de confirmarse la veracidad de su contenido se trataría de un duro golpe, por una parte, para las agencias de seguridad de esa nación, en momentos en que enfrentan tensiones con el mandatario Donald Trump, debido a lo que éste considera incapacidad para detener filtraciones de información delicada. Por otra parte, se agrava el daño a la confianza de la comunidad internacional en Estados Unidos y se refuerza la extendida percepción de que ese país mantiene una red de vigilancia masiva sobre ciudadanos de todo el mundo, como se dio a conocer en un principio gracias a las divulgaciones del ex asesor de seguridad Edward Snowden sobre las actividades de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
La variedad y el carácter decididamente invasivo de los métodos de espionaje desarrollados por la CIA –que incluyen, por ejemplo, la capacidad de convertir el televisor de una persona en un micrófono que registra toda su actividad doméstica– representan una destrucción de la privacidad, orwelliana tanto en su naturaleza como en su ejecución. En efecto, la vigilancia desarrollada por la CIA representa una intromisión potencialmente ilimitada en una época en la cual la vida entera de millones de individuos gira en torno a su actividad en línea y cuando la conexión constante a Internet ha dejado de ser una alternativa para convertirse en una necesidad primaria de la vida social, laboral, educativa y política.
Es obligación de las autoridades estadunidenses aclarar el alcance de las intromisiones efectuadas por sus agencias de seguridad, así como poner fin a cualquier posible uso extralegal de sus capacidades tecnológicas. A su vez, los gobiernos del resto del mundo –incluyendo el mexicano– tienen ante sus ciudadanos la responsabilidad de desarrollar y poner en práctica las estrategias necesarias para salvaguardarlos de cualquier violación de su derecho a la intimidad, consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y puesto en entredicho por la existencia de las herramientas de espionaje reveladas por Wikileaks.